La historia en imágenes de ABC: el 'Titanic' de la conexión Sevilla-Nueva York
Archivo fotográfico de ABC de Sevilla
ABC destacaba «el paso gigantesco» que el turismo español dio con motivo de estos viajes, que pusieron «en alto el pabellón de la primera entidad naviera española»
Sevilla
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Iniciar sesiónEn los meses de mayo y junio del año 1926 la sociedad sevillana estuvo más pendiente que nunca del Guadalquivir, concretamente del Muelle de Nueva York, y es que gracias a la cita que hoy recordamos este atracadero fue bautizado con ese nombre ... tan americano. Al igual que sucede en la actualidad, que los sevillanos andan con un ojo puesto en los periódicos interesados por la posible conexión aérea con la ciudad de la Gran Manzana, los residentes en Sevilla de principios del siglo XX estaban expectantes por el mismo asunto: poder viajar hasta Nueva York partiendo desde la capital.
Tal y como recogía la publicación 'Blanco y Negro' de ABC en una serie de crónicas firmadas por Enrique Garro, la Compañía Transatlántica Española estableció una línea directa de turismo entre Nueva York y Sevilla utilizando el hermoso buque Manuel Arnús. «Destacado por su elegancia y comodidad, en el que las horas corren veloces entre fiestas, diversiones, deporte…», aseguraba el periodista en una de sus informaciones que pintaban de colores las ilusiones de quienes las leían.
El Manuel Arnús zarpó por primera vez de Nueva York con destino Sevilla el día 12 de junio de 1926 y llegó al puerto de la capital andaluza el 22. Durante las jornadas que permaneció en el puerto sevillano, los turistas hicieron excursiones en tren para conocer varios puntos de España. Viajaban hasta Granada, Madrid, Toledo, El Escorial; regresando a Córdoba y finalmente a Sevilla para embarcar de nuevo hacia Estados Unidos. En los meses de verano la ruta cambiaba, el Manuel Arnús atracaba en el puerto de Pasajes, en el País Vasco. De esta forma, los cruceristas evitaban las altas temperaturas del sur de España y recorrían la cordillera Cantábrica hasta Galicia.
Para la ciudad, y sobre todo para cierto sector acomodado, esta conexión fue todo un acontecimiento: «Sevilla ha recibido con la alegría y gratitud esta implantación de servicio, que tanto le beneficia». «Muchos parabienes está recibiendo el presidente de la compañía, señor conde de Güell, que comparte el éxito con el exembajador de los Estados Unidos el Señor Moore, el comisario regio de turismo, señor marqués de la Vega-Inclán y el duque de Alba. Todos ellos trabajaron por la implantación de este servicio», ensalzaba Garro.
El Manuel Arnús, como se ve en la fotografía que abre esta página, tenía que impresionar en aquella época al contemplarlo desde la orilla: contaba con 128 metros de eslora, 18 metros de manga y pasaba 13.000 toneladas. La estancia a bordo era «todo confort», en un entorno «espléndidamente decorado con el más puro estilo del renacimiento español».
Para los pasajeros disponía de 80 camarotes de primera clase, para una, dos o tres personas, con cuartos de baño, calefacción, ventiladores, etc. Por otro lado, había 40 alojamientos de segunda clase y por último, 38 de tercera preferente. Ofrecía clase 'Studien' para estudiantes y familias con camarotes de hasta cinco plazas.
Durante los momentos de ocio del viaje, los cruceristas podían entretenerse en la biblioteca, la piscina y jugando, por ejemplo, al tenis en la cubierta. Un «buque de líneas exquisitas, verdadero palacio flotante, en cuyo interior se respira arte y grandeza», aseguraban las crónicas de ABC.
Los interesados en disfrutar de este pasaje hasta Estados Unidos acudían a las páginas de 'Blanco y Negro' para conocer hasta el último detalle de este acontecimiento que «puede calificarse en los anales del turismo marítimo español». De esta manera relataba y la entrada en el Puerto de Sevilla, por la Corta de Tablada, del transatlántico Manuel Arnús: «El elegante buque pintado de blanco, semejante a los yates-palacios que surcan los mares en viajes recreativos, ha sido visitado por millares de personas, constituyendo la entrada por el Guadalquivir una memorable fecha, que jamás olvidarán las personas que la presenciaron».
A bordo del Manuel Arnús concurrían, en los dos días que permanecía atracado en la Corta, el público 'bien' de la capital y las autoridades locales. Se celebraban a bordo almuerzos en honor y un té-baile, con «distinguidas damas de la alta sociedad sevillana».
A bordo del Manuel Arnús concurrían, en los dos días que permanecía atracado en la Corta, el público 'bien' de la capital
Su visita no dejó indiferente a quienes tuvieron la oportunidad de disfrutar de sus recepciones: «Dos días ha estado el buque en el puerto sevillano, tiempo escaso para las visitas que por él han desfilado, amén de comidas de autoridades, baile a bordo y otras fiestas que han dejado a las damas sevillanas con la miel en los labios».
«Las horas volaron, y cuando el Manuel Arnús zarpó para América del Norte muchos corazones jóvenes latieron con fuerza al unísono por una ilusión fugaz: la de viajar en el encantado palacio flotante de nuestra importante flota nacional, en cuyas cubiertas se celebran fiestas que se asemejan a las que nos cuentan en los cuentos de nuestra niñez», culmina una de las peculiares crónicas de Enrique Garro.
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