Iglesia en Sevilla
Hermanas de la Cruz, cumpleaños por la puerta grande
de la misa la media
Las hermanas y sus devoto abrieron la puerta santa del jubileo que da a la capilla de Santa Ángela en la casa madre

Misa de apertura del año jubilar de la Compañía de la Cruz
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Templo: casa madre de la Compañía de la Cruz
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Fecha: 30 de enero
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Hora: 19 h.
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Asistencia: a rebosar, casi quinientas personas
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Preside: Jaime Conde Vaquero
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Ornato: una docena de ramos de claveles rosas
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Música: coro de las hermanas de la Cruz
Las hermanas de la Cruz son increíbles. Tienen en los altares a Santa Ángela y a Santa María de la Purísima; acaban de beatificar al confesor de Madre Angelita, el canónigo original de La Gomera Torres Padilla y, por si fuera poco, este ... jueves inauguraron un año jubilar concedido por el Papa para conmemorar los 150 años de fundación del instituto religioso. Era el día 30 de enero en que Sor Ángela nació 179 años atrás.
Las hermanas y sus devotos (abrumadoramente mujeres en una proporción de 9 a 1 sobre los hombres) lo celebraron abriendo la puerta santa del jubileo que da a la capilla de Santa Ángela en la casa madre de la Compañía de la Cruz. Tras el rosario, todos los fieles (salvo impedidos y ancianos) siguieron la procesión por el patio mayor hasta desembocar de nuevo en el templo principal después de haber atravesado la puerta grande del año jubilar, adornada con guirnaldas de flores. Estará abierta hasta el mismo día de 2026.
Este jubileo está mucho más a mano que el de Roma. ¡Vaya que sí! Veinte minutos antes de que diera comienzo la misa, la cola ante el confesionario no bajaba de veinte mujeres (aquí no hay paridad, por lo visto) y el templo estaba a rebosar. Cómo consiguieron las hermanas que todo el mundo tuviera un asiento cuando regresó la procesión de apertura de la puerta santa debe de ser otro prodigio de las santas de la congregación que añadir al de las vocaciones (una decena de novicias de alba toca).
El ambiente era festivo. A este cronista le encantó la recomendación de la hermana que dirigía el rosario de que ninguno de los presentes dejara, durante la procesión de inicio, sus pertenencias personales para «evitar despistes» y «que nadie se ponga nervioso». Cómo lo sabe. En el padrenuestro se pide que «no nos deje caer en la tentación», no que nos la quite de encima. Le tengo leído a Fabrice Hadjadj que las prevenciones con el bolso y la cartera en misa son señales de que nos contamos entre los pecadores -descuideros en germanías- necesitados de la gracia divina para ni codiciar ni distraer los bienes ajenos. Había más teología llana en la instrucción de la monja que en muchos sesudos tratados de eclesiología.
Es el jubileo de los sencillos, de los humildes, de los pobres, de los 'anawin' del Evangelio a tiro de piedra de las Setas de la Encarnación. Y así debe ser. El párroco de la Oliva presidió el oficio y trajo consigo a un buen puñado de feligreses para ganar el jubileo en el primer día de triduo a la titular de la parroquia. Allí había fieles y devotos de muchos sitios, con rostros en los que se podía adivinar el sufrimiento, las penurias, los sinsabores de la vida… De todo eso en lo que las hermanas de la Cruz son doctoras de la Iglesia embarrada a la que anima el Papa.
Un concelebrante, cinco monaguillos, decenas de religiosas, centenares de fieles, pero compartiendo gestos de comunión que tan difíciles son de encontrar en otras misas: toda la asamblea (y es toda) se puso en pie cuando se guardó la reserva en el sagrario. Ese ambiente propició cierta campechanía del celebrante cuando repasó, antes de la comunión las disposiciones obligadas por la Iglesia: «Si alguien no pudiera cumplirlo, ya sabe lo que tiene que hacer». A buen entendedor, pocas palabras bastan.
La homilía se centró en la gracia que supone un año jubilar como el concedido a las hermanas de la Cruz en torno a una idea sobre la que el oficiante volvió una y otra vez: «Perder tierra y ganar cielo». Invitó a los fieles a «emborracharse de la gracia de Dios, empaparse de todos los beneficios y regalos que nos tiene reservados» y a «excluir todo afecto del pecado» y a «desinstalarse del pecado de la sociedad».
El Evangelio del día pasó inadvertido en la prédica, aunque tenía razón de sobra para orillarlo. Exhortó a los presentes a extremar este año jubilar «el cuidado por los pobres, los enfermos, los que sufren porque son los predilectos de Cristo y también lo eran de Santa ángela», a quien definió como «nuestra pequeña zapaterita que supo darle todo a Dios».
Al término de la homilía hubo algunos aplausos, sin duda movidos por la emoción del momento. Las hermanas pusieron sus cantos (lograron que el del ofertorio acabase justo cuando el sacerdote invitó a la asamblea a orar sobre las ofrendas, eso es precisión) y todos su fervor por ganar las indulgencias (el rastro del pecado cuando éste se ha perdonado, como arguyó el celebrante) del año santo de las hermanas de la Cruz.
Hay todo un año para ganarlas confesando, comulgando, rezando el credo y por las intenciones del Papa tras atravesar la puerta grande del cumpleaños de la santa más querida de Sevilla.
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