Estefanía García Guerrero, la Medalla de Sevilla que lucha contra el cáncer: «Mis padres son camareros y pude estudiar gracias a las becas»
Esta biotecnóloga dirige un grupo de investigación en el Instituto de Biomedicina de Sevilla que trabaja en la nueva terapia CARTemis-1 contra linfomas y mielomas múltiples que acaba de autorizar la Agencia Española del Medicamento
«La terapia CAR será una revolución no sólo contra el cáncer sino contra otras enfermedades como el parkinson o el lupus»
«Echo de menos cierta humildad en los jóvenes que llegan al laboratorio. Esto es muy duro y las cosas no se consiguen de un día para otro»
Sevilla
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Iniciar sesiónEstefanía García Guerrero tiene 36 años, es biotecnóloga por la Universidad Pablo Olavide de Sevilla y una de las investigadoras de su generación más reconocidas de Andalucía. Acaba de recibir la Medalla de Sevilla por su labor investigadora en el Instituto de Biomedicina ... de Sevilla (IBIS) y los nuevos diseños de la terapia CAR-T, un revolucionario tratamiento contra linfomas y otros tipos de cáncer descubierto en Estados Unidos hace una década y que ya se está empezando a ensayar con tumores cerebrales e incluso enfermedades celulares no oncológicas.
-Nació y se crio en Camas. ¿Qué pensó cuando recibió la Medalla de Sevilla?
-Lo primero que vino a mente fue mi abuela, que lo fue todo para mí. Siempre la he tenido presente. También me acordé de mis padres y del equipo que me apoya en el Instituto de Biomedicina de Sevilla.
¿Todo empieza en un laboratorio?
-Sí. El origen de esta medalla (la ha traído orgullosa para fotografiarse con ella durante la entrevista) está en el laboratorio. Las ideas surgen en el laboratorio y con esfuerzo, trabajo y sacrificio, y gracias al apoyo institucional, llegas a tratar a pacientes y curarlos. He sacrificado muchas cosas por la investigación e incluso he dejado un poco de lado mi vida personal. He priorizado mi trabajo por encima de todo, al que dedico muchísimas horas en el laboratorio.
-Está casada pero no tiene hijos. ¿Es fácil conciliar la vida personal y familiar en su trabajo?
-Si te dedicas a esto con pasión, como hago yo, no. Mi marido, al que conocí con 13 años, me ve poco por casa por la dedicación que exige mi trabajo y hasta ahora no he tenido oportunidad de ser madre. Tampoco lo veo a corto plazo porque estamos como quien dice despegando con nuestro grupo de investigación. Estoy muy centrada en este momento en mi carrera profesional pero es muy importante para ello el apoyo de mi marido y de toda mi familia. Mi pareja siempre ha compartido mis éxitos y se declara muy orgulloso de mí, él me ha ayudado en todo.
-Supongo que para una persona que se dedica a la investigación clínica, lograr un fármaco que salve una vida debe de ser lo máximo...
-Para mí salvar una vida es un sueño hecho realidad. El mayor logro de un científico para mí es poder curar a alguien. Empezar en el laboratorio y acabar en la clínica.
-¿Cómo se definiría?
-Como una persona muy trabajadora y muy responsable.
-¿Y cuándo empezó a ser tan responsable?
-Me tocó ser responsable desde muy pequeña. Tengo once años más que mi hermano, mis padres eran (y son) camareros y han tenido que trabajar toda la vida de 12 a 16 horas al día, de modo que yo tenía que cuidar de mi hermano pequeño, hasta el punto de que lo tenía que llevar a las citas con el médico o a las reuniones de padres del colegio. Yo le ponía los deberes y lo tenía que castigar.
-¿Qué le decía su madre cuando vio que era tan buena estudiante?
-Siempre me decía que le gustaría que consiguiera las cosas que ella no pudo. Incluso recuerdo que cuando me entregaron la Medalla de Sevilla decía que cómo de ella, que no estudió, había podido salir alguien como yo. No me gusta nada que diga eso porque ella sabe que ha sido un gran referente para mí en trabajo y responsabilidad y siempre le digo que sin su apoyo constante no habría llegado hasta aquí. Recuerdo que cuando yo llegaba angustiada a casa de la universidad, siempre me animaba.
-¿A ella le hubiera gustado estudiar en la Universidad?
-Es que no tuvo ni la oportunidad. Con 13 años tuvo que salirse del colegio y ponerse a trabajar limpiando en casas porque había que ganar dinero para sobrevivir. Desde que nací, mi madre quiso para mí lo que ella no había podido tener. Y cuando fui creciendo, veía a mis padres trabajar todo el día, incluidos fines de semana y festivos, en algo tan sacrificado como un bar, y tuve claro que yo quería un futuro distinto para mí. Creo, de todas formas, que todos los puestos de trabajo son necesarios para la sociedad; lo importante, a mi juicio, es mejorar las condiciones de todos ellos.
-¿Pudo estudiar gracias al apoyo de su familia y a las becas?
-Sí. Sin becas no habría podido. Y cuando estudiaba en la universidad, trabajaba los veranos en bares o heladerías para conseguir algo de dinero y luego poder pagar mis gastos durante el curso.
-Cuenta que sus padres trabajaban (y trabajan) de 12 a 16 horas diarias. ¿Y usted cuánto tiempo se pasa en el laboratorio?
-(Sonríe). Mi trabajo me apasiona porque poder ayudar a los pacientes es lo máximo; y como en todos los trabajos vocacionales, el tiempo se te pasa volando. Trabajo muchas horas al día y no suelo quejarme pero también quiero decir que sólo con la vocación no se pagan las facturas. Por tanto, reivindico también mejores condiciones laborales en el sistema sanitario y en el sistema de investigación.
-¿No se considera bien pagada?
-Yo hice la carrera de Biotecnología en la Universidad Pablo de Olavide. Era la segunda promoción de esos estudios. Yo tenía nota de sobra para meterme en Medicina pero me preocupaba mi exceso de empatía con los pacientes y temía ponerme a llorar con ellos; por eso me decidí por el laboratorio. Cuando terminé la carrera, me quise orientar hacia la parte clínica, no la alimentaria, e hice un máster de Investigación Biomédica en el Instituto de Biomedicina de Sevilla (IBIS). Empecé como alumna interna con una beca y gracias a eso pude irme a Alemania a hacer mi tesis doctoral con un grupo de investigación muy puntero. Allí me di cuenta de las oportunidades que había en ese país para los científicos y las buenas condiciones laborales de las que disfrutan allí. Tampoco había problemas de dinero para comprar material de investigación como reactivos, etcétera.
-O sea, que aquí estamos mucho peor que en Alemania.
-Peor tanto en medios materiales como condiciones laborales, aunque aquí somos más creativos que allí. En España tampoco hay una figura de investigador clínico como en Estados Unidos o muchos países europeos. En Alemania me pagaba el hospital, aquí no. El problema para los investigadores españoles que salimos fuera para formarnos es volver. Las posibilidades de regresar son muy escasas porque se hacen pocos contratos y hay muchas personas que optan a ellos.
-Pero usted lo logró.
-Me costó, pero sí. Ahora mismo tengo un contrato del Instituto de Salud Carlos III de Madrid que no está vinculado al Servicio Andaluz de Salud ni a ningún hospital. Es un contrato nacional que te lo ganas por tu C.V. y por el que compiten investigadores de toda España. Pero no tengo aún estabilidad laboral. Yo tengo un Miguel Servet (uno de los tipos de contrato para investigadores en España), que es de cinco años. Y luego podría optar a un Nicolás Monarde, pero no son permanentes y nos evalúan anualmente. Yo he asumido que es lo que hay en España y a mí me gusta demasiado la investigación como para dejarla y dedicarme a la docencia, que es la manera de obtener en mi país una estabilidad laboral. Tampoco es que sea fácil así pero es la manera.
-En una de las últimas oposiciones del SAS no se reconocieron méritos a los investigadores.
-Hace falta que se reconozca la importancia de la investigación y yo confío en que se cree esa figura del investigador clínico. Logré mi contrato de investigación en 2017 y con mi equipo empezamos una terapia CAR en el IBIS en la que hemos avanzado mucho con nuevos diseños desde entonces (CARTemis-1). Que ya estemos tratando a pacientes oncológicos con ella es un sueño para mí. En Alemania me di cuenta de lo que se valora a los investigadores españoles y la razón es porque estamos muy bien formados. Y es una pena que te vayas fuera a mejorar tu formación, aprendas esta terapia contra los linfomas y otros cánceres, y no puedas volver a tu país para poder aplicarla.
-¿Cuál es la clave para que un investigador tenga éxito?
-La tenacidad, un poco de suerte y sobre todo creer en lo que haces. Y es crucial rodearte de un buen equipo, que es lo que yo tengo. El grupo CAR somos ya 9 personas involucradas, aparte de los hematólogos. El apoyo del IBIS y del Hospital Virgen del Rocío ha sido constante y fundamental para todos nosotros.
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