Iglesia en Sevilla
«Ser esposa de Cristo es lo más maravilloso del mundo»
Pilar Trujillo Berraquero se consagra como virgen el sábado en la Capilla Real
Será la undécima sevillana en formar parte del 'Ordo Virginum'
«Habrá gente que se burle de mí por consagrar la virginidad, pero no me da miedo»
Sevilla
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Iniciar sesiónPilar Trujillo (Sevilla, 1977) está feliz. No porque lo diga a boca llena -«soy feliz, por encima de todo»- sino porque no lo puede ocultar. Quien la haya conocido un lustro atrás sabrá interpretar que esa «felicidad es plena». La entrevista, con el inevitable trajín, ... discurre en los días previos a su boda en la Capilla Real ante 170 invitados. Irá de blanco, la velarán y recibirá el anillo matrimonial del Esposo: se casa con Cristo, «lo más maravilloso del mundo». A partir del 13 de enero se convertirá en la undécima sevillana integrante del Orden de las Vírgenes, la forma de vida consagrada femenina más antigua de la Iglesia.
«Mi vida es una línea recta, ahora lo veo, y no llena de altibajos como yo me la he figurado todo este tiempo: sentí muy joven la vocación de ser de Jesús que entonces interpreté como hacerme monja, luego salí del convento y ahora voy a seguir siendo de Jesús», resume de un plumazo una trayectoria vital que le llevó a profesar con votos perpetuos como salesa en 2007, a vivir en el monasterio Mater Ecclesiae (donde murió Benedicto XVI) de Roma hasta 2015 y, poco después, a abrirse a la vocación de consagrarse como virgen.
El suyo, como todos los relatos vocacionales, está lleno de dudas, resistencias y frenos a la Providencia de Dios: «Ahora siento que no eran fracasos o infidelidades sino parte del camino necesario para que diera un paso y otro hasta llegar a esta plenitud: Él se vale siempre de todo eso para sacar bienes mayores».
Referentes de una Virgen consagrada
Como virgen consagrada, su vida tiene como referentes la esponsalidad, la virginidad y la maternidad. Un mensaje contracultural en los tiempos que corren, pero tampoco eso la intimida: «Habrá gente que se burle, se presta a eso lo de la virginidad, pero no me da miedo. La mayoría que conozco, lo acoge y lo respeta, incluso amigas que no creen, que antes iban a verme al convento, porque nunca rompimos los lazos. Tengo la seguridad en el Señor, todo lo demás me resbala», dice convencida.
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Su familia la apoya incondicionalmente. Su madre, viuda, ve el lado positivo y sus hermanos carnales, cada vez más contentos una vez superado el impacto inicial: «Les sonaba raro porque no lo conocían». Los más felices, sus hermanos de las dos pequeñas comunidades parroquiales por las que ha pasado. «Nunca he sentido más alegría y amor duraderos en el tiempo como el que me han expresado mis hermanos de fe, me han hecho ver que mi elección es lo mejor que les ha pasado a ellos», afirma no sin cierta sorpresa.
Una vida de vocación
La menor de una familia de cinco (tres varones y dos chicas), alumna de Entreolivos y licenciada en Historia del Arte, sintió la vocación de entregarse al Esposo pero luego una crisis con «dudas y cosas que no había vivido, asimilado o comprendido» la exclaustró en 2015 y la llevó a desligarse definitivamente de la orden de la Visitación fundada por San Francisco de Sales en 2018.
En su vuelta al mundo experimentó la ayuda de su familia y de los amigos, que la ayudaron a ponerse al día en el siglo (por usar la terminología monástica clásica) porque apenas sabía manejarse con el correo electrónico o la mensajería instantánea. «Mi hermana me decía que me callara y no preguntara según qué cosas en público porque parecía que venía de Marte», rememora con una sonrisa que no se le borra en ningún momento de la conversación.
La presencia del Señor la sostuvo en aquellos momentos: «Su fidelidad y su amor incondicional por mí, eso jamás dejé de sentirlo, como si me dijera 'lo haces bien' o 'te equivocas' pero yo voy contigo, me hubiera muerto si llega a faltarme». Pero no le faltó el aliento del Espíritu, que revistió la forma de su excompañera del colegio y amiga María que facilitó que se fuera a Tierra Santa con su hermana Macarena. De aquel viaje nació una inquebrantable amistad que la llevó a la parroquia de San Juan Pablo II, en Olivar de Quintos.
Su progresiva incorporación a la vida parroquial tiene un punto de inflexión destacado en otoño de 2020, el año de la pandemia. En septiembre había hecho una consagración privada en la Cartuja de Jerez, pero se seguía resistiendo a entrar en el orden de las vírgenes.
Su asistencia a un seminario carismático de Vida en el Espíritu la adentró en la oración de alabanza
«Yo decía 'ni hablar', pero empecé a leer unos libros que me habían prestado y allí estaba, en la primera página, lo que llevaba en mi interior», fue entonces cuando pidió que le presentaran «al cura que lleva esto porque quiero hablar con él». Era Andrés Ybarra, hoy rector del seminario, y entonces encargado del Ordo Virginum en la archidiócesis. Los otros tres sacerdotes fundamentales en este camino son Francisco Román, el primero que le habló del Orden de las Vírgenes; Adrián Ríos, que la animó; y Francisco de Asís Bustamante, su actual director espiritual y párroco en Los Palacios.
A las pocas semanas de aquella consagración privada, su asistencia a un seminario carismático de Vida en el Espíritu la adentró en la oración de alabanza que «te llena el alma para recibir en el corazón algo que te da luz o fortaleza y que antes no tenías, la oración de sanación aquel día me sanó y dejé de ver mi vida como una sucesión de fracasos». Desde entonces, empezó a contar su vocación «con alegría y no con miedo».
En Olivar de Quintos empezó a madurar la nueva Pilar, la que se casa este sábado con el Señor. Dice que la acogida fraterna en aquella comunidad le salvó la vida. Más bien, se la cambió: «Lo último para mí, por carácter y formación, era entrar a vivir la fe en una pequeña comunidad de vida después de pasar por un retiro kerigmático, pero aquello me fue volviendo del revés: yo había vivido una fe intimista, personal y hasta cierto punto solitaria y me faltaba la relación con los hermanos, compartir la vida con hermanos como tú, descubrir eso me daba la vida».
Misión evangelizadora del SINE
Y le abrió un campo de posibilidades infinitas que quienes la conocen bien no dudan en calificar como asombroso, fruto del arrojo que comunica el Espíritu Santo: «Despertó en mí un afán misionero y apostólico que siempre había sentido, pero de otra manera. Me decía a mí misma, como Santa Teresita de Lisieux, 'tú no vales para nada, sólo para rezar un poquito'. Descubrí la misión evangelizadora del SINE (Sistema Integral de Nueva Evangelización) que me abrió la puerta a ser misionera de otra manera, te empujan un poquito, te lanzan al foso de los leones y al final te llena de una manera que ni había pensado». «Descubres la alegría de hablar, de escuchar, de acompañar, de lanzar un mensaje apostólico que se ha convertido en uno de los centros de mi vida: el Señor en la eucaristía y la evangelización entre la gente», confiesa con valentía.
Ahora tendrá que someterse a una regla de vida -ella misma será su superiora, por asimilarlo al mundo conventual- aprobada por el obispo. «No voy a hacer nada que no haga a diario: la oración, la eucaristía y la liturgia de las horas», confiesa. Y el amor a la Virgen María, «que es todo para mí: madre, guía, compañera y la que me llevó en 0,2 segundos a su Hijo».
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