'Emmanuelle', en Sevilla

En las gacetillas, se anunciaban títulos de inconfundible rastro pornográfico como 'Mujeres viciosas', 'Lulú, la esposa erótica', '69 posiciones', 'Hembra erótica', 'Polvo negro', 'Fruta sexual del Caribe' o 'Cuando los pechos bailan', todas ellas calificadas con la vitola de 'S' como advertencia y reclamo al espectador. Las cintas y las salas donde se proyectaban están ya en el olvido con alguna notable excepción, como 'El imperio de los sentidos' de Nagisa Oshima, que competía por los espectadores con 'Kramer contra Kramer' (ganadora de 9 óscar aquel año) o 'El imperio contraataca' de George Lucas como productor.

El Festival de Cine de Sevilla circulaba por otra vía, la de las salas de arte y ensayo donde se refugiaba la cinematografía de corte intelectual. La película con que se clausuró fue 'Kagemusha' del gran Kurosawa. A las proyecciones en el Alameda Multicines (el no va más de la modernidad entonces), el Palacio Central y el Cervantes, se había invitado al director Otto Preminger, que presentaba 'El factor humano' basada en la novela homónima de Graham Greene; a Paul Mazursky y a Luigi Comencini, que llegó antes que su película 'Vuelve Eugenio' por lo que no ahorró críticas a la organización del certamen.

Pero tan ilustres cineastas no eran conocidos del gran público; los rostros famosos nacionales los aportaron José Sacristán, que venía con 'La triple muerte del tercer personaje' y Patricia Adriani, habitual del destape, que protagonizaba 'Sus años dorados' de Emilio Martínez Lázaro. El tributo a la historia lo pagaban Analía Gadé y, sobre todo, la inolvidable Antoñita Colomé, actriz trianera que había rodado con Gardel o la Dietrich antes de la Guerra.

Así que Sylvia Kristel se convirtió en el rostro más buscado. Los organizadores negaron que hubiera cobrado, pero los pasajes y la estancia se remontaron a un millón de pesetas, según confesó el productor Enrique Herreros, encargado de gestionar su visita. La protagonista de 'Emmanuelle' –«una obra de arte erótica y no pornográfica, un clásico del cine erótico», en su opinión– sabía a lo que venía. Esquivaba con elegancia las preguntas impertinentes sobre sexo, posaba con ojos de gata y confesaba sin petulancia: «Mi objetivo es actuar bien y crear un personaje bueno. Me gusta cuidar mucho el vestuario. Sé que soy guapa y tengo un cuerpo divino, por eso tengo que agradar al público. Mi trabajo es estar guapa y agradar al público». Vino a Sevilla bellísima, agradó al público y se fue. En 2012 se fue para siempre.