El paseante
Divagando por la ciudad de las chorreras luminosas
La iluminación navideña se concentra en el eje comercial y el centro neurálgico de la ciudad con sobreabundancia de luces y colorines para todos los gustos en la competición nacional por destacar en lo que sea
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Iniciar sesiónLo de la iluminación navideña se ha salido de madre. Como los azulejos de las antiguas riadas que marcan en el callejero la altura que alcanzaron las aguas desmadradas del río, deberíamos señalar hasta dónde llegaron las luces de colorines cada año y hacer la ... comparación para descubrir que cada Navidad el listón queda más alto.
Huyamos de los adjetivos porque difícilmente el lector y el autor van a alcanzar un entendimiento en cuestión de gustos personales. Y ya se sabe que, para gustos, los colores. Así que la iluminación navideña de este 2025 ofrece una paleta cromática y volumétrica tan variada que cada uno puede escoger la que prefiera para contentarse. Hay donde elegir: los que anhelan motivos religiosos pueden quedarse en la avenida de los Reyes Católicos con ese portalito luminoso tendido, entre arabescos, de lado a lado de la calle.
O el misterio luminoso más grande de España (un San José de casi diez metros de altura) plantado delante de la fachada barroca de San Telmo, como si no hubiera otro sitio. Todo sea por competir en esta absurda carrera que han emprendido la mayoría de ciudades españolas por encender antes las luces, tener lo que sea más alto, más grande, con más bombillas, más estrafalario o más chocante. Pero lo más. Esa es la medida de la iluminación navideña: ya no basta con adornar las calles para crear esa atmósfera especial que incita al consumo, sino que tiene que entrar en el libro de las plusmarcas con nombre de cerveza.
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En Sevilla, además del belén de luces mayor de España, podemos presumir (si es el caso) de la decoración navideña más molesta para los ciudadanos. No por nada, sino porque la plantación de árboles de la avenida de la Constitución impide que el tranvía funcione con normalidad hasta su parada terminal en la Plaza Nueva, casi dos meses entre montaje, funcionamiento y desmontaje. Y todos tan contentos, por lo visto. Lo visto es el estado lamentable del piso de la Avenida, que resalta lleno de parches, baches y losetas dislocadas con tanta luz para mejor ver la vergüenza de pavimentación que pide a gritos una reposición urgente.
A propósito de molestias, en Toledo, un centenar de vecinos del casco histórico ha salido a la calle para protestar por el adelanto del encendido de las luces de Navidad. La portavoz del colectivo opositor lo decía días pasados en ABC: «La Navidad es una fiesta que todos celebran, todas las ciudades se ponen bonitas, pero con un mes entre la Inmaculada y Reyes es más que suficiente. Toledo no necesita atraer más gente adelantando quince días más el encendido. No lo necesita».
Y Sevilla, ¿lo necesita? Qué preguntita, hombre. ¿No ve usted que esto está precioso? Aquí el Ayuntamiento ha tirado la casa por la ventana en el eje comercial que va de la Avenida a la Campana y también por el Salvador. Por Sierpes y Tetuán han colgado unas tiras de espumillón como cuando éramos chicos con una bola luminosa en el extremo. La propaganda de la casa instaladora les asemeja a «lágrimas luminosas», pero a este errabundo le parecen más bien chorreras como las que poblaban el habla de nuestra niñez para refutar cualquier cosa. «Y un jamón con chorreras» era la expresión que cercenaba cualquier discusión. Y estas de ahora, las chorreras luminosas, también van por ese camino. No hay más que hablar.
En la Avenida, lo que haga falta: árboles de colores, bolas gigantes, guirnaldas de lado a lado y reposteros en las farolas desde el Archivo de Indias hasta la plaza de San Francisco. Un poco recargado, desmedido, si se le permite a este paseante objetar lo que todo el mundo da por exquisita muestra de buen gusto. Y una observación: es la primera vez que las luces de Navidad son más bonitas apagadas que encendidas.
Las hojas de los arbolitos plantificados en la Avenida destellan con tonos irisados cuando el sol incide sobre ellas desprendiendo tornasoles de hermosa factura. Por supuesto, más hermosa que la otra factura que nos pondrán al cobro a todos los sevillanos en cuanto le veamos la espalda a Baltasar; casi dos millones de euros, con un incremento del 18,5 por 100 sobre el año anterior. Tocamos a casi tres euros por cabeza, respondiendo a la inquietante cuestión que Josep Pla se hizo cuando vio los neones de la ciudad de Nueva York: ¿y esto quién lo paga?
Usted y yo, querido lector, aunque resida en una calle sin luces. O tan escuálidas y breves como la que han puesto en la Puerta de Carmona. Con decir que el cartel de los capirotes que anuncia la Cuaresma es más lustroso, ya está dicho todo. El paseo de las Delicias y el de Colón no tienen ni una mala bombillita de colores. Y en Reina Mercedes, los postes en las farolas están en el lado de los pisos pero no en el de las facultades, que ya mismo toman las vacaciones los universitarios y no es cuestión de gastar por gastar.
La panoplia de reposteros -lo menos que se despacha en iluminación navideña- es variada: hay unas como eses estilizadas en el Caballo y unos angelitos trompeteros por la ronda de Menéndez Pelayo y otros sitios, hay luces moradas sin más y unos hermosos rosetones en granate y oro, casi de catedral gótica, por Bami. No nos andemos por las ramas, que para eso están las guirnaldas lumínicas que se les echan por encima a los árboles con mayor o menor gusto: en la Diputación han rodeado la copa de los naranjos y el resultado es inenarrable. Vayan y vean.
Siempre nos quedarán los arbolitos de Navidad. El de Santa Justa se ve desde todas partes porque está en lo alto, pero los meten con calzador hasta la misma plaza de San Lorenzo, que ya me dirán ustedes la necesidad que tiene el rincón más bonito de Sevilla de semejante horterada. Uy, se nos escapó el adjetivo…
-¡Eso lo dice usted porque es la reencarnación de Mr. Scrooge, señor paseante!
-¡Y un jamón con chorreras como las de las luces de Navidad!
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