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Diamantino, el apóstol de los jornaleros, era de oro
El 9 de febrero se cumplen 30 años de la prematura muerte del párroco de Los Corrales, Diamantino García Acosta, cuyo legado permanece incólume

hay nombres propios que tienen dueño y se bastan por sí solos para apretar el gatillo de la memoria colectiva. En Sevilla, y en Andalucía la Baja, dices Diamantino y todo el mundo sabe de quién estás hablando: de Diamantino García Acosta, párroco de ... Los Corrales y Martín de la Jara, cofundador del Sindicato de Obreros del Campo, fundador de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía y exponente máximo del movimiento de curas obreros que alumbró el Concilio Vaticano II.
Su vida se apagó el 9 de febrero de 1995, hace ahora treinta años, pero su herencia permanece inalterada como un testimonio de radicalidad evangélica con los más desfavorecidos, compromiso político de izquierdas y activismo sindical para mejorar las terribles condiciones de vida del campo andaluz. Había nacido en 1943 en Ituero de Azaba (Salamanca) y sus padres emigraron al Cerro del Águila cuando tenía cinco años. En aquel barrio obrero maduró la conciencia de clase y el compromiso cristiano.
Conocía de primera mano las fatigas económicas de los braceros y las injusticias de que eran objeto los que trabajaban la tierra de otros porque él mismo ejercía de jornalero para ganarse el pan con el sudor de la frente después de haber renunciado a la paga de la archidiócesis como sacerdote y a cobrar estipendios en la parroquia. Fue cura en Los Corrales desde 1969 en que, recién ordenado, lo destinaron a la Sierra Sur.
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Se hizo uno con el pueblo y, nada más llegar, se fue con sus feligreses a la campaña del espárrago a Navarra para ganarse el jornal. Ahí empezó a vivir de cerca la realidad de los temporeros, de campaña en campaña para sacarse un jornal del que vivir el resto del año. «Me interpeló tanto aquella vida, que yo no tenía justificación si me quedaba a la sombra de los santos, encendiendo velas o despachando papeles. Porque yo no soy cura por profesión, sino por vocación», confesó en algunos de los escritos agavillados después de su muerte, en 1996.
Cura obrero
Llegó destinado a Los Corrales en 1969 y se fue con los temporeros a la campaña de recolección del espárrago a Navarra
En muchos aspectos, fue un avanzado de la teología del pueblo que abraza el mismo Papa Francisco. Así decía Diamantino: «Quienes nos comprometemos con el Evangelio de una manera seria tenemos que optar por los pobres y, consecuentemente, denunciar a los que causan el dolor de los oprimidos. Hay pobres porque hay ricos que ocasionan y provocan la pobreza del pueblo, la emigración, la ignorancia de la gente, el miedo y la humillación. En una sociedad dividida tenemos que definirnos. No podemos ser neutrales. No se puede ser amigo del que causa el dolor y del que lo sufre. No se puede servir a dos señores. Con el Evangelio en la mano no nos queda otra opción. Esto no va a ser fácil, ni cómodo, ni comprendido por muchos».

Como rezaba el titular de portada de ABC de Sevilla del 10 de febrero de 1995: «Andalucía llora la muerte de Diamantino». En efecto, lo lloraron todos los políticos y sindicalistas, pero, sobre todo, los sencillos, los humildes, los braceros. El arzobispo Amigo resaltó su fidelidad al sacerdocio; sus feligreses, la fidelidad a la causa obrera.
Chaves le había concedido dos años antes la medalla de plata de Andalucía en reconocimiento a su tarea. Pero todos tenían la certeza de que Diamantino era de oro.
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