entrevista
Emilio Vara: «El día antes de morir Francisco Moreno le dijo a su hijo que no se olvidara de darle el salchichón de Riera que le encargó un futbolista del Betis»
El encargado de Casa Moreno desde hace 33 años dice que los antiguos taberneros de Sevilla no disfrutaron del dinero que amasaron con tanto sacrificio y dedicación: «La segunda generación empezó a disfrutar un poco y la tercera es la que se está hartando y va a todas las finales del Sevilla»
«La gente me pide a mí la cuenta para que se la haga a mano con una frase dedicada»
«La vida es la barra de un bar y aquí me entero de muchas más cosas que viendo el móvil, la tele y los periódicos»
Sevilla
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Iniciar sesiónEmilio Vara, que acaba de cumplir 55 años, es un camarero muy especial, como lo es el modo en que esta entrevista se realiza. Se hace en Casa Moreno, en pleno casco histórico de Sevilla, su «oficina» desde hace 33 años, una tienda ... de ultramarinos que tiene un bar en la trastienda en la que este hombre se pasa casi todo el día. Emilio, que es un maestro de la escucha desde que empezó a trabajar con 17 años («me gusta más escuchar que hablar porque la vida es la barra de un bar»), contesta a las preguntas del periodista como si fueran disparos, desde el otro lado de la barra, y cruza también palabras y dardos (el dardo en la palabra) con clientes espontáneos que toman su café o su vino junto a nosotros. Todos los que vienen aquí, los habituales y los eventuales, lo conocen (o acabarán conociéndolo) porque este camarero-poeta de mecha rápida, que acabó el COU y quería hacer Historia o Periodismo, construye frases geniales en su cabeza, que escribe sobre la cuenta de los clientes o sobre un trozo de papel y pega luego en las paredes del bar entre el beneplácito de la parroquia. Esas paredes de la trastienda de Casa Moreno son un fabuloso compendio de sabiduría popular, la que sólo se destila con el paso del tiempo junto a botellines, manzanillas y carajillos que desatan el ingenio. Es miércoles, son las 11,45 de la mañana, y la conversación fluye entre café y café, entre una Cruzcampo y otra, entre un montadito de lomo en manteca y otro de sobrasada con queso, porque nadie descansa, bebe o come en Sevilla a la misma hora. Lo que sí está garantizado en el bar de Emilio es que te entregará la cuenta en un papel escrito de su mano, con una bella caligrafía de números regios, dibujos de adorno (el puente de Triana, un corazoncito) y una frase dedicada. «Hay gente que estas cosas las colecciona», dice.
-Dice Rogelio Trifón, de la Flor del Toranzo, que los taberneros de Sevilla tienen tanto dinero porque no tienen tiempo para gastarlo.
-Los taberneros antiguos no quieren que sus hijos estén aquí porque es un trabajo muy sacrificado. La mayoría de los que han hecho dinero no han gastado nada por esa razón, salvo en las carreras de sus hijos, los que han querido. Este es un negocio que te da seguridad pero que tiene un precio, esa falta de tiempo y lo que te duelen los pies, la cintura, las rodillas, los tobillos. Vas al médico y te dice que dejes de trabajar, pero eso no es posible. Y a mí me gusta esto.
-¿Viene a menudo dopado a trabajar?
-Sí. No hay más remedio. Está la viagra que es «para-hacer-el-amor» y el paracetamol, que es el que me sirve a mí para estar aquí todos los días. Y con los años todo va a peor.
-Casa Moreno es una tienda de ultramarinos con un bar. De las poquísimas que quedan en Sevilla.
-Sí, quedamos poquísimas. Pero las tiendas de ultramarinos antiguas, las de nuestros abuelos, son los chinos actuales. El abuelo de Casa Moreno, Francisco Moreno, comía sentado aquí en una caja de cerveza de madera. Y las uvas en Nochevieja las tomaban aquí a las dos de la madrugadaa porque la gente bajaba esa noche a comprar aquí porque se quedaban sin hielo, sin vino o sin champán. A las dos cerraban la tienda, se reunían con los hijos y se tomaban las uvas con una cacerola. Y así amasaban billetes. Como los chinos de ahora.
-Pero no podían disfrutar de esos billetes que con tanto esfuerzo ganaban...
-No. Y cuando se jubilaban por fin, les salía un cáncer o un problema de circulación y se los llevaban por delante. El padre de Francisco, el antiguo dueño, se jubiló en septiembre de hace cuarenta años, se fue a la playa, echó sangre en el váter y el 20 de diciembre, en Navidad, estaba muerto de un cáncer de colon. Pues se estaba muriendo el hombre y el día antes de morirse, estando en la cama, le dijo a su hijo: «Acuérdate de darle mañana el salchichón de Riera a Quijano, el jugador del Betis». El hombre murió al día siguiente y Casa Moreno puso el letrero en la puerta de «cerrado por defunción»,´y su hijo le contó a Quijano, cuando fue allí, que su padre había muerto. Y luego le entregó el salchichón de Riera: «Me dijo mi padre ayer que no se olvidara de dártelo».
-¿Su hijo se retiró antes?
-Sí, un poco antes, con 62 ó 63 años. Yo soy de esa escuela de taberneros, es lo que he visto y me han enseñado. Creo que la segunda generación de estos taberneros es la que ha empezado a disfrutar del dinero que ganaron (días libres, descanso los domingos) y la tercera, la actual, es la que se harta de disfrutar. A esa generación no le falta de nada y van a todas las finales del Sevilla.
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