En las entrañas del Alcázar más oculto
Sevilla
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Iniciar sesiónABC descubre los rincones secretos del Palacio Real de Sevilla paseando por los pasadizos, galerías subterráneas, patios, terrazas, fuentes, arcos y frescos en un viaje en el tiempo desde el siglo I hasta el XX
Ocho historias secretas del Alcázar de Sevilla
'El Alcázar oculto', un podcast para descubrir los tesoros escondidos del Palacio Real más antiguo de Europa
Al final del julio ardiente hay una tregua de fresco cuando el sol se levanta por la Alcazaba. La rutina se reinicia en el sitio donde nace Sevilla, en un promontorio que estuvo bañado de cerca por el río, donde se asentaron los fenicios y ... sobre el que se afincaron todas las civilizaciones que forman el árbol genealógico de la ciudad. Llegamos al Alcázar.
En el Apeadero espera Manuel Hurtado, el director de Actividades Culturales del palacio, para guiar a ABC en un viaje en el tiempo y a la inversa del que harán los 5.000 visitantes que para ese día compraron la entrada, para descubrir sus pasadizos, galerías subterráneas, criptas, los patios y terrazas ocultos. Desde los cimientos hasta los miradores, desde el siglo I al XX.
Todo empieza bajo el Patio de Banderas, origen de la ciudad. Se abre el vallado que esconde la escalera hacia la cripta. Tras la puerta se descubre un espacio en semipenumbra donde sobrevive la Ispal fenicia y la Híspalis romana y visigoda. Allí se encuentran los hornos de cocina del neolítico y las columnas con capiteles que formaban el sótano de lo que fue una gran basílica junto al puerto imperial. Todo este espacio es apenas un 15% del total, que ocupa la superficie el Patio de Banderas y que se tapó para que, en un futuro, pueda descubrirse al completo.
De Híspalis a Ishbiliya. Junto a la nueva taquilla habilitada en el Apeadero hay una puerta enorme escondida en un chaflán del extremo suroeste del Patio de Banderas. Es la que da acceso a las casas 7 y 8, que esconden el primitivo palacio del rey taifa y poeta Al-Mutamid. Tras el patio se encuentra una enorme casa ya restaurada y perfectamente habilitada para la visita cultural que pretende poner en marcha el Alcázar después de comprar este espacio a Hacienda. Allí aparecieron dos arcos geminados enmarcados por un alfiz que conservaban la decoración original del siglo XI, con un castillo y un león porque fueron modificados por San Fernando, lo que confirmó el hallazgo tras el carbono14. Este espacio, con varias salas diáfanas adornadas por columnas y capiteles, está preparado ya para albergar el centro de atención a visitantes del Alcázar. Tiene un sótano donde se encontraba la bodega de la casa con pasillos subterráneos; y, arriba en la terraza, una visión insólita de la Giralda y la torre medieval.
El palacio almohade
Andrea Navagero, el embajador veneciano que estuvo invitado a la boda de Carlos V en Sevilla en 1556, escribió del Alcázar: «Tiene un patio lleno de naranjos y limoneros hermosísimos, y dentro otros apacibles jardines, y en ellos un bosque de naranjos donde no penetra el sol, y es quizá el sitio más apacible de España». Describe el jardín rehundido almohade que está bajo el actual Patio del Crucero, un auténtico edén para huir del calor que acabó con la alberca cubierta cuando Alfonso X construyó el Palacio Gótico -los Baños de María de Padilla- y, tras el terremoto de Lisboa, en el siglo XVII, se cegó al completo con rellenos por el arquitecto Sebastián Van der Borcht.
En imágenes, viaje al interior del Alcázar más oculto (II)
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Aquel patio islámico, en realidad, sigue existiendo. Hasta allí se accede por los Baños de María de Padilla, a cuyos lados hay unos pasadizos cerrados. Al acceder a ellos, aparecen estancias que guardan los restos arqueológicos hallados en el Alcázar -ánforas y azulejos- y unos pasillos que rodean la alberca cuyas paredes se decoraron con extraordinarias pinturas al fresco creando un programa iconográfico de los doce signos del zodíaco. Es el homenaje que Felipe II quiso brindar a sus padres tras su boda en Sevilla, junto con el recubrimiento cerámico del Palacio Gótico. Al final del estanque se halla una fuente de estilo grutesco que antaño emanaba chorros de agua formando una cascada hacia los baños, y coronada por una espectacular cúpula nervada y policromada. A ambos lados se encuentra el único espacio al aire libre que queda de lo que fue aquel patio, con sus arcadas islámicas y paredes pintadas al frescos.
Aquella descripción del embajador veneciano sirve de apoyo al Alcázar en su petición a la Unesco para que apruebe un proyecto ya antiguo para derribar los rellenos y recuperar aquel patio almohade alrededor de los baños.
Donde sí se conserva el único jardín almohade de toda Europa es en el edificio que es sede de la Delegación del Gobierno de la Junta de Andalucía, que esconde un espacio intacto, con sus paños 'sebka' como los del Patio del Yeso y los canalones que convergen en la fuente central, revestida de policromía.
Desde el Alcázar sólo se tiene perspectivas en altura desde el Salón Militar, un edificio que usó Franco para su guardia mora y que está en desuso, aunque conserva estancias como la que guarda la impresionante chimenea que fue del palacio de los Sánchez-Dalp.
El paseo de ronda
Desde el control de entrada de la Puerta del León se accede a la escalera de caracol que sube hasta la torre y el paseo de ronda, con unas vistas imponentes a la Catedral. Toda la muralla del Alcázar está conectada por un pasillo entre el almenado y por el que se sube a los puestos de vigía. En la torre del León, donde está el mástil con la bandera de la ciudad (o el Pendón Real cuando está el Rey), se aprecia el matacán, la abertura de la piedra por donde se arrojaba aceite hirviendo a los enemigos.
También, en la otra punta, desde el estanque de Mercurio se puede subir a la logia de Carlos V y la galería del Grutesco, que ya es visitable y se pretende ampliarlo a todo el resto de murallas. Arriba de este espacio se hallan las cubiertas del Gótico, una azotea donde que tiene las mejores vistas de los jardines, de la Giralda y donde casi se toca el lucernario que diseñó Van der Borcht para dar luz al Salón de los Tapices.
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Javier MacíasEn sus diez siglos de vida, los cimientos, las ruinas y los muros han sido testigos de grandes aventuras
Bajando, y cruzando la puerta de Marchena, llegamos a la cafetería. Anexa a la muralla hay un un arco de herradura que conduce al corredor subterráneo que va bajo el Callejón del Agua, y que forma la barbacana de las defensas. Es larguísimo, tiene unos 700 metros, conectando este extremo con la Plaza Alfaro. Es el principio y el final de este recorrido por el Alcázar que nadie ve... y que algún día se abrirá a la ciudad.
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