El descuartizador del Arenal que regó de muerte el río Guadalquivir
crónica de sevilla en negro
En septiembre de 1903, un barrendero sacaba del agua dos sacos que contenían restos humanos. En las siguientes horas fueron apareciendo más trozos hasta descubrirse quién era la víctima y su asesino
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Sevilla
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Iniciar sesiónHay sucesos capaces de sobrevivir a un siglo, formando parte de la historia local. El descuartizador del Arenal se recuerda hoy en día en rutas turísticas que recorren el casco histórico de Sevilla a través de sus crímenes más sonados. El que protagonizó ... Miguel Molina hace 120 años detiene a sus visitantes en la zona de San Lorenzo y en el barrio del Arenal. Entre las calles Pascual de Gayangos y General Castaños se perpetró un atroz asesinato que regó de sangre (literal) el río Guadalquivir. Ocurrió en septiembre de 1903.
Un barrendero fue el primero que sacó dos bultos del agua de aspecto sospechoso. Lo que no pensaba aquel hombre al abrir las bolsas es que en el interior iba a encontrarse varios trozos de un cuerpo humano. El río escupiría después más restos para horror de un vecindario que tenía como única fuente de información a los periódicos de la época, que apostaban más por la literatura que por el relato de los hechos ante la falta de datos.
El 11 de septiembre (viernes) ABC titulaba en su edición nacional «Crimen horrendo en Sevilla«. La información iba acompañada de dos fotografías de enorme crudeza: en unas se veía a la comitiva judicial delante de unos restos humanos y al lado, una cabeza deformada. Se trataba de Cayetano Álvarez, vecino del número 34 de la calle Pascual de Gayangos. El cuerpo que había aparecido por trozos en el río ya había sido identificado gracias a un guardia municipal que al ver el rostro mutilado lo relacionó con un trabajador ferroviario. No estaba del todo seguro porque esa persona era bizca pero alguien se había preocupado de borrar ese rasgo identificativo. El cadáver tenía los ojos destrozados.
Cuando la Policía acudió a la vivienda de ese empleado para saber si estaba vivo, los vecinos confirmaron que llevaban varios días sin verlo y que su familia se había marchado a toda prisa de la vivienda. Los agentes supieron, además, que en ese domicilio donde residía Cayetano con su esposa, su hija de 5 años y su cuñado, eran habituales las broncas. Las sospechas iban cogiendo forma.
Los agentes localizaron a la esposa de la víctima, Dolores, y a su hermano Miguel en una vivienda del número 17 de la calle General Castaños. Aunque inicialmente el cuñado del difunto no abrió la boca, finalmente acabó confesando. El fin de semana anterior a esa publicación (4-6 de septiembre) se había cometido el asesinato en la vivienda que compartían en Pascual de Gayangos. Miguel Molina detalló que la noche del viernes aprovechó que estaba Cayetano durmiendo para darle un martillazo en la cabeza y matarlo. Después alquiló deprisa y corriendo otra habitación en la calle General Castaños, en el barrio del Arenal, donde trasladó el cadáver en un baúl y allí lo despiezó para poder deshacerse de él. Fue sacando poco a poco los restos en bolsas y sacos y los fue arrojando al río.
Los dos hermanos fueron condenados a pena de muerte pero finalmente sus recursos prosperaron y acabaron sentenciados a cadena perpetua
¿Qué movió al asesino a matar a su cuñado? Miguel Molina aseguró que había decidido acabar con la vida de Cayetano porque no trataba bien a su hermana Dolores. La prensa especuló mucho con un detalle que se filtró pronto: los hermanos dormían en una habitación mientras que el fallecido lo hacía en otra. El matrimonio hacía vidas separadas. Un periodista del Noticiero Sevillano se entrevistó en la cárcel con el detenido, al que llegó a describir como «un ser degenerado incapaz de albergar ideas nobles«. Este reportero le preguntó abiertamente si mantenía una relación con su hermana; lo que el asesino tachó de «habladurías». Lo cierto es que la estrecha relación que mantenían los hermanos era motivo recurrente de los conflictos familiares.
Dolores fue detenida también como cómplice. Los cortes practicados en el cadáver llevaban a la conclusión de que Miguel había tenido ayuda; si bien el asesino intentó desde un primer momento desligar a su hermana del caso. Incluso poco antes de que arrancara el juicio, escribió desde su celda una carta insistiéndole al fiscal que Dolores no había tenido nada que ver.
La prueba que faltaba, el baúl donde había sido trasladado el cuerpo de Cayetano de una vivienda a otra fue encontrado en el piso de un amigo del asesino que por aquellas fechas estaba fuera de Sevilla. Una circunstancia que aprovechó Miguel para abandonar una pieza incriminatoria de primer nivel. Cuando lo abrieron hallaron dentro dos cuchillos de carnicero y la ropa de la víctima.
Los hermanos fueron condenados a pena de muerte. Cuando llevaban varios meses en prisión esperando a ser ajusticiados mediante garrote vil, recibieron la noticia: habían logrado que los tribunales conmutaran sus condenas a cadena perpetua.
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