de la misa la media
Ceniza en la octava de Pascua
Iglesia en Sevilla
Falló la asamblea. Cuánto camino nos queda para descubrir que la eucaristía, antes que nada, hace Iglesia porque la Iglesia la celebra
Sevilla
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Iniciar sesiónMisa en la parroquia de la Concepción Inmaculada (Nervión)
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Fecha: 1 de abril
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Hora: 20.00 horas
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Asistencia: unas cuarenta personas
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Preside: Nino Joseph Nesayyan Agatha
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Exorno: flores blancas
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Música: grabada, en la comunión
Una misa nunca puede ser decepcionante porque es tan grande el misterio que se celebra que por mucho que lo arruinemos los hombres, seguirá siendo inabarcable. Pero esta, el lunes de Pascua en la parroquia de la Gran Plaza, resultó fría y rutinaria como si ... no estuviéramos estrenando el tiempo litúrgico de la alegría desbordante y el gozo inenarrable que nos trae el Resucitado. El Camino Neocatecumenal vive allí una vigilia pascual muy renombrada por lo que el cronista supuso que de aquel fuego del sábado por la noche aún quedarían los rescoldos, pero lo que se encontró fueron cenizas.
Y no porque el vicario parroquial, nacido en el estado indio de Kerala hace 35 años, no pusiera de su parte. Al contrario, de movimientos lentos y armoniosos, con una dicción casi perfecta, con una concentración que pocas veces se ven en nuestros templos y con detalles de verdadero celo: siguió con la mirada a un comulgante mayor vestido de forma atrabiliaria hasta que se metió en la boca la hostia que había recibido en la mano y se acercó a dar la comunión a una señora con bastón a la que el reclinatorio le estorbaba para cuadrarse ante el celebrante.
Le faltó una palabra homilética, aunque fuera mínima, para desarrollar el Evangelio de la visita de las mujeres al sepulcro vacío, tan bello en su formulación mateana. Bien iluminado el presbiterio, megafonía estupenda, ayudado en el servicio del altar, ¿que falló?
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Falló la asamblea. Cuánto camino nos queda para descubrir que la eucaristía, antes que nada, hace Iglesia porque la Iglesia la celebra. No es un ejercicio piadoso individual en el que cada quien se asocia al sacrificio incruento sobre el altar sino expresión de un cuerpo místico a cuya cabeza celebra el sacerdote en persona de Cristo. Y ese cuerpo tiene que moverse, responder y actuar al unísono. Más si estamos en Pascua.
Pero resultaba imposible. Primero, porque estaba muy desperdigado por la nave del templo, como si estuviera desmanganillado. Y después porque andaba tan distraído o absorto o ensimismado, que costaba la misma vida que se escuchara rotundo el amén del final de la doxología o la réplica de la oración de los fieles. En especial, había uno cuya voz era perfectamente audible (quizá el único) que se empeñaba en añadir coletillas en cada respuesta y del 'te rogamos, óyenos' acabó en 'te rogamos, óyenos Padre, escucha y ten piedad'.
Los fieles expresan su comunión -reforzada y aumentada por el reparto del Cuerpo de Cristo- no solo de palabra respondiendo lo mismo a la vez, sino también con sus gestos, pero cuando cada cual se levanta o se arrodilla o se yergue según le parece, mal vamos. Y si entran hasta ¡tres personas! en el momento solemne de la consagración y una se dedica a recorrer el pasillo central en busca de asiento… Vale que te confundas de hora y llegues tarde, vale que no te importe haberte perdido el banquete de la Palabra, pero perturbar la epíclesis (cuando el sacerdote impone las manos sobre las ofrendas en el altar) con semejante paseíllo…
Así que la misa acabó sin que apareciera por ningún lado esa alegría que debe iluminar nuestras iglesias estos días lo mismo que el cirio pascual: nada de leer la secuencia de Pascua de forma mecánica, sin marcar convenientemente el acento de los heptasílabos o enredándose (este fue el caso) en los lienzos enrollados de la «mortaja»; nada de responder con el piloto automático; nada de ir cada uno por su lado. ¡Que es la octava de Pascua, hombre! ¿Qué hubiera dicho alguien alejado de la fe que nos hubiera visto celebrar de manera tan desganada el mayor acontecimiento de la historia, tan grande que lo repetimos ocho días seguidos? Pues eso: aventemos las cenizas y que arda la luz del Que hace nuevas todas las cosas. También la misa, aunque sea de diario.
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