EL PASEANTE
De casetilla en casetilla y compro porque es Navidad
Durante el tiempo navideño, los tenderetes ocupan un buen número de plazas del Centro
Sevilla
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Iniciar sesiónLas luces y los adornos no son lo único efímero del tiempo navideño. Proliferan -y de qué manera en los últimos años- casetillas y tenderetes repartidos por la mayoría de las plazas del Centro histórico, convertidas supuestamente en «típicos» mercadillos navideños como los ... que son motivo de atracción turística en muchas ciudades del septentrión europeo. Hay que esperar a que pasen los Reyes Magos para que desaparezcan los tinglados, los tiovivos y los puestos de feria a los que se otorga licencia de ocupación de la vía pública durante el mes de diciembre y los primeros días de enero.
Todas las ciudades otorgan licencias de ocupación para estos mercadillos provisionales que tiñen de colorido las tardes navideñas y sirven de distracción para paseantes como un reclamo más de la visita al Centro iluminado. Pero la proliferación desordenada y la falta de un criterio sobre la mercancía de oportunidad que se puede poner a la venta origina una situación única como la que se vive en Sevilla.
En realidad, mercadillo navideño como tal sólo merecería llevar ese nombre la Feria del Belén que se instala mucho antes de que dé comienzo el Adviento en la calle Fray Ceferino González, arzobispo decimonónico cuyo recuerdo se salva por su inclusión en el itinerario de regreso de las cofradías que giran al oeste al salir de la Catedral. En tiempos, justo en esa zona se organizaban las tómbolas de la Asociación Sevillana de Caridad, añeja institución de fundación municipal debida a los buenos augurios del concejal Carlos Cañal.
Allí, los belenistas pueden hacer acopio de figuritas y accesorios para los nacimientos con precios para todos los bolsillos. El más oneroso, sin embargo, lo paga la ciudad: las vistas de su primer monumento, la Catedral, y el acceso al «mejor cahíz de tierra» declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco quedan distorsionadas con la sucesión de casetas modulares desde el 28 de octubre hasta el 22 de diciembre pasados: casi dos meses.
Peor es la situación en la Plaza Nueva, donde se instala durante el periodo navideño el Mercado de Artesanía, un inteligente y reputado escaparate para los creadores y artesanos de toda España en un sitio inmejorable. Tan inmejorable que todos se lo disputan. Este año, los artesanos lo han ocupado desde el viernes 16 de diciembre hasta el 5 de enero, ya en 2024. Pero antes de los productos hecho a mano, la plaza que viene a ser como el salón de la ciudad estuvo ocupada por los libros viejos y de segunda mano (que van ya por la 46 edición) entre el 17 de noviembre y el 9 de diciembre. Y antes de eso, por los libros nuevos en la Feria del Libro de Sevilla, entre el 26 de octubre y el 5 de noviembre.
Descontados los días de montaje y desmontajes, acotados con vallas por la seguridad de los viandantes, resulta que la Plaza Nueva no 'descansa' en el calendario festivo de la ciudad desde finales de octubre hasta ahora en que le den un respiro antes de volver a instalar casetas, aseos portátiles y módulos prefabricados para la Semana Santa.
Otro tanto cabe decir de la Alameda, el enorme espacio de uso público tenido por el más antiguo de Europa en pleno corazón de la ciudad. Con el agravante de que es su propia extensión lo que la convierte en receptáculo de las ideas más peregrinas. Afortunadamente, pasaron los tiempos de los camellos, los viajecitos en tren y otras atracciones feriantes, pero no faltan en Navidad las casetas de productos supuestamente navideños y un carrusel junto a las basamentas enrejadas de los Hércules de la Alameda.
La Alameda porque es muy grande y «ahí cabe de todo» y la Magdalena porque es muy recoleta pero estratégicamente situada en el entorno más comercial, pero ninguna de las dos plazas públicas se libran de los tenderetes y los puestecillos en Navidad. La remodelación de la plaza, sufragada por los propietarios del hotel de lujo establecido, ha salvado de la degradación implacable de la zona, pero a cambio de ciertas concesiones como esta moda de los mercadillos navideños con mejor estética por fuera que por dentro de los puestos. Claro que en cuestión de gustos es imposible ponerse de acuerdo.
A esta sucesión de casetillas hay que sumar la proliferación de puestecillos de verbena en muchas esquinas ofreciendo al viandante algodón de azúcar, churros con chocolate o cualquier otro producto de consumición siquiera remotamente relacionado con el tiempo navideño.
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