Entre Caná y Emaús, el Corpus Christi

La conexión entre la parroquia Santa María de Caná, los retiros de Emaús y el Corpus la establece el sacerdote Jesús Higueras, que entra diariamente en muchos hogares españoles a través del programa 'Palabra de vida', un sucinto comentario de menos de cinco minutos del Evangelio de cada día en Trece TV antes de la retransmisión de la misa. El padre Higueras ha estado dando ejercicios espirituales lunes y martes en la parroquia del paseo de la Palmera a una nutrida audiencia (abrumadoramente femenina) en torno al diálogo de Nicodemo con Jesús del capítulo 3 del Evangelio de San Juan.

Y el lunes por la noche, don Jesús aprovechó la ocasión para presidir la eucaristía de diario en el Corpus. De diario en el calendario, porque el templo estaba repleto con 'caminantes de Emaús', que es el sobrenombre que se conceden quienes han hecho estos retiros, hombre y mujeres por separado.

La mayor enseñanza de Jesús Higueras es que se puede celebrar una misa de diario con su homilía y todo y una comunión general que duró ocho minutos en media hora sin deslucir la liturgia ni perder unción. ¿Acelerado? No lo parecía en absoluto. ¿Presto? Por completo. Y si hay que pisar al coro en el oremos final, pues se deja de rasguear la guitarra, el diácono despide a la asamblea (aunque se quedaron en el mismo sitio para la reunión con los grupos de Emaús) y aquí paz y después gloria.

El cura de la tele (honor en el que ha sucedido al padre Mundina y su sabiduría botánica, a nuestro llorado Javierre y hasta Javier Alonso en la cadena de los obispos) es muy estricto con los tiempos de homilía y no duda en señalar el reloj con gestos ostentosos desde los pies de su parroquia si el predicador se extiende más allá de los nueve minutos que el Papa Francisco ha señalado como suficientes para sermonear.

En Sevilla dio una clase (magistral) práctica: en menos de tres minutos había despachado la homilía hilvanando el milagro de Cafarnaúm y el de los retiros de Emaús: «Para que suceda un milagro, el requisito es que el que lo pida tenga fe. Los retiros de Emaús son un milagro pero hace falta tener fe y el milagro más grande es la conversión del corazón, que es poner tu libertad al servicio de la Verdad, el Bien y la Belleza».

Fueron no más de siete u ocho frases bien trenzadas («la fe es el convencimiento del poder de la palabra de Dios») con mucho sentido y una dirección clara, la invocación final para que «Jesús me dé más fe y más gracia». Todo dicho desde el atril, reservando el ambón para la proclamación de las lecturas.

El celebrante dio ocasión de traer en silencio la intención personal de cada uno en la oración de los fieles en un tono intimista que contrastó luego con su epifanía tonante al pronunciar la fórmula consecratoria sobre las especies eucarísticas: si quedaba alguien dormido, lo despertó.