Atribuyen el retablo de la Magdalena de la Catedral de Sevilla al taller de Alejo Fernández tras su restauración
Un estudio realizado sobre el altar permite la atribución de las pinturas del mismo al artista renacentista y sus colaboradores
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Iniciar sesiónLa restauración efectuada sobre el retablo de Santa María Magdalena de la Catedral de Sevilla, que culminó el 25 de octubre de 2024, ha permitido arrojar luz sobre su origen y autoría, o al menos abrir nuevos caminos que ayuden a conocer mejor su ... historia. Así lo muestra un estudio de Rafael de Besa, Paloma Maza, Marta Pertejo y Ana Isabel Gamero, conservadora del Patrimonio del Cabildo Catedral.
El altar se localiza junto al acceso a la Giralda, en la parte interior de la Puerta de Palos, y no logra poner de acuerdo a los expertos en lo relativo a su datación y cronología. Su pésimo estado de conservación y los numerosos repintes complicaban estudiar en profundidad el conjunto, aunque ya había voces que sugerían la posible participación del maestro Alejo Fernández, a cuyo taller atribuye este grupo la realización del retablo tras haberlo analizado formalmente al término de la restauración, ya sin los repintes que distorsionaban la apreciación de las tablas.
Tal y como señala el estudio, todas las fases de actuación se apoyaron en los estudios practicados, tales como caracterización de materiales con análisis de micromuestras de pintura, radiografías y fluorescencia ultravioleta. Las pruebas radiográficas han mostrado arrepentimientos en la tabla de San Bernardo que originalmente portaría el báculo en la mano contraria. En la Santa Catalina de Alejandría se ha podido observar la forma original de las manos y el libro, permitiendo esto eliminar los repintes que las habían reducido a una ínfima calidad. También se ha podido localizar su atributo de la rueda, que luce de forma tímida en un segundo plano, así como una mejor apreciación del personaje pagano al que pisa, sobre todo en ojos y vestimenta. Se estucaron y enrasaron las lagunas, reintegrándose el color con una base de acuarela y terminación de pigmentos al barniz, empleando en todo el proceso un criterio diferenciativo (rigattino) que establece a corta distancia discernibilidad con la pintura original.
Los autores comparan a nivel técnico el retablo de Santa María Magdalena con una obra documentada de Alejo Fernández de muy cercana cronología: el de la parroquia de San Juan de Marchena (1521-1533). La comparativa ofrece sólidos paralelismos entre la técnica y los materiales empleados en las tablas de Marchena y las de la Catedral hispalense.
Como soporte se emplean maderas nobles muy similares. En el retablo de la Magdalena son de nogal, mientras que las de San Juan son de castaño, maderas con ciertas características parecidas y una estabilidad adecuada. En lo relativo a la técnica constructiva, se emplean uniones entre tableros reforzadas con estopa y embarrotado posterior, con clavos insertados desde el anverso. El aparejo se realiza con una primera capa de molienda más gruesa de sulfato cálcico (yeso) y cola animal seguida de otra con el grano más fino. Para la capa pictórica, en ambos casos, se aplica una base negro-grisácea al temple, sobre la que se suceden capas de pintura al óleo. Las carnaciones se construyen de forma muy similar, sobre capas de pintura grisácea rematadas por veladuras rosadas.
Historia del altar
El retablo de Santa María Magdalena se ubica bajo un arcosolio, parte de la obra dirigida por Juan de Hoces en torno a 1481. Juan de Hoces está documentado como cantero desde 1462 y desde 1488 figura en solitario como el maestro mayor de la Catedral hasta su muerte en 1496. La primera referencia sobre el altar la proporciona Diego Ortiz de Zúñiga, señalando que aquel espacio era fruto de una dotación de capellanía por parte de Pedro García de Villadiego y su esposa Catalina Rodriguez en 1537. Loaysa amplía este dato con la información del tributo dado de 16.000 maravedíes a la fábrica, así como de la inscripción de la lápida.
Durante años se generó un debate en torno a la autoría del retablo debido a que Ceán Bermúdez, en su obra dedicada a la Catedral, lo atribuyó al pintor Gonzalo Díaz y fechó en 1499. En los primeros años del siglo XIX, el retablo ya estaba deteriorado. Tal y como detallan los autores del estudio que ahora se ha publicado, los datos aportados por Ceán fueron repetidos sistemáticamente y sin contrastar por otros como Colón y Colón o Félix González de León. Dicha atribución a Gonzalo Díaz, que trabajó en la Catedral en el dorado de la peana del retablo mayor, es conflictiva, al ser muy pocas las obras conservadas y estar realizadas en su mayoría junto a Nicolás Carlos.
Quien dio el dato clave sería Narciso Sentenach al decir que «Gonzalo Diaz pintaba en 1499 el retablo antiguo de la Magdalena, que ha desaparecido». En efecto, debió existir un primer retablo ejecutado por Gonzalo Diaz en 1499 y, como planteó Recio Mir, terminó siendo desechado tras la dotación de capellanía de 1537. El trabajo en el Archivo de la Catedral ha permitido la confirmación de esta hipótesis. En los autos capitulares de 1499 el 18 de enero se halla una orden de ejecución de un retablo al mayordomo. Seguramente fuera un retablo pequeño y humilde. La ejecución del encargo debió ser en el mismo año de 1499, en cuyo mes de septiembre se hizo un pago a Gonzalo Díaz.
Alejo Fernández y ayudantes
Aunque los autores no han podido localizar el contrato de ejecución del retablo, debido al mal estado, deterioro y pérdida de documentación en el archivo de protocolos notariales en las fechas dadas por el escribano que se encargaría del mismo, el profundo estudio realizado apoya su atribución a Alejo Fernández junto a alguna figura de su taller o entorno, decantándose por Juan de Mayorga por cronología y cercanía al maestro.
Por calidad, factura y rasgos estéticos, la hipótesis es que la ejecución de las figuras de las tablas principales, es decir, las seis frontales, corresponden a Alejo Fernández. En el caso de la que da nombre al retablo, el Noli me tangere, las figuras del Cristo Resucitado y de María Magdalena, están completamente repintadas en el siglo XIX por Juan de Escacena.
Asimismo, aprecian destellos del talento de Fernández en los paisajes de los fondos, especialmente en arboledas y arquitecturas, que evocan directamente otras obras suyas, tales como la Anunciación del Museo de Bellas Artes de Sevilla. Sin embargo, hay aspectos irregulares que sugieren la participación de un ayudante, como se percibe en la estancia de la Anunciación, que no está a la altura de las figuras protagonistas.
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