EPISODIOS LOCALES
El arzobispo mendigo
Hace 120 años, en medio de una de las hambrunas más terribles en el agro andaluz, Marcelo Spínola se echó a la calle a pesar del calor a pedir para los braceros que no tenían qué comer
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Iniciar sesiónEn agosto de 1905 tuvo lugar una de las escenas más insólitas del siglo XX en Sevilla: todo un arzobispo, envuelto en ropajes propios de su dignidad (manteo y capelo), pidiendo limosna por las calles. A falta de imágenes fotográficas, tenemos esta instantánea debida a ... la pluma de Santiago Montoto: «Iba destocado; sobre sus hombros llevaba la capa morada de lanilla; el sol lo abrasaba; el sudor bañaba su rostro, lívido, sofocado por el calor agosteño; en los labios, su inefable sonrisa; su caminar era lento; andaba por las calles céntricas y por los barrios bajos; entraba en los palacios y bajaba a los tugurios; visitaba casinos y entraba en las tabernas. En todas partes tendía su mano esquelética pidiendo para los pobres hambrientos, y en todas partes ni uno solo le negó el consuelo que pedía».
La reseña periodística en ABC del 22 de agosto no era tan vívida: «El arzobispo, Sr. Spínola, ha recorrido hoy las calles del centro de la población, acompañado de los individuos de la Junta central de socorros, pidiendo limosna para los obreros, y han obtenido buena recaudación».
Spínola se ganó el apodo de «arzobispo mendigo» que lo acompañó hasta su muerte al año siguiente, poco meses después de que el Papa San Pío X lo crease cardenal. Su fama de santidad lo ha llevado a los altares como beato y su fama caritativa lo ha llevado al corazón de los sevillanos. No fue sólo una cuestación puerta a puerta, sino que organizó, en aquel pavoroso verano tras una gravísima sequía, cocinas económicas para paliar la escasez generalizada del rebaño hambriento en la tierra feraz. El mismo, como senador regio, había suplicado al ministro de Agricultura, el conde de Romanones, que pusiera en marcha obras prometidas –una suerte de empleo comunitario 'avant la lettre'– para que los braceros pudieran ganarse el jornal.
El arzobispo sevillano fue un firme defensor de la doctrina social expresada por el Papa León XIII en la 'Rerum novarum', como sostiene el catedrático de Historia Contemporánea José Leonardo Ruiz, uno de los más acreditados estudiosos de su vida y su obra.
La situación en el agro andaluz aquel agosto de 1905 era singularmente complicada. Hasta Madrid (todavía no existía la edición de ABC de Sevilla) llegaban los ecos del quejío andaluz. Había noticias de asaltos y robos en Lebrija, Écija, Fuentes de Andalucía, La Campana… En Écija, donde se contaban «más de diez mil pobres hambrientos», se había producido el asalto de dos despachos de pan. En Osuna, los propietarios se encerraron en sus casas atemorizados hasta que la Guardia Civil desplegó 70 números. En Estepa, unos mil obreros sin trabajo, «amotinados», impidieron que trabajaran los braceros en la carretera a Herrera «exigiendo que se diera trabajo a todos o a ninguno».
Bajo el epígrafe 'La cuestión obrera', se agrupaban las noticias del conflictivo agosto: las del día 23 hacían mención de que el cardenal Sancha (primado como arzobispo de Toledo) había enviado mil pesetas para paliar la situación en Carmona; los empleados del Crédito Lionés (sic) y la sucursal del Banco de España habían ofrecido al arzobispo Spínola un día de salario para socorrer a los «obreros necesitados» y un telegrama de la Guardia Civil de Fernán Núñez (Córdoba) daba cuenta de que «unos cuarenta obreros se dirigieron al cortijo de Pilas, matando una gran cantidad de aves para comer».
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