oncología pediátrica del Virgen del rocío
Ana, la maestra de niños con cáncer en Sevilla: «Cuando entré, nadie quería el puesto, pero esto engancha»
Reconoce que llegó a la Unidad de Oncología Pediátrica del Virgen del Rocío por casualidad y sólo pensaba quedarse un año y ya lleva casi 30. «Era la última de la lista pero todas las aspirantes que me precedían renunciaron cuando supieron que su trabajo era en Oncología»
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La profesora Pepi López Bayona, los doctores Gema Ramírez y Eduardo Quiroga, y Ana Delis, la maestra más veterana del Virgen del Rocío
Ana Delis es la maestra más veterana de la escuela de la Unidad de Oncología Pediátrica del Virgen del Rocío de Sevilla. Llegó aquí por casualidad cuando se enteró de una oferta para trabajar en un aula hospitalaria. Ella era la última de las ... aspirantes pero todas las que estaban por delante renunciaron cuando les dijeron que debían dar clases a niños con cáncer. «Desde fuera entiendo su decisión pero desde dentro hay que decir que esto engancha. Es un trabajo muy bonito», dice desde su experiencia de casi treinta años con estos alumnos tan especiales. «Vine sólo para un año y ya ves».
Todos los niños con cáncer están escolarizados en un centro de referencia y durante su tratamiento cuentan con maestros de atención domiciliaria para los periodos que pueden permanecer en casa. Aquí, en el hospital, enseñan a niños de de 3 a 16 años (incluso alguno llega con el bachillerato; pero que le enganche su trabajo no quiere decir que no tenga momentos difíciles. «Los niños de 12 años en adelante lo pasan mucho peor, porque son más conscientes de la enfermedad. Ya no es solo el dolor físico sino la angustia, el miedo a morir, que los más pequeños no tienen», cuenta.
Pepi López Bayona, la otra maestra, procedía del Hospital Virgen Macarena y pidió Oncología del Virgen del Rocío: «Me he preparado emocionalmente para poder hacer esto y me hacía mucha ilusión. Sé que hay que enganchar a los niños de otra manera, hacer las cosas más atractivas y adaptarse a la situación personal de cada uno de ellos. A diferencia de un aula normal, donde el niño tiene que adaptarse al cole, somos nosotras las que nos tenemos que adaptar a ellos».
Lo malo de su trabajo, lo peor, es cuando pierden a un alumno. «Hacemos duelo y lo pasamos muy mal cuando eso ocurre, pero lo que podemos ayudar a estos niños nos compensa de las pérdidas que inevitablemente sufrimos«, dicen las dos maestras, que deben hacer uso de todas sus armas persuasivas y pedagógicas para enseñar a niños que muchas veces se declaran «malitos».
En la escuela de la unidad hospitalaria hay ahora 12 niños y en su patio, llamado por algo «de los valientes», vemos a Leila, una de las más jóvenes alumnas con sus dos añitos y medio. Llegó aquí siendo un bebé y con una leucemia linfoblástica aguda. Leila ha aprendido a andar y a hablar en el hospital, recuerda su madre. «Es un shock que te digan que tu hija con 9 meses tiene cáncer y me ha ayudado mucho Irene, la psicóloga», añade. Le hicieron un trasplante de médula pero le ha vuelto aparecer. Esto es una carrera de fondo.
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