TERRORISMO

José y Adolfo, los dos héroes sevillanos que detuvieron al etarra Parot

Había ocho en el control de carretera, pero ellos fueron los dos guardias civiles que redujeron al terrorista. 25 años después recuerdan la detención: «Sólo nos pedía que no le pegáramos»

José y Adolfo, los dos héroes sevillanos que detuvieron al etarra Parot ABC

E. BARBA

Ha transcurrido ya un cuarto de siglo pero ninguno de los dos olvida cada detalle de aquel mediodía en el control. El arresto de Henri Parot supuso que se les concediese la cruz al mérito con distintivo rojo, que se otorga a acciones extraordinarias. ... Y la de ese 2 de abril de 1990 lo fue, ya que no sólo se logró interceptar al terrorista vascofrancés sino también desmantelar el mayor y más sanguinario comando de ETA, que había perpetrado 22 atentados desde 1978, con 38 muertos y más de 200 heridos a sus espaldas nada menos. Fueron responsables, por ejemplo, de la voladura de la casa cuartel de Zaragoza, con once muertos, cinco de ellos niños.

«Ni por asomo pensábamos que se trataba de un terrorista de ETA sino más bien de un delincuente común que venía de robar, pues el coche llamaba la atención al ir levantado del peso que traía. Por eso lo paró el sargento. Cuando luego nos contaron quién era nos quedamos helados». Así lo explicaba a ABC el cabo primero José Infante Borrero, el que derribó a Parot de una patada en los testículos cuando éste ya había descerrajado 17 tiros a diestro y siniestro. A él le alcanzaron en ambos brazos, lo que comprobó cuando ya tenía al pistolero en el suelo, bajo sus botas. «Me quemaban los brazos, me miré bajo la ropa y empezó a brotar la sangre; antes no me había dado ni cuenta, en caliente ni me enteré».

Por la puerta del copiloto salió en busca de Parot el guardia Adolfo López Núñez, que no olvida «absolutamente un detalle de lo que pasó», según narraba a este periódico. «El cabo Infante y yo éramos los últimos del control —decía—, los que tiramos la trampa de pinchos y salimos a por él. Fue milagroso que no nos alcanzara de lleno un disparo de tantos, pero así fue. Nosotros no podíamos disparar al principio porque no teníamos ángulo, ya que se ocultó tras una caseta de obras, y había más coches incluso con niños, obreros que arreglaban un arcén... Además, pensábamos que era un chorizo de tantos otros que pillamos en esos controles y que también llevaban pistola».

Hasta que no fue reducido el etarra, el guardia López no se percató de que le chorreaba sangre por la espalda. «La bala me alcanzó de abajo arriba, de manera superficial. Me curaron en Camas y luego me llevaron al Hospital Militar, pero durante la detención no me di cuenta de nada. Me limité a echarme encima de este hombre, que hablaba francés. Yo sabía algo de ese idioma porque había estado varios años en un paso fronterizo de Huesca, y lo único que decía es que no le pegáramos, que se rendía pero que no le pegáramos. Cuando me enteré luego de todo, me quedé de piedra. Llegué a casa derrumbado y me puse a llorar junto a mi mujer un buen rato».

«Luego recibimos las medallas, agradecimientos por carta... pero en realidad sólo cumplimos con nuestra obligación —explicaba el cabo Infante con humildad—. Se evitó una tragedia, sí, pero simplemente hicimos nuestro trabajo. Un buen servicio en el que otros seis compañeros también estuvieron, de ellos es también el mérito. Fue cosa de todos».

José Infante, que sumaba 32 años en 1990, estuvo año y medio más en el servicio hasta que los médicos decidieron que no podía seguir por los problemas en uno de sus brazos heridos, con el nervio mediano cortado. Adolfo López tenía entonces 50 años y pocos días después sus jefes decidieron que dejara de hacer carretera y se quedase en el puesto de La Algaba seis años más, tras lsoque pasó a la reserva. Ambos recibieron las mayores distinciones. Sevilla no los olvidará jamás.

José y Adolfo, los dos héroes sevillanos que detuvieron al etarra Parot

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