«Diez años y veinte dias»

Karl Dönitz no es una excepción con su extensa obra Diez años y veinte días. Existen numerosas ediciones en varios idiomas, varias de las cuales están en español, con traducciones más o menos afortunadas. La extensión suele rondar las 800 páginas y en ellas el que fuera sucesor de Hitler describe el nacimiento del arma submarina alemana desde 1935. Desde un principio es muy crítico con el tratado de Londres de 1936, que intentaba limitar la eficacia de los submarinos contra los buques mercantes, incidiendo acertadamente en las contradicciones en las que caen los británicos al intentar proteger su flota mercante.

El comienzo de la guerra es demasiado prematuro para que Dönitz hubiera podido disponer de un número suficiente de sumergibles para desarrollar sus tácticas de “manada de lobos”, que a punto estuvieron de poner de rodillas al Reino Unido, estrangulando su economía. Cuando sustituyó a Raeder al frente de la Kriegsmarine, haciéndose cargo de la totalidad de la armada del Reich, ésta comenzaba a vivir sus horas más bajas, ante la desigual proporción de buques y medios alemanes frente a los de los aliados.

La obra termina con los últimos días del Grossalmiral al frente del Reich, tras el suicidio de Hitler, a pesar de que siempre se había mantenido al margen de la política. Tras la contienda, fue acusado de crímenes de guerra, de los que supo defenderse con toda justicia, defensa en la que encontró aliados entre sus antiguos enemigos. Con independencia de sus decisiones estrictamente profesionales, que son incuestionables, su autoexculpación respecto al conocimiento de supuestos crímenes contra la humanidad del régimen resulta más cuestionable.