«Lo más duro es saber lo que viene después»
Llevaba 25 años casada con su marido, José, cuando a él le detectaron el mal de Alzheimer. Ana, que poseía formación sobre esta dolencia, se enfrenta cada día a la enfermedad. Él era comandante de una compañía aérea, tenía cuatro hijos y sólo 52 años.
- ¿Cómo le detectaron la enfermedad?
-La primera que lo detecté fui yo. Tenía la sensación de que José no se centraba en las cosas, no razonaba bien, le faltaba personalidad. Pensé que eran problemas de pareja y que nos íbamos a separar porque yo no podía vivir con una persona tan dispersa. Pero me empeñé en que fuese al neurólogo y le diagnosticaron una depresión. Pero no me quedé convencida, no lo veía lógico. Así que decidí acompañarle al médico e insistí en que le hiciesen un examen neuropsicológico.
- ¿Y qué descubrieron?
-Fallos que afirmaban que podría ser principio de deterioro cognitivo. Era un caso muy leve, un daño cerebral mínimo. Y ahí se me cayó el mundo a los pies.
- ¿Se puede detectar el momento en el que empieza?
-Todo es muy sutil, poco a poco. No fue de repente, sino a lo largo de los años. Por eso, no se sabe cuándo empieza.
- ¿Qué es lo más duro de tener un ser querido con alzhéimer?
-Lo más duro es enfrentarte a lo que viene, a las consecuencias de la enfermedad, saber que no tiene cura. Quemé muchísimas fuerzas para aceptar que no había nadie que pudiera parar lo que tenía. Cuando comienzas a asumirlo, sientes rabia, tristeza e impotencia. Es como si se te rompiera algo por dentro.
- ¿Cree que las instituciones hacen lo suficiente?
-No se está haciendo ni la mínima parte de lo que se podría. Afecta cada vez más a gente muy joven, y debería hacerse mucho más.
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