Los genes 'ahorradores' favorecen la obesidad
El cuerpo humano está diseñado para moverse, es el entorno el que favorece la vida sedentaria
ABC
El gen único de la obesidad no existe, pero hay más de 60 genes asociados con esta epidemia del siglo XXI. Lo ha dicho José Mª Ordovás, de la Universidad de Tufts (EE.UU.), durante el curso “Comer: cocina, nutrición y salud” que se ... está desarrollando estos días en El Escorial. Ordovás explica que sí «hubo un momento en que la predisposición a engordar era posiblemente protectora porque facilitaba la supervivencia en épocas de escasez, algo que debió abundar en el pasado».
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Esto, señala, hizo que esos genes ahorradores fueran «favorecidos por la evolución quizá por miles de años y eso llevó a que se hicieran más comunes, especialmente en lugares sometidos a hambrunas ». Y son esos «ahorradores» energéticos del pasado los que hoy en día se ven más afectados por el riesgo de la obesidad y quizá también de sus consecuencias patológicas.
Cambio de estrategia
En este sentido, los expertos coinciden que para combatir la obesidad es necesario plantear un nuevo cambio de estrategia que pase por dar prioridad a la actividad física. Durante mucho tiempo se ha centrado el foco de manera aislada en la nutrición, pero cada vez hay más evidencias de que los alimentos no son malos por sí solos, ya que todo depende de cuánto se consuma.
Según Rafael Urrialde, responsable del área de Salud y Nutrición de Coca-Cola Iberia , «no existen alimentos malos ni buenos, pero es necesario atender al conjunto de la alimentación para lograr que sea variada, moderada y equilibrada, que tenga en cuenta las necesidades de cada persona concreta y todo ello dentro de un estilo de vida saludable con actividad física diaria». Urrialde asegura que «para que una alimentación sea variada, moderada y equilibrada ha de ser suficiente para cubrir las exigencias del organismo y capaz de garantizar los nutrientes necesarios, tanto a nivel fisiológico como a través del equilibrio con el gasto energético producido mediante la actividad física diaria».
En este sentido cree que Urrialde que «es necesario incrementar la cantidad de actividad física diaria. Para ello solo con moverse frecuentemente, rompiendo la inactividad cada 30 minutos, sería suficiente». Lo mejor, añade, «es mantener la balanza entre la ingesta de energía y la que gastamos con la actividad física diaria».
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