¿Somos inmunes al bótox? Lo que hay detrás de la pérdida de efecto que preocupa a los expertos
En un reciente estudio, dos expertos en la materia han analizado la evidencia científica y su propia experiencia para determinar qué está pasando con este tratamiento, el más empleado en medicina estética
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La llegada de la toxina botulínica con fines estéticos a España cumple 20 años y parece que por ella también pasa el tiempo. Cada vez más pacientes se quejan de que el efecto del bótox les dura menos, algo que trae de cabeza a ... los facultativos.
En la duración de este medicamento, conocido popularmente por el nombre comercial bótox, pueden influir muchos factores entre los que se encuentran las características de cada paciente a la técnica o las manos que inyectan este preciado y popularizado elixir.
En un reciente estudio publicado en la revista de la Sociedad Española de Medicina Estética (SEME) -'Toxina botulínica. ¿Por qué dura menos? Una revisión desde nuestra experiencia'-, dos expertos en la materia han analizado la evidencia científica y su propia experiencia para determinar qué está pasando con este tratamiento, el más empleado en medicina estética por el momento.
Los autores destacan que, al ser la toxina una proteína tiene capacidad inmunogénica puede desarrollar resistencia, lo que implica que los pacientes pueden hacerse inmunes al bótox. No obstante, «las causas no inmunogénicas son más determinantes en la pérdida de efecto», asegura el doctor Justo M. Alcolea, coautor del estudio y editor-coordinador de la revista Medicina Estética (SEME) y director médico de Clínica Alcolea.
Actualmente hay cuatro toxinas autorizadas en España para aplicaciones estéticas y todas son del tipo A (TB-A), pero al principio sólo había una aprobada y servía tanto para tratamiento terapéutico como estético.
Para Carmen Lorente, directora del área de medicina estética en The Beauty Concept (TBC) no hay tanto una pérdida de efecto sino que se pone menos cantidad que antes, lo que provoca que se disuelvan antes esos retoques.
«Mi opinión es que ahora mismo no se llevan los neuromoduladores que se ponían antes. Los pacientes piden naturalidad, por lo que ahora la tendencia es poner una cantidad menor, que es más amable», explica la experta, aunque Alcolea no coincide con ella en esto.
Más que en las cantidades utilizadas, parece que el problema está en las causas no inmunogénicas. En concreto en aquellas que se refieren a las características del paciente como la edad, el sexo, su gesticulación e incluso el mes del año en la que se aplica. Además, influye también cómo se reconstruye la toxina, la técnica utilizada y la espera entre una inyección y otra.
Los factores inherentes al paciente
La duración de la toxina botulínica es mayor en las mujeres que en los hombres, que suelen tener músculos más desarrollados que las mujeres, por lo que pueden quedar infratratados.
En cuanto a la edad, hay que destacar dos aspectos. Varias toxinas están aprobadas para emplearse en personas por debajo de los 65 años y este tope no se respeta en muchas ocasiones. Y esto es importante porque la fuerza y la masa muscular decae con la edad. Por ello, los pacientes más jóvenes necesitan una mayor cantidad para notar el efecto.
Hay que tener en cuenta que el tratamiento con toxina botulínica ano se recomienda a las personas hipertónicas, aquellas que gesticulan constantemente y de una forma no ligada a la expresión emocional.
«Ahora se hace mucho deporte y el ejercicio físico se carga a estos neuroreguladores porque contraes más los músculos y se desgasta antes»
Carmen Lorente
Según Lorente, también pueden influir el estrés, que ha aumentado en la población en los últimos años, y el ejercicio físico. «Ahora se hace mucho deporte y el ejercicio físico se carga a estos neuroreguladores porque contraes más los músculos y se desgasta antes», señala.
Sin embargo, Alcolea considera que eso puede ocurrir siempre que hablemos de una intensidad y frecuencia de ejercicio muy alta, pero no es determinante. Lo que sí se certifica en el estudio es que el estrés en el paciente induce una menor duración del efecto del bótox porque se contraen los músculos faciales durante más tiempo.
Además, hay que tener en cuenta la época del año en la que realizamos el tratamiento porque el calor y la exposición solar prolongada pueden acortar el efecto de este tratamiento.
La aplicación por parte del médico
Cabe resaltar que el tratamiento estético con bótox es algo que sólo puede realizar un médico porque su aplicación tiene que ser muy precisa.
El primer factor que hay que tener en cuenta es la reconstrucción de la toxina. La forma en la que se realiza este proceso (que consiste en mezclar un polvo con el suero salino) puede ayudar a preservar la potencia y prolongar la duración del efecto. Según el estudio las manipulaciones bruscas en este punto pueden provocar una pérdida de eficacia del 42%.
La técnica utilizada es también clave porque tanto la velocidad como la presión, el tipo de jeringa, la posición del bisel y el tamaño de la aguja pueden influir.
«No hay forma de acabar con el intrusismo a pesar de los esfuerzos»
Justo M. Alcolea
Por todo esto los dos expertos consultados por ABC ponen el foco en tener sumo cuidado con las manos que nos van a tratar. «Ahora hay muchos sitios donde a un paciente se le puede aplicar la toxina y se puede adquirir a través de la web. Nadie sabe dónde, como se fabrican ni qué garantías tienen. Y por supuesto el personal médico que está inyectándola no es el adecuado. Y no hay forma de acabar con el intrusismo a pesar de los esfuerzos», denuncia Alcolea.
«Hay que ser súper cuidadoso. La técnica es fundamental. Un neuromodulador bien puesto, es el trabajo más difícil que hacemos. Sólo la práctica te hace intuir el final del tratamiento y lo importante es la precisión tanto del producto utilizado como la del médico», opina Lorente.
La frecuencia
Por último hay que destacar que la frecuencia con la que se inyecta puede provocar que las probabilidades de que el paciente desarrolle una inmunidad hacia el bótox. «En algunas clínicas ahora se fracciona en tres tratamientos y cada mes tratan una zona. Si se están practicando inyecciones sin respetar los intervalos mínimos de tiempo aumentan posibilidades de anticuerpos que bloqueen la toxina. Y lo están vendiendo así», critica Alcolea.
En este sentido los médicos deben intentar que las intervenciones se realicen con un máximo intervalo de tiempo. «Si respetamos los intervalos e inyectamos al paciente dos sesiones al año yo no he visto que haya problemas de menor duración», explica el experto, entre cuyos pacientes sólo una mínima parte ha detectado una reducción del efecto del bótox.
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