Infecciosas: Una especialidad innecesaria

Somos la especialidad que más pacientes asiste en hospitalización. Sin embargo, el valor de nuestra especialidad es desconocido para la mayoría de ciudadanos. Es frecuente que nos digan: «es usted internista, ¿y a qué se dedica?, ¿cuál es el campo de su especialidad?». La mejor manera de explicárselo es ser atendido como paciente por un internista.

Además, lo que también desconocen es que la especialidad de Medicina Interna española se ha mantenido siempre como especialidad completa, con 5 años de formación. En cambio, en la mayoría de países, se convirtió en un período intermedio de formación troncal, de 2-3 años, necesario para la adquisición posterior de una especialidad concreta. Este es la principal razón por la que existen en otros países especialidades como la de Enfermedades Infecciosas, mientras que en España es asumida exitosamente por la Medicina Interna.

Teniendo en cuenta nuestra visión holística, la prestación de servicios del internista es muy amplia. Pero, sin duda, destacan las enfermedades infecciosas, que constituyen el motivo más común, como causa única o asociada, de ingreso en servicios de Medicina Interna. La inmensa mayoría de estas infecciones forman parte de las competencias básicas que adquiere el internista durante su formación.

Es cierto que existe un grupo de pacientes, poco numeroso, con enfermedades infecciosas complejas, como por ejemplo las adquiridas en pacientes trasplantados u oncológicos, que son atendidos por profesionales, también en su mayoría internistas, que tienen una dedicación preferente a estas enfermedades. Parte de estos profesionales reivindican la creación de la especialidad de Infecciosas, sobre la base de la labor que llevan a cabo en su práctica diaria. Pero esta dedicación ¿justifica la creación de una especialidad de Infecciosas, independiente de la de Medicina Interna? ¿Existen otras opciones que reconozcan esta dedicación, sin que conlleve las graves consecuencias de fragmentar la atención al paciente?

El argumento fundamental que exponen los defensores de una nueva especialidad se basa en que existe en la mayor parte de los países europeos, y su implantación mejoraría la atención a los pacientes. ¿Quién puede negarse al progreso de la asistencia sanitaria? Nadie, pero como antes comenté, no existe especialidad de infecciosas en nuestro país porque la gran mayoría de sus competencias se adquieren durante los 5 años de formación en Medicina Interna.

Si analizamos los resultados en salud en el área de las infecciones, los indicadores españoles son equiparables a los de los países europeos en los que existe la especialidad. Baste como ejemplo la participación que han tenido los servicios de Medicina Interna en España durante la pandemia por Covid-19, donde atendieron y atienden competentemente a más del 70% de los pacientes hospitalizados por esta inédita y terrible enfermedad. Por tanto, la población española debe tener la convicción de que nuestro sistema sanitario actual ofrece una atención de calidad en enfermedades infecciosas, al menos tan buena como en el resto de Europa.

¿Cuáles serían los criterios para que un paciente hospitalizado sea atendido por el recién creado servicio de Infecciosas? Evidentemente no todos los ingresados por patología infecciosa. Existen experiencias en pocos hospitales, como el Hospital Universitario Ramón y Cajal, donde trabajo como internista, en el que hay un servicio de Infecciosas independiente desde hace muchos años, y aún no se han establecido los criterios de distribución de ingresos, lo cual crea con frecuencia disfunciones organizativas.

Otra cuestión muy importante es el coste que supondría la creación de la especialidad. ¿Se incrementarían las plantillas de los hospitales o se redistribuirían los efectivos ya existentes, en detrimento de algunos servicios, como Medicina Interna?

Existe una alternativa a la creación de la especialidad, sin las consecuencias negativas de la anterior. Esa solución sería la creación de un Area de Capacitación Específica de Enfermedades Infecciosas, a cuya formación se accedería tras obtener el título de una especialidad. De esa manera no se corre el riesgo de fragmentar especialidades que desempeñan una labor asistencial integradora, y se reconoce la experticia de los profesionales con dedicación preferente a las enfermedades infecciosas, asegurando oficialmente su relevo generacional.

Sin duda, la mejor la mejor manera de solucionar la disparidad de opiniones que suscita este tema es el diálogo. Por ello hago un llamamiento a las Sociedades Científicas, Consejerías de Sanidad y Ministerio de Sanidad a organizar un foro de diálogo sobre este asunto, contando con la participación central del paciente, que es nuestra razón de ser. Seguro que llegaremos a un acuerdo.

SOBRE EL AUTOR

Luis Manzano Espinosa

Jefe de servicio de Medicina Interna del Hospital Universitario Ramón y Cajal