Director de Longevidad Saludable en el Instituto de Salud McKinsey

Lars Hartenstein: «Sin una ventaja genética especial, no viviremos mucho más allá de los 100 años»

Lars Hartenstein, director de Longevidad Saludable en el Instituto de Salud McKinsey, es un experto en salud que ha participado en el Summit Internacional de Longevidad en Madrid

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Lars Hartenstein, del Instituto de Salud McKinsey Ángel de Antonio

Lars Hartenstein es un experto en salud global, ciencias de la vida y finanzas de impacto, con casi 20 años de experiencia. Fue cofundador del Centro Europeo del Sector Social de McKinsey y ha trabajado en más de 40 países. Promueve la longevidad saludable, ... la innovación y el uso de datos para mejorar la salud. Actualmente preside la Iniciativa de Financiamiento de Impacto Social (SciFi) y forma parte del comité directivo del Trinity Challenge. Hartenstein ha participado en el Summit Internacional de Longevidad en Madrid, ciudad que posee la mayor esperanza de vida de toda la Unión Europea.

Basándose en los avances científicos actuales y en su propio estilo de vida, ¿Cuántos años espera vivir de forma realista?

No creo que uno deba fijarse una meta concreta, pero me parece razonable pensar que, sin una ventaja genética especial, no viviremos mucho más allá de los 100 años. Sin embargo, alcanzar el siglo de vida es una magnitud plausible para este siglo. Si pudiera llegar a los 100 años, sería estupendo… siempre que esté sano. No me gustaría alcanzar esa edad si no disfruto de buena salud.

¿Vivir más años o vivir mejor?

Prefiero hablar de esperanza de vida saludable más que de longevidad. Lo importante no es cuántos años se vive, sino cuántos se disfrutan con buena salud. En otras palabras, se trata de añadir vida a los años, no años a la vida. España, por ejemplo, tiene una de las esperanzas de vida más altas del mundo, pero lo que realmente cuenta es cuánta parte de esa vida se vive con calidad de vida y bienestar.

¿Qué avance científico sobre longevidad o envejecimiento saludable le entusiasma más?

No creo que hayamos visto grandes descubrimientos recientes, aunque sí se están produciendo avances prometedores que podrían traducirse en futuras intervenciones. Por ahora, el secreto de la longevidad está en aplicar lo que ya sabemos: cómo vivimos, qué comemos, cuánto nos movemos, nuestras conexiones sociales, el entorno y el sentido que damos a nuestras vidas. La receta ya la conocemos; lo difícil es ponerla en práctica.

Conocemos la receta, pero la mayoría no la aplicamos. ¿Por qué?

Un buen ejemplo es la salud metabólica, que en mi opinión está en el centro de la longevidad saludable. Vivimos rodeados de opciones tentadoras y genéticamente no estamos preparados para la abundancia. Por eso cedemos fácilmente a los excesos. Para mejorar la salud metabólica, y con ello la longevidad, debemos cambiar nuestra forma de actuar y hacer que las opciones saludables sean accesibles, asequibles y atractivas. Hay mucha innovación interesante en ese campo.

Más allá de la tecnología médica, ¿qué hábitos diarios tienen mayor impacto?

Si tuviera que priorizar, pondría en primer lugar la alimentación. En segundo lugar, el movimiento, no solo el ejercicio, sino mantenerse activo en general. En tercer lugar, las conexiones sociales y las actividades con propósito. También son importantes el sueño y el manejo del estrés. Podría mencionar unos veinte factores, pero esos son los pilares principales.

Si la mayoría de las personas pudieran vivir de forma saludable hasta los 100 años, ¿cómo cambiarían la jubilación, el trabajo o las relaciones entre generaciones?

Cada sociedad deberá encontrar su propia respuesta. Depende del modelo de bienestar, la estructura demográfica o la tasa de dependencia. Lo que sí hemos visto en nuestras investigaciones es que las personas mayores quieren seguir contribuyendo a la sociedad, ya sea mediante trabajo o voluntariado. Vivir más tiempo y con salud representa una oportunidad, no un problema. La cuestión es cómo mantener a esas personas activas y conectadas.

Ha mencionado la importancia del diseño urbano. ¿Cómo sería una ciudad realmente saludable?

Una ciudad saludable debe facilitar el movimiento y la interacción social. El transporte activo, como caminar o ir en bicicleta, es clave. En Londres, por ejemplo, los carriles bici han cambiado la forma de moverse. En Copenhague, la experiencia urbana es completamente distinta gracias al uso de la bicicleta. Además, cuando pedaleas, no puedes mirar una pantalla: te conectas con tu entorno.

Carriles bici

¿Qué ciudad del mundo considera un modelo de ciudad saludable?

Hay muchos ejemplos inspiradores. Me entusiasman las iniciativas contra la obesidad infantil en Ámsterdam. También ciudades como Nueva York o Londres, que hace años eran hostiles para los ciclistas, han cambiado enormemente. Es importante observar lo que hacen otras ciudades y aprender de sus experiencias.

Parece que vivir más años es un privilegio de las personas con más recursos.

Es cierto que las personas con mayores recursos suelen adoptar antes estos hábitos, pero en el McKinsey Health Institute consideramos que la longevidad saludable es un imperativo para toda la población. Debemos organizar la sociedad para que todos tengan acceso a una vida más sana. Eso implica ofrecer opciones saludables asequibles. Sin ellas, es difícil lograr una mejora general.

Pero vivimos en un mundo donde las desigualdades crecen. ¿No parece una utopía?

No estoy de acuerdo. Nuestra investigación muestra que el nivel de ingresos no determina necesariamente la esperanza de vida saludable. España es un gran ejemplo: tiene una de las esperanzas de vida más altas de Europa, sin ser el país más rico. La forma en que una cultura convierte sus recursos en salud marca la diferencia. España ha sabido hacerlo muy bien.

Si supiera que vivirá 50 años más con buena salud, ¿qué nuevo reto emprendería?

Creo que invertir en la propia longevidad saludable exige actuar de forma diferente desde hoy. En mi caso, mi meta es sencilla: quiero poder sentarme en el suelo y jugar con mis nietos, no estar en una silla de ruedas. Pensar en eso me motiva cuando no me apetece hacer ejercicio. Son cosas que realmente merecen la pena.

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