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ENFERMEDADES CARDIOVASCULARES

La contaminación también daña los vasos sanguíneos de las personas jóvenes y sanas

El riesgo de enfermedades cardiovasculares por la contaminación no se limita a las personas mayores o que presentan un mal estado de salud general

Contaminacion en el cielo de Madrid ARCHIVO

A. OTERO

La contaminación es, más que perniciosa para la salud, directamente mortal. No en vano, se estima que esta contaminación atmosférica es responsable cada año de la muerte de más de 25.000 personas solo en nuestro país. Y es que la inhalación de las partículas en suspensión cuyo diámetro no excede de 2,5 micras –las PM2,5, consideradas el mejor indicador de la contaminación urbana y que dado su pequeño tamaño suponen un mayor riesgo para la salud– provoca enfermedades como las cardiovasculares, las respiratorias y el cáncer. De hecho, un nuevo estudio dirigido por investigadores de la Universidad Brigham Young en Provo (EE.UU.) no solo confirma que la contaminación se asocia a una probabilidad mucho mayor de padecer una enfermedad cardiovascular, sino que alerta de que este riesgo es extensible a toda la población, incluidas las personas que, aún en su juventud, disfrutan de una buena salud.

Como explica Aruni Bhatnagar, co-autor de esta investigación publicada en la revista « Circulation Research », «nuestros resultados sugieren que vivir en un entorno contaminado podría promover el desarrollo de hipertensión arterial, cardiopatías y accidentes cardiovasculares de una forma más acusada y a edades más tempranas de lo que hasta ahora creíamos ».

Cascada de efectos adversos

En el estudio, los autores analizaron la posible relación entre la exposición a la contaminación atmosférica y la presencia de marcadores sanguíneos de enfermedad cardiovascular. Y para ello, contaron con la participación de 72 adultos sanos y no fumadores que, con una edad promedio de 23 años, residían en la ciudad de Provo.

Concretamente, los investigadores tomaron muestras de sangre de los participantes durante los inviernos de 2013, 2014 y 2015 y relacionaron las concentraciones sanguíneas de los distintos marcadores de enfermedad cardiovascular con la contaminación –los niveles de PM2,5– registrada en cada momento.

La contaminación debe constituir una preocupación para todos, no solo para las personas enfermas o mayores

Aruni Bhatnagar

Los resultados mostraron que la exposición regular a las PM2,5 se asoció con aumento de los niveles de los marcadores de enfermedad cardiovascular en sangre . Y asimismo, que el incremento de la contaminación observada en los inviernos de 2013 y 2014 –que no en 2015, en el que parece que Provo disfrutó de un aire relativamente ‘limpio’– conllevó concentraciones más elevadas de las micropartículas que indican la presencia de daño y muerte celular, de las proteínas que inhiben el crecimiento de los vasos sanguíneos, y de las proteínas que promueven la inflamación de estos vasos.

Como indica Arden Pope, director de la investigación, « nuestros resultados amplían de una forma substancial nuestra comprensión sobre cómo el aire contaminado contribuye a la enfermedad cardiovascular al mostrar que esta exposición se asocia a una cascada de efectos adversos».

Preocupación ‘universal’

En definitiva, el estudio confirma que la exposición continuada al aire contaminado aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares y, por tanto, de sufrir una muerte prematura. Y si bien se trata de una evidencia ya ampliamente demostrada, el estudio muestra que este efecto perjudicial no se limita a la población que, por la edad o la causa que sea, presenta una mala salud cardiovascular. De hecho, también puede afectar, y mucho, a las personas jóvenes y con un buen estado de salud.

Como concluye Aruni Bhatnagar, « ya sabíamos desde hace mucho tiempo que la contaminación atmosférica puede provocar infartos de miocardio e ictus en la población de alto riesgo . Sin embargo, el hallazgo de que también puede afectar incluso a los individuos aparentemente sanos sugiere que el aumento de la contaminación debe constituir una preocupación para todos, no solo para aquellas personas enfermas o con una edad avanzada».

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