Cómo hacer frente a la 7ª ola del covid con un sistema de salud en coma y los profesionales agotados
Los sanitarios advierten de que la nueva ola de casos de Covid-19 ya es una realidad y demandan, ante su agotamiento emocional y físico, ayudas para poder seguir ofreciendo una atención sanitaria de calidad en España
Hospital Clínic pacientes COVID-19
Se han cumplido dos años de los primeros casos de Covid-19 en España, la pandemia que ha cambiado la forma de relacionarnos y que ha generado un gran impacto en la salud física y mental de todas las personas, pero especialmente de aquellas trabajan ... en el sistema de salud.
Además de las secuelas físicas que deja durante meses la infección por Covid-19, como problemas respiratorios, cansancio…, y de las mentales, ansiedad, estrés, depresión, astenia, la propia gestión de una situación de emergencia de forma sostenida y mantenida en el tiempo, «ya estamos en la 7 ola», advierten los profesionales de la salud, causa problemas psicoafectivos y emocionales en todos los estamentos de la salud, desde los personas que trabajan en la administración de un centro de salud, los médicos o enfermeras o el colectivo de farmacia.
Todavía son pocos los estudios sobre el bienestar profesional durante la pandemia , priorizándose el análisis sobre los aspectos epidemiológicos de la enfermedad. Sin embargo, diversas investigaciones están dando cuenta, tanto a nivel internacional como en España, de los niveles de agotamiento emocional los profesionales de la salud. Así como de la sintomatología asociada a un desgaste prolongado: c risis de ansiedad, episodios depresivos, preocupación e insomnio y un alto nivel de estrés, que se han cebado, especialmente, en el personal que ha prestado asistencia en primera línea (servicios de Urgencias, Cuidados Intensivos y Neumología), en las mujeres y en el colectivo de enfermería.
Entre el 30% y 70% de los sanitarios, de forma más acusada en los de primera línea, ha experimentado algunos de los síntomas citados según los estudios realizados en diferentes países.
«Algunos han preferido la fotografía o se han jubilado antes de tiempo»
«Cuando se desencadenó todo nos encontramos con una cantidad ingente de pacientes que ingresaban muy graves, los recursos eran limitados y los equipos de protección individual insuficientes en muchos casos». Así habla Juan Torres , jefe de Medicina Interna del Hospital Universitario Infanta Leonor , en Madrid, uno de los epicentros de atención a pacientes Covid-19 en Europa durante los peores meses de la pandemia. Llegaron a tener 700 ingresados por la enfermedad, cuando habitualmente disponen de 320 camas.
Juan Torres
«A eso había que sumarle la difícil conciliación con la vida familiar, con los turnos interminables y el miedo continuo de contagiar a tu familia». En su caso, su mujer también es médico y se vieron obligados a enviar a sus tres hijos con sus abuelos fuera de la ciudad durante casi tres meses.
Torres se infectó en los primeros días de la pandemia y tuvo un Covid-19 leve.
Al frente de un equipo de más de 200 profesionales en el hospital ha visto como muchos de sus compañeros ha caído en el desánimo, incluso un poco él, ya que reconoce que está con «cierto cansancio».
En su equipo, nos cuenta, ha habido personas que han solicitado cambio de sitio e incluso algunos que han abandonado la medicina, «algunos han preferido la fotografía o se han jubilado antes de tiempo», dice.
Muchas personas con vocación han optado por otras salidas, en vez que la medicina, y si hacen medicina, no eligen urgencias o neumología, sino que optan por especialidades menos expuestas, como dermatología. «No hay más que mirar las plazas MIR de este año que ha dejado más de 200 plazas de médicos de atención primaria sin cubrir . ¡Eso es la leche! Las nuevas generaciones no quieren saber nada de esto».
«Hay mucho cansancio y el panorama es terrible -denuncia-. Además, tenemos un sistema totalmente desmembrado con la atención primaria en estado de coma y, lo peor, es que no se ven movimientos a ningún, estatal o autonómicos».
La pandemia, apunta Juan Torres, ha exacerbado esta situación y ha facilitado que los «profesionales estemos agotados, física y mentalmente, y desmotivados. Hemos pasado de los aplausos a que el paciente demande, y con razón, una atención adecuada».
Y añade que «el problema se ha alargado en el tiempo mucho más de lo esperado y, aunque por parte de los servicios de salud laboral de los hospitales se han creado grupos de apoyo, mi percepción es que a los profesionales sanitarios nos cuesta reconocer cuando tenemos un problema , y más en nuestro entorno laboral. Creo que, por eso, muchos no han hecho uso de esa ayuda y no ha sido todo lo eficaz que debería».
Y hace una advertencia de que esto todavía no ha terminado y que en el hospital en el que trabaja hay actualmente 60 pacientes ingresados por Covid . «Aunque parezca que la enfermedad ha desaparecido, nosotros seguimos trabajando sin descanso».
«Sí, porque la 7 ola ya está aquí. Y queremos irnos de vacaciones porque todos estamos muy cansados, entonces, ¿cómo vamos a hacerla frente? ¿y a la viruela del mono y demás de patologías?»
Torres sabe cuál es el problema. «El debilitamiento del propio sistema va a hacer que la carga asistencial sea cada vez mayor, a todos los niveles, no solo atención primaria y urgencias».
El mensaje, concluye, «es que no basta solo con ayuda psicológica que sirven para el control de estrés y de la ansiedad. Hace falta que haya planes para reflotar el sistema de salud y que se cuide a los profesionales».
«He podido ver en primera persona lo que es una crisis de ansiedad o tristeza»
Marina Moreno lleva 35 años trabajando como enfermera en un centro de salud rural. Estuvo al pie del cañón desde el inicio de la pandemia hasta que, a finales de 2021, en plena sexta ola, se infectó con el SARS-CoV-2 y tuvo que ausentarse durante tres meses de su puesto de trabajo. «Pasado ese tiempo pedí el alta voluntaria para reincorporarme. Todavía no estaba recuperada, sigo arrastrando secuelas, para pero había mucho trabajo por hacer y una gran parte de la plantilla estaba también de baja por la enfermedad. Es muy complicado gestionar ese exceso de demanda por parte de la población con una carencia tan grande de profesionales», advierte Moreno.
«La sexta ola algo nos cogió muy cansadas y muchas personas nos contagiamos y los recursos sanitarios se habían quedado a la mitad. En esta sexta ola, por ejemplo, no teníamos ni tan siquiera test covid suficientes. Así era muy complicado trabajar».
Explica que la sobrecarga de trabajo a nivel físico se puede soportar, pero el plano emocional es mucho más complicado, sobre todo cuando la situación se alarga tanto en el tiempo. «Nunca ha sido una persona tendente a la tristeza o desánimo, pero he podido ver en primera persona lo que es una crisis de ansiedad o tristeza que sufren algunos pacientes. Ahora he podido entenderles».
«Pero entendí que la recuperación tenía que llegar trabajando, si no, es un pozo muy profundo del que es complicado de salir».
Marina habla de la vocación en enfermería. «Es una disciplina profundamente humanística; la vocación del cuidado va en nuestros genes». Pero, cuenta, poco a poco se va llenando el vaso del cansancio o el desánimo. «Y llega un momento en el que se satura. Y en mi caso fue el aislamiento, la desconexión con mis compañeras o mis pacientes, lo que lo colmó».
Marina Moreno
Cree que la pandemia ha provocado «la pérdida de la inocencia» de su colectivo. Habla de la secuela emocional de los profesionales sanitarios. «Antes de la pandemia pensábamos que éramos invulnerables, y ahora no. También somos pacientes ».
«Los profesionales de la salud nos hemos sentido solos muchas veces; he echado de menos poder recurrir de una forma organizada a mi institución para hablar de las secuelas que me ha dejado el Covid, tanto físicas como emocionales, y que me acompañen en el proceso».
«Por eso -añade- me parece tan importante que la humanización que se persigue para los pacientes también incluya a los profesionales que les tratamos; para cuidar a los demás tenemos que cuidarnos nosotros primero».
Coincide con J uan Torres en la falta de recursos . El ciudadano demanda servicios que, a veces, no es posible proporcionar de forma adecuada. Hay que reforzar las plantillas, pero hacerlo de forma estable.
Marina no se ha planteado dejar su trabajo, su vocación. «Llevo 35 años como enfermera, pero me he llegado a plantear aspectos relacionados con la gestión; pero sí hay personas que lo han hecho».
También demanda reconocimiento social, que empieza por el reconocimiento en el propio equipo, de los administrativos, enfermerías médicos, institucional. «Se nos ha aplaudido desde las instituciones, pero hay que ir más allá de las palabras».
Y hace una última petición. Una unidad covid para las personas que siguen teniendo secuelas.
«He vivido el horror; el impacto psicológico para los farmacéuticos ha sido altísimo»
Los farmacéuticos también han sufrido las consecuencias de estar en la primera línea de defensa. «Estuvimos no solo recomendando sino entrenando en el uso de medidas preventivas y protectoras para evitar la transmisión, identificando síntomas y prestando apoyo emocional importantísimo no solo a los pacientes sino también a los familiares en su duelo. Hemos aprendido cómo reconocer los problemas emocionales que han azotado a toda la población y también a nosotros mismos y a nuestros equipos», señala la farmacéutica Rosalía Gozalo.
Rosalía Gozalo
Y todo ello con los mismos miedos que tenía la población. «Acudían a la farmacia no solo a por los medicamentos, sino que venía para sentirse acompañados y los acompañábamos en su duelo ».
Rosalía se contagió y, además de experimentar estrés, insomnio y ansiedad a causa del virus, sufrió una acusada pérdida de cabello. Sigue en tratamiento y los síntomas de fatiga, falta de concentración, dolor de cabeza, ausencia de apetito y fallos en la memoria persisten.
Al frente de su farmacia situada en la madrileña villa de Vallecas, uno de los barrios más castigados por la pandemia durante la primera ola de Covid-19, Rosalía actúo no solo como la profesional de la salud que es, sino también como fuente de información veraz, como agentes sociales, responsables de la salud de sus ‘pacientes’ y como ‘policía’ ante un problema. «Hemos identificado personas que dejaban de venir a la farmacia de forma habitual y tratábamos de localizarlos en su domicilio, y si no respondían, avisábamos a las autoridades sanitarias».
Pero los equipos estamos agotados. «He vivido el horror; el impacto psicológico para los farmacéuticos ha sido altísimo », en muchos casos muy severo, y los niveles de ansiedad que hemos tenido y que seguimos manteniendo son muy elevados como consecuencia de la gran exposición al contagio y también al gran sufrimiento percibido por parte de nuestros pacientes y familiares que forman parte de nuestra vida cotidiana. La nueva normalidad tampoco está siendo fácil porque sufrir y ver sufrir está suponiendo un enorme agotamiento emocional», señala.
Destaca la vocación de servicio público de los farmacéuticos. «Se puede decir que todos los que pudimos abrimos las farmacias durante los primeros días de la pandemia. Nosotras, en nuestra farmacia, teníamos el objetivo de informar a la población que tenía que hacer para protegerse y proteger a los demás».
Y advierte que si los que cuidan a los pacientes «no nos cuidamos», es muy difícil que cuidan a la ciudadanía. «Si queremos mantener la calidad de vida que tenemos en nuestro país, hay que cuidar a los que cuidan ».