Una uruguaya que vive en España, sorprendida con lo que hacemos en los balcones de nuestras casas: «Solo es posible aquí»

Entre las «cosas que solo son posibles en España», uno de los hábitos que más le ha llamado la atención es la costumbre de mojar cualquier alimento en las bebidas. «Acá no importa si están tomando café, té, horchata, siempre van a mojar algo ahí», cuenta. Para ella, este gesto, que aquí vemos como lo más normal del mundo, era, al principio, desconcertante: «Es una práctica que yo la miraba de lejos y decía 'no sé si me copa mucho'. Después le veías a la bebida cosas flotando y decías… raro». Sin embargo, la sorpresa pronto se convirtió en adoración. «Una vez que lo probás es un camino de ida», reconoce, como quien ha cruzado una línea de la que ya no se puede volver.

La experiencia gastronómica continúa, y Emiliana se detiene ahora en otro rasgo que le resulta tan peculiar como genial: el uso del pan como herramienta oficial en la mesa. «Ni te digo cuando sustituyen los cubiertos por el pan», afirma con humor. Para ella, este gesto resume una filosofía culinaria muy nuestra: «En España prácticamente se podría comer sin cubiertos, mientras tengas pan ya está». Y no duda en destacar la destreza nacional: «La gente habla de la India, pero el español tiene un arte para comer con el pan y que no le quede nada en el plato…».

Respecto a los balcones, Emiliana confiesa que lo que más le impactó desde su llegada, fueron las conversaciones vecinales «de un balcón al otro como si estuvieran usando un walkie talkie». Lejos de verlo como algo anecdótico, lo considera una red social analógica infalible: «Acá la comunicación entre balcones es más efectiva que el WhatsApp».

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Lo más curioso, según señala, es el nivel de detalle de la información que circula por estas vías. «Yo me he enterado desde la operación de la próstata, la deuda, que le falta pagar la hipoteca…», enumera con una mezcla de humor y asombro. «Y es que de balcón a balcón la información llega más fresca en España», añade.

Pero si hay algo que también ha aprendido es que en España despedirse por teléfono no es tarea fácil. «Y la última y no menos impactante, lo que demoran en terminar una llamada en este país», dice, como quien lanza una advertencia. Según Emiliana, «para cortar el teléfono con un español te tenés que tomar 45 minutos por lo menos». «Ya entiendo porque se hablan de balcón a balcón, porque es más rápido», confiesa con humor. «Por estas cosas a mí me encanta España», sentencia.