Una española en Sri Lanka explica cómo se venden los medicamentos en sus farmacias: «Es flipante»

En el video, Noelia describe su experiencia al entrar en una farmacia en Sri Lanka y percibir un ambiente inusual, más parecido a una tienda normal que a una farmacia convencional. «Tenías comida, agua, refrescos, cereales, chocolates, cuchillas de afeitar», explica la farmacéutica, destacando que el establecimiento parecía ofrecer de todo, y no solo productos relacionados con la salud.

Noticia Relacionada

Una española que vive en Corea del Sur, harta de lo complicado que es vivir en este país

Jordi Martínez

La joven narra lo complicado que ha sido renovar el visado que le permite pasar un año más en el país asiático

La sorprendente mezcla de artículos le hizo reflexionar sobre cómo los conceptos de farmacia y tienda pueden integrarse de una manera tan diferente en otros países, y cómo esta fusión de servicios influye en la percepción que la población tiene sobre estos establecimientos.

Al avanzar entre las estanterías, Noelia notó secciones dedicadas a productos de uso médico y de cuidado personal, que incluían desde champús y soluciones hasta lociones y cremas. Entre ellos, se encontró con frascos de Minoxidil y jarabes para el resfriado, todos expuestos y disponibles sin restricciones.

Algo que resaltó especialmente fue la amplia variedad de antibióticos en jarabe, un grupo de medicamentos que, en la mayoría de los países europeos, está estrictamente controlado para evitar problemas de automedicación y resistencia bacteriana. Según le comentaron personas locales, es común que cualquier persona en Sri Lanka pueda adquirir estos medicamentos sin receta, lo cual, para una farmacéutica formada en el sistema español, resulta impensable y digno de análisis.

Uno de los aspectos que más llamó la atención de Noelia fue la aparente normalización de la automedicación en Sri Lanka, algo que, según ella, podría ser peligroso. En su video, Noelia hace una pausa para reflexionar sobre las posibles consecuencias de un acceso sin restricciones a medicamentos como los antibióticos, pues podrían facilitar la automedicación irresponsable. Este fenómeno ha sido ampliamente discutido en la comunidad médica, ya que puede contribuir al aumento de la resistencia bacteriana y al debilitamiento de los efectos de los antibióticos, poniendo en riesgo tanto a individuos como a comunidades enteras.

Además, otro detalle que dejó a Noelia perpleja fue la exposición de medicamentos en áreas abiertas y visibles, a menudo cerca de la entrada o en lugares expuestos a la luz solar. Entre estos medicamentos vio una gran cantidad de cremas y colirios de diferentes tipos y marcas, lo cual no suele ser habitual en las farmacias de España, donde estos productos están menos accesibles al público para prevenir el mal uso.

Esta exhibición tan abierta de productos farmacéuticos parece responder a una demanda del mercado en Sri Lanka, que, a diferencia de otros países, no restringe tanto el acceso directo a estos productos, permitiendo que los consumidores elijan según sus propias necesidades y sin la intervención obligatoria de un profesional.

Finalmente, Noelia invita a sus seguidores a reflexionar sobre la importancia de un control adecuado en la dispensación de medicamentos, y se cuestiona si la falta de restricciones en el sistema de salud de Sri Lanka podría representar un riesgo a largo plazo para la salud pública. Al comparar ambos sistemas, el español y el de Sri Lanka, Noelia pone en la mesa una pregunta interesante sobre la responsabilidad que deberían tener los gobiernos en la regulación de estos productos, un tema que sigue siendo objeto de debate en muchos países.