¿El azúcar es malo?

¿El azúcar es malo?

La pregunta de si el azúcar es malo aparece cada vez que se habla de nutrición, salud, dietas y estilo de vida. Es de esas dudas que te pueden dejar con la cabeza dando vueltas, sobre todo porque en redes, en la tele y en las revistas parece que todo el mundo tiene una opinión radical: o lo demonizan como el veneno del siglo, o lo defienden como algo natural que lleva toda la vida entre nosotros.

Así que vamos a poner orden. Hoy te explico de forma clara y directa si el azúcar es malo, cuándo lo es, por qué hay tanto revuelo, y qué puedes hacer tú para consumirlo sin meterte en líos. Sin demonizar, sin endiosar. Solo realidad.

¿Qué es exactamente el azúcar?

Cuando hablamos de “azúcar”, solemos referirnos a la sacarosa, que es el azúcar común que tienes en casa: blanco, moreno, panela, etc. Es un carbohidrato simple que aporta energía rápida al cuerpo. Pero ojo, porque no es el único azúcar: también están la glucosa, la fructosa (presente en la fruta), la lactosa (de la leche) y otros azúcares presentes de forma natural en los alimentos.

El problema viene, sobre todo, con los azúcares añadidos, es decir, los que se incorporan a los alimentos procesados para mejorar el sabor, la textura o la conservación: bollería, refrescos, salsas industriales, productos precocinados… Eso no tiene nada que ver con el azúcar de una manzana o el de una zanahoria.

¿Es malo? Depende

Aquí viene la respuesta que nadie quiere oír, pero que es la más realista: no, el azúcar por sí mismo no es malo, lo que es malo es el exceso y el contexto.

  • Comer un poco de azúcar en un contexto de alimentación equilibrada, ejercicio regular y salud general, no es un problema.
  • El azúcar es energía, y el cuerpo la usa.
  • El problema empieza cuando ese azúcar es excesivo, constante y, sobre todo, viene de fuentes ultraprocesadas.

¿Un trozo de bizcocho casero de vez en cuando? Perfecto.
¿Tres refrescos azucarados al día, bollería industrial, caramelos y chocolatinas sin control? Problema.

El exceso de azúcar sí es peligroso

Cuando consumes azúcar en exceso y de forma habitual, el cuerpo no da abasto para quemarlo. ¿Qué hace entonces? Lo almacena, principalmente en forma de grasa.

Estos son algunos de los problemas asociados al abuso crónico de azúcar añadido:

  • Aumento de peso y obesidad.
  • Incremento del riesgo de diabetes tipo 2.
  • Problemas cardiovasculares.
  • Caries dentales.
  • Posible impacto en la salud del hígado (hígado graso no alcohólico).
  • Alteraciones en los niveles de energía y saciedad (picos de glucosa y bajones rápidos).

Además, muchos productos ultraprocesados ricos en azúcar son calorías vacías: aportan energía, pero apenas tienen vitaminas, minerales o fibra.

¿El azúcar natural es igual de malo?

Aquí es donde mucha gente se confunde. El azúcar presente en la fruta, las verduras o los lácteos no es el problema. ¿Por qué?

Porque viene acompañado de fibra, agua, vitaminas, minerales y otros compuestos beneficiosos. Cuando comes una naranja, no estás metiendo solo azúcar: estás metiendo un paquete completo de nutrientes que hace que el cuerpo procese ese azúcar de forma mucho más controlada.

El verdadero lío está en el azúcar añadido: ese que ni ves ni sabes que está ahí, pero que aparece en los cereales de desayuno, en los yogures de sabores, en las galletas, en los refrescos, en las salsas industriales…

¿Cuánto azúcar es demasiado?

La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que los azúcares añadidos no superen el 10% de las calorías diarias. Eso, en un adulto medio, serían unos 50 gramos de azúcar añadido al día (unas 12 cucharaditas), aunque lo ideal es mantenerse por debajo del 5% (unos 25 gramos o 6 cucharaditas).

¿Y sabes qué? Un refresco de 330 ml ya puede tener entre 30 y 35 gramos. Vamos, que te comes casi toda la ración recomendada sin haberte sentado a comer.

¿Cómo reducir el consumo de azúcar (sin morir en el intento)?

La buena noticia es que no hace falta eliminar el azúcar de tu vida, simplemente aprender a controlarlo.

Aquí algunos consejos fáciles:

  • Reduce los refrescos y bebidas azucaradas: pásate al agua, al té sin azúcar o a los zumos naturales (pero ojo, no abuses tampoco).
  • Aprende a leer etiquetas: muchos productos tienen azúcar añadido donde no lo esperas (salsas, pan de molde, yogures…).
  • Cocina más en casa: así controlas lo que pones.
  • Usa especias (canela, vainilla, nuez moscada) para dar dulzor sin azúcar.
  • No caigas en la trampa de los “azúcares alternativos” (miel, siropes, azúcar de coco): siguen siendo azúcar.

¿Y los edulcorantes?

Los edulcorantes artificiales (como la sacarina, el aspartamo o la sucralosa) y los naturales (como la stevia) son una alternativa para reducir el azúcar, pero también tienen sus propios debates sobre seguridad y efectos a largo plazo. Usarlos de forma ocasional puede estar bien, pero no son excusa para abusar de productos dulces. El objetivo debería ser acostumbrar al paladar a sabores menos azucarados.

El azúcar no es el enemigo absoluto, pero tampoco es un amigo para abusar. El truco está en saber dónde está, cuánto consumes y aprender a usarlo de forma ocasional y consciente.

Así que no, no hace falta vivir aterrorizado por el azúcar ni tirarte de cabeza a las etiquetas “sin azúcar” de todo lo que compres. Solo hay que ser realista: cuida lo que comes, hazlo sencillo, cocina más en casa, muévete, y no te obsesiones. Un poco de dulce en la vida, si sabes gestionarlo, no es malo ni peligroso. Es, simplemente, parte del equilibrio.

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Categorías: Actualidad gastronómica Aprende a cocinar: técnicas, trucos y consejos

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