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Real Madrid

El Manchester United, actor en la renovación de Sergio Ramos

Parada la negociación con el Real Madrid, el interés del equipo inglés aceleraría su marcha

El Manchester United, actor en la renovación de Sergio Ramos AFp

Hughes

Las negociaciones entre el Real Madrid y Sergio Ramos parecen haber entrado en una nueva fase. Hasta el momento no había más que aproximaciones del entorno del futbolista —palabra que en mala hora puso de moda Cruyff— al Manchester United, City y PSG, únicos clubes, Chelsea aparte, que pueden satisfacer las demandas salariales del central. Ahora se dibuja un interés del Manchester que parece verosímil. Tras un año decepcionante, necesita jugadores de nivel continental, a ser posible capaces de entender a Louis van Gaal . Además, la noticia está en toda la prensa británica. Los aficionados discuten y los periodistas cotizan en «pounds» al de Camas. El exfutbolista Ray Wilkins ha llegado a decir que Ramos es una «tarjeta roja andante». La concreción de ese interés y una no explicada sensación de agravio habrían consolidado una actitud de ruptura en el central. La decisión de irse habría sido comunicada a los íntimos. «René, je ne regrette rien» (a René lo imaginamos siempre como a un Maurice Chevalier cantando «dix millions, dix millions»).

En la «operación De Gea»

¿Y en qué consiste el agravio? El entorno de Ramos, que en una especie de gravitación descendente llega hasta Pedro Riesco, nuevamente desliza incomprensiones, desafectos e injusticias que irían más allá del dinero. Porque lo del dinero parece claro: quiere diez millones de euros limpios durante cinco años y el Madrid ofrecería sólo unos siete y medio hasta el 2020.

Ramos mira a David Luiz , que gana doce, y mira a Cristiano, Bale y Benzema, que ganan más que él, en los seis millones netos anuales; esgrime su talla mundial como central, su capitanía, su madridismo, su palmarés y sus goles de... la penúltima temporada. Se muestra reacio a admitir, sin embargo, que el Madrid parece escalonar los salarios en función de variables deportivas y económicas; de la proyección espectacular y planetaria del futbolista, habitualmente ligada a los goles. Ramos no es Cristiano, ni es delantero, ni tiene el impacto mundial que la zurda de Bale está llamada a tener. Y no es que no lo sea, es que difícilmente va a serlo en el futuro. Con 29 años y dos más de contrato, sería poco explicable que el Madrid se acercara a doblar sus retribuciones.

Encallada en ese punto, la renovación estaría saltando a un escenario que además incluye el traspaso. También ahí tiene el Madrid una posición de fuerza —lo dijo ayer, con su punto de malevolencia, Pep Guardiola : «Florentino tiene la llave de todo»—. La cláusula del defensa es de doscientos millones, cantidad que ni el jeque más antojadizo se plantearía pagar.

¿En qué cantidad vendería el Madrid a Ramos? Se supone que en una cantidad proporcional a las aspiraciones de un futbolista que se valora a sí mismo en diez millones limpios anuales. Eso es bastante más de lo que vale De Gea. El equipo inglés, se informa, estaría planteando una oferta de 35-40 millones más el portero madrileño . Cincuenta millones pagó el PSG al Chelsea por David Luiz. Algo menos por Thiago Silva. Quizás el dinero de Nasser Al-Khelaiffi haya inflacionado el kilo de central y las ilusiones salariales de todos los defensas de Europa.

Riesgo de «casillización»

La postura de serenidad contractual del Madrid tiene, sin embargo, un punto débil. Siendo Ramos segundo capitán —primero si Íker se va— e indispuesto con el sector de la grada más emotivo por sus presuntos coqueteos con el barcelonismo, la situación podría «casillizarse». No es el escenario soñado por el «workahólico» Benítez un vestuario con Casillas aferrado a un contrato y Ramos sometido a otro.

De fondo hay otro asunto, la capacidad del club para mantener el esquema salarial, imponer una hegemonía explicativa y lidiar con las aspiraciones de los idolatrados capitanes, eso que se ha llamado, en raro hinduismo, «vacas sagradas».

No es un asunto nuevo: Hierro, Raúl, Morientes, Guti, Casillas y ahora Ramos. El cariño siempre trajo fricciones. Entre La Quinta y su prolongada agonía durante el inicio de los 90 y estos forcejeos aún no resueltos por Pérez, estuvieron los contratos vitalicios de Ramón Calderón, plasmación de la tendencia a la eternidad, muy bien pagada, de los mitos blancos. Renovar un contrato —o su plena indemnización— siempre se aplaudió por los «entornos».

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