REAL MADRID
Pérez-Payá: «Di Stéfano era humilde, no se las daba de nada»
Artículo del compañero de Don Alfredo desde 1953 a 1957: «Impuso el espíritu de lucha que definió al Real Madrid»
Pérez-Payá: «Di Stéfano era humilde, no se las daba de nada»
Llegué al Real Madrid en 1953, el mismo año que Di Stéfano fichó por el club. Jugué cinco años junto a él. Gané dos Copas de Europa, dos Ligas y dos Copas Latinas a su lado, con aquella delantera inolvidable, en la que ... yo formaba junto a Molowny, Di Stéfano, Rial y Gento.
Alfredo , en el campo. Era un ganador. Amaba el fútbol y solo le gustaba jugar para vencer. No entendía otra cosa. Le encantaba ganar hasta en los entrenamientos. No cedía nunca. Luchaba hasta el final para conseguir su objetivo. Era muy competitivo. Nunca se relajaba. Cuando saltábamos al terreno de juego, aleccionaba a todos los compañeros. Nos echaba broncas, sí. Tenía mucho carácter. Pero se lo admitíamos porque sabíamos que lo hacía por nuestro bien, para que todos mejoráramos en nuestro rendimiento y el Real Madrid pudiera vencer. Daba consejos en el campo para cambiar cosas y superarnos. Corría más que nadie y era un ejemplo. No podíamos decirle nada en contra. Era el mejor.
Alfredo, en el vestuario . Animaba al equipo. Era un buen conversador, cercano a los compañeros. Siendo el número uno, no se las daba de nada. Era humilde. Demostraba que todo lo que había conseguido con el trabajo y el sacrificio. Él lo decía. Tuvo que entrenar mucho durante bastantes años para mejorar. Antes de los partidos animaba a todo el equipo. Daba confianza. Nos decía que con esfuerzo y lucha hasta el final podía lograr todo. Nosotros lo sabíamos. Ese espíritu hizo grande al Real Madrid
Junto a esas virtudes, teníamos unos jugadores de enorme calidad. Molowny, Rial, Gento y Di Stéfano eran mis compañeros en la delantera. ¡Menudo ataque. No podía ser mejor! Era un conjunto de gran clase que además peleaba sin desmayo hasta alcanzar la victoria. Ese equipo tenía todas las características para aspirar a todos los triunfos.
Alfredo en la victoria. Era el premio al trabajo. Fue un triunfador nato y cuando conseguíamos la victoria, que era lo normal, dada la calidad y la lucha de todo el equipo, solo expresaba su felicidad por lograr el premio al trabajo bien hecho. Lo que decía era que el éxito era la consecuencia del esfuerzo. Señalaba: «¿Ves? Si todos peleamos sin desmayo, el triunfo tiene que llegar». Era su espíritu. Te daba mucha moral. Y ese triunfo era el ejemplo a seguir para hacer lo mismo en el siguiente partido, y en el siguiente. Y siempre. Fuimos una piña, un grupo. Cada uno podía hacer lo que quisiera fuera del fútbol, pero lo importante es que todos diéramos el máximo cuando saltábamos al campo de fútbol. Y así ocurría.
Alfredo en la intimidad. Era cercano con el amigo. Era amigo de sus amigos. Buen compañero. Te ayudaba. Como futbolista, sabía que si todos jugaban bien era mejor para el equipo. Conocía bien al jugador. En la vida privada era cercano para quien le conocía. A quien no le conociera le podía parecer arisco en un principio, hasta que lo integraba en su grupo. Tenía mucho carácter.
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