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liga bbva | jornada 13

Festival de Cristiano y «manita» a la Real Sociedad (5-1)

El mejor Madrid de la temporada golea a la Real Sociedad con un Hat trick de Ronaldo y una exhibición de Xabi Alonso en el centro del campo

Festival de Cristiano y «manita» a la Real Sociedad (5-1) ÓSCAR DEL POZO

hughes

Cada año que pasa el Bernabéu emociona más como solución arquitectónica e ingenieril. Luego, el fútbol ya es otra cosa y va por épocas. Las dos cosas más importantes para el fútbol han sido el balón y el escalón, sistema imprescindible en un estadio. Pero si hubiera que elegir no sabría uno decidir cuál es más definitivo.

El partido tenía la complicación de los biorritmos. A esas horas y con el sol pegando (no se puede decir ya lo de sol de justicia por no insultar al sol, el pobre) entran ganas de pedir un susú. El estadio tenía un aire ferial vespertino. En los alrededores del Bernabéu deberían vender algodón de azúcar y manzanas porque siempre nos sentimos como Tom Hanks en Big. Dentro, eso sí, se anima muy poco. Los valerosos intentos de animación suenan lejanos, como un vecino colgando un cuadro. (Narración y estadísticas)

Pero superada la modorra, el Madrid se enfrentaba a una Real cansada, casi incompareciente. De negro, con esos tonos decathlon que comparte también el Madrid, apenas si parecía ella. Fue un equipo muy Illarramendi. Salía Carvajal, que de lejos se nos hace Cazorla al avanzar en el centro del campo. Su presencia llevó a banda contraria a Arbeloa, al que lo mismo le da que le da lo mismo. Tramita un fútbol pulcro, administrativo, que le pone las cosas muy difíciles a los cuatro o cinco que estaban locos por pitarle. Arbeloa es el jugador antipitidos, minimiza las acciones de riesgo en su juego como haría un sabio inversor judío de esos que recibió el Rey esta semana.

Xabi Alonso se incrustaba en la defensa, dialogando con Pepe. Qué le diría, de qué hablarían. Misterio . El caso es que desde ahí, varado junto a Varane, a veces cubriendo al lateral, lanzó los primeros pases de la tarde. Cuando asiste, el balón, como un planeta, avanza rotando sobre si mismo con una suavidad tal que el Estadio queda embelesado, dulcificado. Sus pases, rotatorios y musicales, los recibía el pechazo galés de Bale. Ya podemos decir que hay una conexión, una “sosiedad” valdanista en este Madrid: Alonso y el pecho de Bale, a donde van a dormir sus balones. Además de esas diagonales de fútbol dibujado, el otro surtidor de fútbol fue Modric, que hizo lo que estaba haciendo Benzemá y abrió el espacios al ataque. Por eso, el francés, que quiere ser mediapunta, estuvo un poco ausente.

Khedira, partidazo del alemán

Inmenso estuvo también Khedira, que hizo muy bien su habitual trabajo de rompe y rasga y además le añadió acciones de ataque. Siempre ha llegado Khedira, poseedor del instinto del centrocampista que pisa área, lo que pasa es que llega sin rematar. Instinto sin facultad, con el aire en el área del torpe que sale a la pista de baile. Corriendo como si le apretaran las botas, acabó rematando la faena con un gol expeditivo. Hubo gente que se puso de pie porque se trataba de un gol deseado.

Marcó Cristiano. De penalti, esperando galante el desmayo del portero y antes culminando una apertura de Xabi Alonso. Tras el gol, empezó a señalar, porque Cristiano celebra señalando. O se señala a sí mismo o señala su baldosín, con ese “aquí” que es su mayor afirmación y una invitación al Carpe diem.

Otro gol llegó tras salir Modric del marcaje testimonial de un defensor de la Real. Combinó con Cristiano y remató Benzema. Se abrazaron todos felices y multicolores como los di Blasio. Los defensas de la Real temblaban y se miraban unos a otros para estar alineados, como si el fuera de juego fuera su última oportunidad.

Cómo sería la cosa que en el minuto veintisiete ya estaba Cristiano con rabonas. La Rabona es un poco la pilingui del fútbol. La acción técnica más alegre y casquivana. Este Madrid, que no es el árbol de navidad ideal de Ancelotti, presenta para los partidos de casa la tranquilidad de abrir el campo y equilibrar el juego con suficientes opciones por banda. Se vislumbran escalonamientos, ciertas constantes que ordenan el juego de ataque.

En la segunda parte, la caída de tensión fue inevitable. El interés estaba en si le abrían el debate a Diego López y en la honrilla de la Real, salvada de bello gol. Continuos aspavientos de Pepe, como queriendo organizarse a sí mismo e invocaciones de Xabi Alonso (que a veces mueve los brazos con el patetismo invocador de un profeta llamando a Yavé) para que la delantera acompañara un poco en defensa. Porque aquí se trata ya de acompañar.

Como en tantos partidos domésticos en Chamartín, quedaba para sellar un final feliz (vieja costumbre madridista) que Cristiano firmase el hat trick. Lo hizo con una falta, sacando uno de sus pepinazos alevosos con contraefecto. Ver a Cristiano y Bale juntos debe ser sentido como un privilegio que ofrece este Madrid del neo florentinismo. Hay equipo y hay ritmo en ellos y una delantera de las que no se olvidan.

Tras el quinto gol se fue Benzema con una ovación de reconocimiento y comprensión. Todos somos más sabios cuando ganamos. Al campo saltó Morata que por fuerte que sea la ovación que se lleva el titular siempre acaba superándolo. El sol ya había caído tras los fondos de modo que en el estadio se quedaba una tarde friolenta. El madridismo, feliz, comenzaba a preocuparse por el sábado noche.

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