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Un Madrid mejorado, clasificado virtualmente para octavos de final de la Champions League (2-2)
Vidal adelantó a la Juventus de penalti. Ronaldo y Bale le dieron la vuelta al partido y Llorente, de cabeza, puso el definitivo 2-2
hughes
en el inicio, los dos equipos salieron con titubeos como de abanico. La Juve parecía necesitar la contra y el Madrid fingía ademanes de equipo mandón. Luego pareció que iban a optar por una custodia compartida, como si el balón fuera el niño de Paquirrín, ... pero al final acabó por imponerse el desdibujo táctico del Madrid y Pirlo , solo como el farero de Cernuda, comenzó a lanzar ráfagas de luz hacia todo el ataque juventino. Cochinero de trote, incapaz del desmarque, ¿al olvido de quién se debía su soledad?
En un lance del juego Pirlo y Xavi Alonso se cruzaron y a mí me entraron unas ganas locas de comprarme un traje. Ancelotti tuvo otro ataque de entrenador y colocó a Ramos de lateral , reabriendo un lamentable debate (otro más) del pasado. Parecía que quería darle al de Camas la posibilidad de quitarle a Salgado lo de «¡il due, il due!», pero el defensa no se dejó. Ya no se sabe si es Ramos el que rechaza el lateral o es el lateral el que rechaza a Ramos, pero el caso es que a los diez minutos toda la Juve empezó a volcar sospechosamente su fútbol por ese costado. Como si por esa esquina repartieran cosas.
Estuvo genial Íker en la primera parte. Muy él. Saliendo como Superlópez con puñetazos al éter y haciendo paradas con la tibia y el peroné, con esa providencialidad dinarama suya. En las repeticiones de esas paradas de Casillas se advierte una vibración mátrix que podría ser perfectamente un aleteo espiritual, un no sé qué.
El Madrid, de naranja holandés ante el fornido tarjetero Webb (¡qué perfeccionamiento en el gesto técnico de sacar la tarjeta!), comenzó a parecerse a sí mismo. Un azucarillo táctico al que le sale, cual protuberancia, una delantera tremenbunda y tridimensional. La trinidad de su ataque drón, no tripulado. Lo de la pegada, viejo tópico aplicado al Madrid, si alguna vez ha tenido sentido es este año. Los delanteros le dan al equipo la serotonina que no tiene. Bale y Cristiano comparten cañón y recorrido, son dos Puskas invertidos (¡y delgadísimos!) directos a gol.
En las horas previas al partido, Ancelotti había demostrado una gran valentía al renunciar al dogma futbolero moderno del «todos a una». Como el equipo se le acaba partiendo siempre hace del vicio virtud y establece un doble régimen: los de arriba y el resto. Esta aparente docilidad de Ancelotti es lo que nos lo distingue de Mourinho y podría acabar siendo su gran atractivo si consiguiese configurar un once capaz de dejar su puerta a cero alguna vez.
Este equipo, Jano madridista, tiene todo lo bueno y todo lo malo del club. La fruta florentiniana arriba, los astros que van solos, y luego su estela, resaca de lo mismo. En esta tensión se dibuja y se deshace el equipo cada partido: cejialto y cejibajo, ancelottista absoluto.
Mejora en los segundos 45 minutos
En la segunda parte, sin embargo y por ser justos, el Madrid impusó su fútbol a una Juve cansada. Marcelo metía pases exteriores de banda a banda, que es algo asombroso para cualquiera y más para un lateral. Fue un Madrid ideal por momentos. Líneas arribas y pastoreo de un fútbol vertebrado entre Modric y Benzema, que enseña su verdadera cara y parece que puede bajar a armar el juego al mediocentro.
Incluso Khedira , intrauterino siempre, enseñó su zancada percherona saliendo de la maraña táctica en la que vive. ¡Era el caballo turinés que terminó de volver loco a Nietzsche! Gustó Modric, haciendo de interior puro en un 4-3-3, en el punto exacto de responsabilidad en el que mejor luce. Al final, la Juve manejó el cálculo de la aritmética de grupos en el que es virtuosa y eso dejó quizás una engañosa sensación de superioridad.
En Turín, un Madrid de color desconocido, como el que fuera rojo y leyenda en Odessa (eran tiempos en que todo se forjaba en bronce), se ganó la tranquilidad hasta el mes de febrero. En la Juventus, Pirlo se quedó abrazado al balón, incomprendido, como el otro filósofo solitario.
Un Madrid mejorado, clasificado virtualmente para octavos de final de la Champions League (2-2)
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