David Coria se reinventa

Para esta creación David Coria se había inspirado en la leyenda del siglo XVI cuando una epidemia de coreomanía asoló Estrasburgo. Coreomanía, la necesidad de bailar sin parar, la única rebeldía del pueblo frente al invasor y que nadie podía quitar: bailar. Y eso fue lo que según cuentan hizo una mujer llamada Frau Troffea, bailar descontroladamente sin poder parar.

Lo que fue una fuente de inspiración se ha quedado ahí, porque comprendo que los artistas necesitan estímulos, la literatura ha sido siempre buena fuente de ellos y por eso los relatos se han convertido en danza a lo largo de los tiempos. Pero a David Coria la leyenda de Frau Troffea se le ha quedado lejos, eso sí, permanece la necesidad incensante de bailar.

Después de pasear 'Los bailes robados' en una larga gira, la obra tiene poco que ver con la que se estrenó hace un año. Ha crecido, y cómo. Sigue contando en el baile y en la coreografía con la siempre eficacísima Florencia Oz, y en el cello y la bellísima voz con su hermana, Isidora O'Ryan, quien junto a Juan Jiménez de Proyecto Lorca, conforman un dúo espectacular.

Pero sin duda, otro de los principales hacedores de esta obra es el cantaor David Lagos, que afronta y sale ganador del reto al cantar con un saxo, haciendo que éste incluso se someta a su cante por encima de todo. En los cantes de trilla estuvo espectacular.

'Los bailes robados' ya no son lo que eran. La madurez y la reflexión ha hecho que Coria cree un espectáculo casi nuevo, en el que el baile es un no parar, con catársis, alguna un pelín larga (por poner un pero), que denotan una riqueza coreográfica espectacular. Maravillosa la farruca que se marca Coria con el cello de Isidora O'Ryan, cuya voz, por cierto emociona siempre.

El baile de Coria, superada ya su reciente lesión, es compacto, agresivo, seguro, firme y sobre todo de una energía que se contagia a toda la compañía, un elenco seguro de seguir a su alfa por esa especie de bosque de haces de luz que caen del peine del teatro, en la seguridad de poder con lo que se les exige, que es mucho. Hay momentos de una enorme temeridad coreográfica por la cantidad de giros, movimientos, gestos, zapateado, que parecen va a agotar a los intérpretes.

La obra ha cambiado mucho, pero también es verdad que no es lo mismo contemplar un espectáculo al aire libre, aunque fuera en el bellísimo escenario del teatro romano, que hacerlo en un teatro en el que los recursos, sobre todo lumínicos, ensalzan aún más la escena, sobre todo en esta obra en la que se le pide al espectador un esfuerzo de intimidad y empatía constante con los intérpretes.

David Coria, recientemente galardonado con el Premio Talía al Mejor Intérprete de Danza, ha iniciado un camino seguro por el mundo del flamenco del siglo XXI, donde sin apartarse de sus orígenes, genera un lenguaje coreográfico nuevo en el que todo tiene cabida, pero con la seguridad de tener a su lado valores como David Lagos, que se convierte en el anclaje a ese mundo del cante que nunca se debe perder. Un espectáculo que nació con vocación de crecer y ha crecido, y lo ha hecho bien y con sabiduría.

Por echar algo en falta de este estupendo ciclo 'Andalucía.Flamenco' del teatro Central que organiza el Instituto Andaluz del Flamenco y que acaba de inaugurar David Coria, ni en el teatro ni en la página web, hay un sólo programa con la ficha artística de la obra, algo que el espectador siempre agradece, de veras que sí.