CRÍTICA DE MÚSICA
Pablo González: Testamento emocional
La pasión del director asturiano se pudo ver al asumir el maestro la enorme partitura de memoria y, fuera de toda costumbre, ofrecernos de viva voz una ilustración sobre el autor y su famosa obra, a la que llamó «testamento emocional»

TEMPORADA 2024-25
GRAN SINFÓNICO 11
- Programa: D. Salim, Falla y Chaikovski.
- Intérprete: Iván Martín (piano).
- Dirección: Pablo González.
- Lugar: Teatro de la Maestranza.
- Fecha: 15/05/2025.
Los conciertos que Pablo González ha ofrecido en el Maestranza han tenido el romanticismo como referencia. Y nos parece muy bien. Somos partidarios de que los músicos nos ofrezcan lo que les apasiona, porque así conseguirán apasionarnos. Y aunque la única obra verdaderamente romántica ... del programa fuera la 'Sinfonía nº 6' en Si menor, Op.74 de Chaikovski, lo cierto es que las tres piezas compartían un punto de encuentro en un indisimulado gusto por el color.
Volvía Daahoud Salim a la ROSS con la obra 'Siete principios herméticos', un estreno absoluto encargo de la SGAE-AEOS, que nos pareció responder a una estructura que servía de lazo común y que se basaba en un 'ostinato' sobre el que se alzaba una melodía que podía resultar en ocasiones de gran plasticidad. Es más, diríamos que no escondía un carácter cinematográfico, lo que ahondaba el interés por el color, que a su vez demostraba el conocimiento de la orquestación que exhibía el hijo del admirado jazzista Abdu Salim.
El quinto 'principio', por ejemplo, podía impresionar por el inicio de la cuerda media/grave en 'pizzicato', con insistentes irrupciones de la madera (nos pareció oboe/corno) como 'ostinato' y una intensa melodía en los violines vinculada a un cromatismo acentuado. O la última, más animada, sugería un lienzo épico gracias al protagonismo de las trompas, intensificado por los violines y los metales. No podrá quejarse Salim del rigor e interés con que González se tomó su obra. Pero en el momento de ir a saludar se le cruzó un grupo de gente que llegó tarde y prácticamente no se le vio.

Hemos escuchado en numerosas ocasiones las 'Noches en los jardines de España' de Falla en vivo, y acaso por esto nos resultaran en un principio con un 'tempo' más lento del que se suelen oír, lo que nos hizo temer una interpretación pachona, morosa; sin embargo, sentimos esa tranquilidad como un regalo, además doble: en primer lugar, porque nos dejaba oír mil y un detalles que generalmente se escapan en las versiones con prisa y, por otro, porque a pesar de esa velocidad el interés no se le venía abajo en cada compás, como esos magos que son capaces de repetir el truco 'lentificado', y ni aún así somos capaces de descubrir el secreto. Pero podemos añadir que pocas veces -o ninguna- la hemos oído con tanto color, con ese ritmo imposible que, mientras el piano parece moverse a su aire, como fuera de tiempo, las trompas entran casi a la vez o le siguen los chelos casi encima. El 'casi' es lo que abruma a la hora de conseguir limpieza rítmica y claridad organológica.
Aún había algo que pudo quitar emoción a este logro tímbrico-rítmico: la labor del pianista, que en un principio lo sentimos de toque ligero, que no parecía elevarse ni aunque usase su fuerza en acentuar los unísonos de las manos. Sin embargo, Falla, las 'Noches', la orquesta o el director terminaron integrando a Martín como parte del sarao y allí estuvo por fin desde, aproximadamente la mitad de la 'Danza lejana', formando parte de la fiesta.
Frente al rechazo del llamado Grupo de los Cinco de la música europea a favor de la música rusa, Chaikovski adoraba a Brahms o Beethoven, músicos que sus congéneres rechazaban, pero sin renunciar a la música folclórica rusa. Por otra parte en el aspecto formal, tan denostado por algunos especialistas, asumió las estructuras de sus músicos admirados, pero en muchos casos añadiendo novedades tan atrevidas como la de esta Sexta sinfonía, cuyo principal atrevimiento es hacerla terminar en una lenta disolución, lejísimos de los estentóreos finales del resto de los músicos de su tiempo, europeos o rusos.
Lo cierto es que la 'Patética' se ha encumbrado como una obra no sólo de una belleza melódica inenarrable, sino como obra muy novedosa en algunos aspectos destacados, aunque el que sobresale entre todos es ese final biológico, agonizante, siempre inesperado. Y de un gran atrevimiento, porque a ver quién era capaz de presentar una sinfonía tan llena de vida y terminarla sin el chimpún a todo volumen. Pues Piotr Ilich Chaikovski.
Esta sinfonía se ha venido oyendo en la ROSS desde 1993 cada 3, 4 o 5 años hasta 2014 (Ráth); y luego no se vuelve a hacer hasta 2021 con Soustrot. Muchos tiempo. Nos llamó la atención que el director, fuera de toda costumbre, se dirigiera al público explicando precisamente este final y relacionándolo con su muerte repetina unos días después de su estreno, después de hacerle saber a su sobrino que la obra escondía un gran enigma que no desvelaba su programa: ¿acaso era un compendio de vida de quien ya sabía próximo su final?
Lo cierto es que el director asturiano dejaba claro su amor por esta sinfonía al romper todo protocolo al darnos estas explicaciones, y a la vez ser capaz de dirigirla de memoria. Quizá a lo ya dicho sobre su dirección de Falla habría que añadir un mayor abanico de contrastes dinámicos exigidos por la obra, y también agógicos, puesto que no dudaba en acentuar algunos pasajes marcando los cambios de ritmo para que no pasasen desapercibidos. Público de pie al terminar.
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