CRÍTICA DE MÚSICA

Una OJA rockanroleando a los 30

La Orquesta Joven de Andalucía cumple 30 años y lo celebra con el violinista sevillano Javier Comesaña, de 25 años, en su primera colaboración con la orquesta

Comesaña toca con la OJA dirigida por Posada guillermo mendo

Carlos Tarín

Sevilla

GRAN SELECCIÓN

La consagración de la juventud

  • Programa: Obras de Beethoven y Stravinski
  • Intérpretes: Javier Comesaña, violín. Orquesta Joven de Andalucía.
  • Director: Alejandro Posada
  • Lugar: Teatro de la Maestranza
  • Fecha: 01/04/2024

Tenemos la suerte de haber visto nacer y crecer este magnífico proyecto, el 'Programa Andaluz de Jóvenes Intérpretes', para la formación de músicos que buscan la excelencia y se les ofrece la oportunidad de tocar juntos, aunque sea sólo una vez al ... año (un programa, dos actuaciones: en el Villamarta jerezano y en el Maestranza).

En esta ocasión nos traían dos obras capitales del repertorio: la primera, el 'Concierto para violín en Re mayor' Op. 61 de Beethoven, con la que redirigiría la forma hacia el estándar del concierto romántico, y 'La consagración de la primavera' de Stravinski, que concentraría en ella todos los avances de la música hasta la fecha, llevándolos hasta tal extremo que desembocaría en el mayor escándalo conocido en la historia de la música. Ni siquiera el propio Stravinski volvería a tentar a la suerte, ya que finalmente confesaba que no le deseaba a nadie lo que pasó la noche del estreno.

Pero primero fue Beethoven, cuyo concierto se encontró un violinista que lo estrenó pareciendo que lo leía a primera vista, lo que para una obra al alcance de pocos solistas aún hoy resultaba, cuando menos, bastante atrevido. No fue el caso del joven Comesaña, quien demostró desde el primer momento un dominio no sólo de la parte solista, sino que incluso se atrevió también de memoria a acompañar a sus compañeros violinistas desde el tutti inicial.

Para empezar, no sabemos si la sensación de un sonido no muy grande se debe a su Guadagnini o es que él prefiere un sonido más bien recortado, íntimo, reflexivo. Está claro que el concierto en sí causó una enorme sorpresa desde su estreno porque el público esperaba un concierto más conflictivo, más beethoveniano. Pero acaso la delicadeza, el recreo en la ornamentación, un sentido reflexivo, espiritual, primó sobre una lectura que hubiese buscado en más de un momento un mayor contraste, más corpórea y presente.

Comesaña ha asimilado una técnica magnífica, que le permite afrontar cualquier obstáculo, cualquier dificultad técnica, con una seguridad y soltura extraditarías, recreándose con frecuencia en un dominio del 'legato' que incidía en esta sensación de ensimismamiento, de enamoramiento de un sonido extremadamente fino, exquisito. Solo nos pareció que se acercaba al Beethoven menos conciliador en las cadencias, especialmente en la del primer movimiento, con adustas dobles cuerdas, centelleantes escalas y una cierta 'aspereza' en su toque que extraía la acritud más honda del límpido instrumento. Como está claro que sus extraordinarias cualidades violinísticas le permiten no excluir repertorio alguno, debería elegir quizá aquellas obras cuya expresividad coincide con el repertorio con el que anímicamente se sienta más identificado.

Dicho esto, hemos de descubrirnos ante el acompañamiento del maestro Posada, que en todo momento se metamorfoseó con el solista, haciendo a la orquesta un todo con él, susurrando sus melodías, adaptándose a sus 'tempi' o procurando permanecer en un segundo plano para no ensombrecer mínimamente al violinista. Aquí podemos sobresalir la tersura de las cuerdas, sus delicados 'pizzicati' a veces como gotas de agua o incluso en ciertos momentos los metales, mostrándose cautos en sus intervenciones.

La cosa quedaba en si Posada enfocaría así la 'Consagración' o abriría la caja de los truenos. La presencia masiva de las 'morcillas' del Teatro -los reductores del eco- del retorno del sonido, estaban prácticamente todos fuera, lo que hacía presagiar que el cielo parecería caerse sobre nuestras cabezas. Y así fue.

Es más, si la obra estuviese al alcance de cualquier orquesta, especialmente de jóvenes, pediríamos que figurase en el repertorio de las mismas, visto el efecto que hizo sobre los jóvenes andaluces. Pero antes tuvimos que oír esos juegos tímbricos conseguidos con un despliegue instrumental enorme (aquí no hay que restringir músicos, pudiéndose tocar con los numerosos efectivos que requiere la partitura), desde el famoso superagudo del fagot, la flauta baja, el clarinete y la trompeta 'piccolo', las tubas, los contrafagotes y un largo etcétera.

Sin embargo, los momentos más increíbles, más penetrantes, correspondieron a aquellos que sobre una pulsación constante sobre la que restallaban golpes irregulares dibujaban fuertes vibraciones entre los músicos, sobre todo entre los de cuerda más ligera porque pueden moverse mejor, y correspondía como a un borboteo sanguíneo interior, hasta el punto que vimos cómo dos jóvenes violinistas se volvían hacia sus compañeros como lo hacen los grupos de rock más cañeros en determinados momentos, agrupando/aunando sus guitarras, ya melódicas, rítmicas o bajas. Correspondían a manifestaciones de vida, de sensaciones verdaderamente telúricas, geofísicas, tribales si se quiere. No sabemos si se grabó en video, y si fuese así se podría ver a los chavales botando sobre su asiento, movidos por una mano rítmica invisible llamada compás.

Posada propulsó tales impulsos como los detuvo en seco (ahí se notó el corto retorno acústico), tanto como los yuxtapuso a pasajes de gran belleza melódica y rítmica. Las secciones melódicas de la 'Consagración' apenas se sustentan en cinco o seis notas diferentes a lo sumo, extraídas fundamentalmente del folclore ruso, sobre ritmos similares pero que, al sobreponerse en descarnados polirritmos o multimelodías, dieron como resultado el escándalo del estreno. Tal vez hubiese requerido que las partes más expositivas y más atronadoras hubiesen mediado momentos intermedios, más progresivos o regresivos en cuanto a las dináimicas.

Lo que sí se alcanzó fue un fulgurante final, en el que se aplaudió a rabiar el esfuerzo de los jóvenes, la amplitud y lozanía del proyecto y la importancia que tiene para nuestros futuros profesionales. Y dio igual Beethoven que Stravinski: los chavales volvieron finalmente -terminado el concierto- al pasodoble 'Amparito Roca' del compositor catalán Texidor Dalmau. Parece mentira.

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