Crítica de ópera
Unos 'enfants' más cercanos
El ayuntamiento se vuelca con la ópera en un enorme y variado ciclo que cubrirá desde los inicios de la ópera con 'Il Combattimento di Tancredi e Clorinda' de Monteverdi (en realidad madrigales, pero ya con la monodia acompañada sobre un drama) pasando por el 'bel canto' hasta alcanzar la ópera contemporánea, como esta con la que se inicia el ciclo.
CARLOS TARÍN
Sevilla
Festival de Ópera de Sevilla
LES ENFANTS TERRIBLES de Philip Glass
- Intérpretes: Clara Barbier (soprano), Lydia Vinyes-Curtis (mezzosoprano),Samy Camps (tenor) y Dietrich Henschel (barítono). Florencia e Isidora Oz (bailarinas). Oscar Martín, Patricia Arauzo y Julio Moguer (pianos).
- Dirección musical: Juan García Rodríguez.
- Dirección de escena: Susana Gómez.
- Escenografía: Juan Ruesga.
- Iluminación: Laura Iturralde.
- Coreografía: Florencia Oz.
- Vestuario: Nino Bautí.
- Producción: Festival de Ópera de Sevilla.
- Lugar: Nave de Fundición de la Real Fábrica de Artillería.
- Fecha: 25/09/2025.
Asistimos a la primera ópera de cámara de un ciclo con el que el ayuntamiento pretende emparentarse con este género en su versión contemporánea, como nos hacía ver en la presentación de este conjunto global operístico. Cuatro títulos lo componen, comenzando por estos ... 'Les enfants terribles' de Philip Glass (1996), espectáculo inspirado en la novela homónima de Jean Cocteau (1929), que Jean Pierre Melville llevaría al cine (1950) con la ayuda del autor, y que para Glass supone la última pieza de una trilogía musical dedicada a dos novelas anteriores del dramaturgo francés: 'Orfeo' y 'La bella y la bestia'.
La música minimalista, repetitiva, buscó siempre su apoyo en el 'tramado' barroco de células repetitivas que conformaban encadenamientos con frecuencia hipnóticos, tal vez en el sentido del tambor de un regimiento que lleva a la batalla a unos soldados prácticamente en trance, ante los incansables arpegios. Precisamente a 'La bella y la bestia', que vimos en el Maestranza con verdadera admiración (1994) no sucedió el mismo acierto que esta, que llegó dos años más tarde al Teatro Central, ya nos pareció haber agotado el lenguaje que tanto sorprendió en principio. Seguramente por eso necesita de la imagen, ya sea de cine, de teatro o ballet.
En cualquier caso, es cierto que el uso continuado del arpegio se conjunta perfectamente con esa sensación que se quiere crear como de magia, de fantasía con la que empieza la relación de los hermanos, especialmente en la zona más aguda de los pianos. Por cierto, tres pianos sonando simultáneamente supone un cierto riesgo, ya que la sincronización con arpegios ha de ser de una exactitud matemática; sin embargo, Óscar Martín, que hace muy poco interpretaba el 'Concierto para tres claves' de Bach, capitaneó de forma precisa e intensa el trío de pianos, siendo una parte muy relevante del éxito.
Las voces fueron excelentes en general, tanto en la adecuación a sus papeles (algunos dobles) como a las estrambóticas situaciones, además de las exigencias actorales, que incluyeron carreras por el escarpado escenario. Clara Barbier (Elisabeth) asumió el papel más complejo, y destacó su adaptación vocal a cada una de los roles, con un registro de ligera, pero firme e intenso. A su lado estuvo el barítono Dietrich Henschei (Paul), con marcada brusquedad para moverse del grave al centro. La mezzo Lydia Vinyes-Curtis (Dargelos/Aghate) destacó por su voz bien timbrada y poderosa, y buena asunción de sus roles. Y también muy loable la declamación y el canto del tenor Samy Camps (Gerad y narrador), de voz clara, potente, pero también delicada o suplicante. Fantásticas las bailarinas que hicieron por las siete requeridas y extras como chicos del colegio en el inicio; y la coreografía, exquisita y elegante, así como el vestuario desde los uniformes a la preciosa colección de vestidos de Elisabeth. La escenografía marcó las dos partes del cuarto de juegos, con huecos escamoteables para guardar los tesoros o las camas (¿el pasillo central era un prolongado ataúd, que preludiaba el final desde el principio?).
Ahora parece que no se lleva hablar de arquitecto de luces, pero aquí ese concepto estuvo vinculado al de esta sala que no conocíamos todavía, en concreto a su bóveda de cristal, así como a otros momentos en los que contribuyó ese juego de espacialidades. Por último, a Susan Marshall, coreógrafa del proyecto original y partícipe del conjunto, se le ocurrió decir que no quería una coreografía que 'representara' la historia de un modo literal, puesto que la fuerza de la danza radica en su misterio, lo que hizo extensible a la dirección de escena. Pensamos que en un desarrollo tan complejo, y no sólo en tanto que progreso de la historia, sino también en el vaivén de deseos, frustraciones, sentimientos encontrados, etc., una dirección escénica que ayudase al espectador a seguir todo su laberíntico planteamiento y evolución estuvo mejor. Y nos parece que Susana Gómez lo hizo bastante bien. De igual manera, la dirección musical también se nos antojó precisa y unificadora.
Siempre agradecemos los sobretítulos/subtítulos, y aquí levantados en pedestales casi a la altura del escenario. El problema fue la traducción, que no siempre se entendía bien por una sintaxis incorrecta o incompleta. Por otro lado, la enorme sala podía generar problemas de acústica y se debió optar por la amplificación, también pensando en el volumen de los pianos. Suponemos que harían pruebas, con y sin; nosotros preferimos siempre sin megafonía, si es posible (los pianos llegaron a tocar muy suave cuando se les requería). Pero en fin, nos dio la impresión, por lo menos, de que su volumen fue bajando, con lo que dejó de sonar un poco de eco y dejaron oír las voces tal cual.
Estos niños eran otros. Este cambio necesario nos permitió 'acercarnos' a ellos con mayor entusiasmo.
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