Entre ecos de tango y de copla, Martirio volvió a abrazar Sevilla
La artista onubense presentó en el Cartuja Center CITE su nuevo espectáculo 'Al Sur del Tango', un viaje entre géneros
Martirio: «El mejor premio para mí es que la gente siga viéndome»
Sevilla
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Iniciar sesiónLas luces descendieron suavemente sobre la platea del Cartuja Center CITE, mientras un tímido murmullo aún flotaba entre los pocos asistentes, apenas dos bloques de butacas centrales se animaron a recibir a la diva. Cinco minutos de cortesía marcaron el prólogo de un viaje musical ... que no entendía de números, sino de emociones. Un arranque instrumental, protagonizado por un violín que lloraba y resplandecía con dramatismo, sirvió de preludio para la entrada de Martirio, que emergió entre ovaciones con esa inconfundible silueta: gafas de sol, peineta alzada y un traje verde de brillo que parecía querer cantarle también al escenario.
Sevilla contenía el aliento cuando la artista pronunció, emocionada: «Muchísimas gracias, buenas noches querida Sevilla. Estoy tan emocionada que parece que estoy esperando hace 41 años en la plaza de San Andrés. Más nerviosa estoy». Y así, con la garganta llena de historia y un alma que sigue desbordando arte a sus 71 años, abrió la noche con 'Naranjo en flor', dejando claro que este espectáculo, 'Al Sur del Tango', no era una visita turística al género, sino una declaración de amor, una relectura íntima del tango en compás de 3x4, pasado por el tamiz de la copla, el exilio y la poética compartida entre España y Argentina.
Un aire renovado
El trío que la acompañaba, Olvido Lanza al violín, Jesús Lavilla al piano y Marcelo Mercadante al bandoneón, tejía con ella una atmósfera de sutil intensidad, sin artificios ni distracciones. Solo la música, desnuda y honesta. Con 'El corazón al sur', Martirio bajó al alma de Buenos Aires, y desde allí, tras un solo vibrante de bandoneón, nos llevó al barrio de La Boca con 'Melodía de arrabal', que cantó sentada, como si contara un secreto.
Volvió a erguirse para 'Uno', del que dijo con humor que tenía ya «400 versiones, pero faltaba la nuestra». La hizo suya, como también lo hizo con 'El día que me quieras', que dedicó a todos los enamorados, tras confesar que la descubrió en Venezuela, hechizada por la frase: «porque vas a venir». La noche siguió su curso entre tangos que alguna vez sonaron a través del Atlántico, como 'En esta tarde gris' y 'Volver', que trazaron el puente entre Gardel y la memoria sentimental de la artista.
El concierto viró entonces hacia composiciones más contemporáneas. Con '¿Cómo sigo?' y 'Los pájaros perdidos', ambos firmados por el bandoneonista Marcelo Mercadante, el sonido se volvió más íntimo, más personal. Y si alguien aún dudaba de la carga emocional de la velada, Martirio entregó 'Cuando un amigo se va' a capella, con una sobriedad que conmovió hasta al silencio. Hubo dedicatorias, a Raúl Rodríguez, con el conmovedor 'Chiquilín de Bachín', y también a los amigos y familiares presentes, antes de dejarse llevar por la locura hermosa de 'Balada para un loco'. La despedida oficial llegó con 'Siempre se vuelve a Buenos Aires', tema que provocó la primera ovación unánime, de pie, del público sevillano.
Pero Martirio no podía irse sin más. Regresó tras una brevísima pausa, arropada por las palmas, con un mensaje de amor y paz. Dedicó su penúltimo tema a Marina Kesselman, con quien escribió una sevillana impregnada de aire argentino: 'Mi corazón sueña', una joya híbrida que habla de identidades compartidas. El broche final lo puso con una versión intensa y sentida de 'La bien pagá', que provocó un nuevo y sentido aplauso de despedida. Martirio no vino a dar un recital. Vino a narrar una historia que lleva toda la vida sintiendo: la del tango que la enamoró, la de la copla que la parió, la de dos orillas que en su voz parecen una sola.
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