crítica de música
Crítica de la Orquesta Barroca de Sevilla en el FeMÀS: Noche estrellada
La Orquesta Barroca de Sevilla protagoniza una noche memorable con su programa 'Las bodas de Cadmo y Harmonía'
Qué hacer este fin de semana en Sevilla
Carlos Tarín
Sevilla
Concierto de la Orquesta Barroca de Sevilla en el FeMÀS
- Programa: «Las bodas de Cadmo y Harmonía». Obras de Zelenka, Bach, Rameau y Haendel.
- Intérpretes: Lina Tur Bonet, concertino.
- Clave y Dirección: Jonathan Cohen.
- Lugar: Espacio Turina.
- Fecha: 22/03/2023.
No es habitual que la Orquesta Barroca de Sevilla nos presente un programa constituido casi al completo por grandes éxitos del barroco, sino que prefieran joyas escondidas, autores interesantes por descubrir o recuperar nuestro pasado musical de los archivos. Su actuación en el ... Auditorio Nacional de Madrid el día anterior quizá lo explicase, aunque, bien pensado, en Madrid se oye música a raudales a todas horas, con buenos intérpretes y de obras famosas o desconocidas, de manera que un programa así podría resultar reiterativo. ¿O el reto era dejar al público madrileño con la boca abierta con obras que con cualquier otro conjunto los haría bostezar? En realidad, estas conjeturas sólo compendian -sobre todo la última- nuestra impresión, al vernos desbordados por un cúmulo de sensaciones de impacto. Vayamos por partes.
En primer lugar, encontramos una OBS grande, necesaria para responder a la gran cantidad de 'concerti Grossi' (para varios solistas) que se presentaron, o para grupos de instrumentos con un número requerido de los mismos, a la vez que una cuerda suficiente como para equilibrar el número, lo que hizo un máximo de 23 músicos -22, si consideramos que de los 3 trompistas nunca tocaron más de 2, ya que se alternaron los solistas por la exigencia extrema que tienen ambas intervenciones para tocarlas uno solo en el mismo concierto-. De todos ellos, un número mayoritario eran habituales de la formación sevillana, actuando como concertino Tur Bonet, que ya lo ha sido en varias ocasiones, así que ya había esa empatía inicial.
De ella tenemos que insistir en su gran labor, porque es una gran violinista, pero también en que su violín resulta de un sonido algo pequeño para una orquesta de estas dimensiones; y no es sólo el volumen, sino su delgadez, sobre todo en los sus agudos. Se puede justificar en el 'Concierto de Brandenburgo nº 1', que necesita un violín 'piccolo', pero es que creemos que no usó otro. Eso sí, su maravillosa técnica, su musicalidad, su vigor y su 'feeling' con la orquesta resultaron claves para el éxito. Quizá la obra menos conocida del programa, la 'Simphonie à 8 concertanti' en La menor ZWV 189 de Zelenka que abría el recital, fue la que dejó ver mejor estas cualidades de la violinista.
Un segundo puntal de este concierto fue la presencia del oboísta Pedro Castro, cuya labor intensísima añadió un plus de expresividad, y una coloración muy especial, muy cálida y, sobre todo, muy penetrante para la fuerza y vivacidad del conjunto. También sus compañeros de oboe, José Manuel Cuadrado y Miriam Jorde, fueron decisivos, especialmente esta última en el Haendel que cerraba el programa.
Otro instrumento determinante para la brillantez de la propuesta es la trompa natural, con el inconveniente de que no siempre su afinación puede ser controlada del todo por el instrumentista; pero cuando se consigue el resultado alcanza el esplendor que el compositor buscaba. Este llegó también con Haendel, ya que la presencia de Rafa Mira aportó esa estabilidad sonora y la refulgencia del resultado.
De la misma manera, la intervención única de Mercedes Ruiz venía a compensar desde la cuerda grave las hasta entonces intervenciones protagónicas de la cuerda más aguda de la concertino. Como siempre en ella, calor, intensidad, melodismo envolvente sobre un sonido seductor.
Pero nada de esto hubiera surtido efecto sin la cabeza rectora de Jonathan Cohen. Casi nunca hemos visto buenos resultados cuando dirige un clavecinista, porque siempre tiene que descuidar alguna de sus dos tareas: tocar y dirigir. Del clave se encargó 'continuamente' y con el acierto que lo acompaña Alejandro Casal (por cierto, quedó claro que cuando no haya más remedio que prescindir de la tapa del clave, la opción de colocarlo con el intérprete mirando al público demostró ser la mejor, porque se oyó perfectamente). Cohen no tenía que elegir, porque daba igual lo que hiciera, que el milagro funcionó, y creemos que el único 'secreto' para ello tuvo que ser el trabajo de ensayo, que ha debido ser tremendo, a la par que un planteamiento 'estratégico' magistral. Consciente de que con un programa como este, donde concurren tantos instrumentos, la organización es primordial para que cada uno de ello o grupo de de los mismos tuviera el lugar que le correspondía.
Así, el criterio a seguir fue el concertante: aquellos instrumentos que se respondían unos a otros deberían estar en 'oposición', de manera que en Zelenka fueron los violines I de Tur los que se 'enfrentaron' (los que se colocaron en frente unos de otros) con los violines II, magníficamente comandados por Miguel Romero, base de la 'tensión' discursiva, con unos oboes en medio encargados de templar los ánimos con sus dulces sones. Sin embargo, cuando tocó el turno al Brandenburgo fueron estos, en unión de otro protagonista de excepción, el fagot de Javier Zafra, quienes se enfrentaron a toda la cuerda, de ahí el referido brío de Castro, que pensamos que le podría pasar algo, por el vigor y energía que impuso en su sección.
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Carlos Tarín
Y ya en la segunda mitad, un nuevo cambio de perspectiva venía a descubrirnos la importancia concertante que tenían las violas en 'Las indias galantes' de Rameau y luego en buena parte de la selección de la 'Música acuática' de Haendel, violas capitaneadas por Kepa Artetxe. Por cierto, que en la famosa danza final de Rameau, 'Les sauvages' parecían más 'domesticados' que de costumbre, porque no quiso terminar en el habitual fortísimo.
Con qué atención hay que mirar una partitura para hacer que todo esto resulte evidente, algo que rara vez hemos visto -al menos en directo- a tantos grupos que han interpretado estas mismas obras. Ahora, las vitaminas con las que venía la orquesta no sabemos si procederían de alguna poción mágica de algún antepasado druida del británico Cohen o qué, porque recordemos que la noche anterior lo dieron todo en Madrid; si a nosotros nos ofrecieron lo que les quedaba, qué oirían los madrileños. Orgullo para Sevilla, y todas las estrellas posibles para ellos.
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