Alejo Stivel: «No me arrepiento de nada, en mi vida tuve muchos trenes en los que me subí»
El cantante, compositor y productor argentino presenta este sábado en Sevilla su gira de salas, 'Muy vivo Tour'
Los conciertos de marzo en Sevilla que no te puedes perder

Por eso de que los viejos rockeros nunca mueren, o por mimetismo con los gatos con los que convive, Alejandro Stivelberg Katz (Argentina, 1959), conocido como Alejo Stivel, ha elegido el título de 'Muy vivo tour' para su primera gira en solitario en salas. Hoy, ... la voz de Tequila llega a Sevilla para montar su fiesta en la X. Un recorrido por los grandes éxitos de la banda y los suyos propios, entre los que se incluye el último tema grabado con Joaquín Sabina en un videoclip para el que ha utilizado la inteligencia artificial. Curioso y «sobreadaptado», el también productor de algunos de los discos más laureados en España de las últimas décadas repasa sobre el escenario toda una vida de música. Y, en esta entrevista, durante la que muestra en varias ocasiones su parte más sensible, pasea por sus memorias más personales.
-Con lo veterano que es, esta es su primera gira en salas. ¿Cómo ha surgido ahora?
-Es increíble que todavía me queden cosas por hacer por primera vez. Con Tequila había hecho todo tipo de formatos, pero como solista yo había hecho o fiestas populares o festivales, mi asignatura pendiente eran las salas. Como mi libro lo titulé 'Yo debería estar muerto', a la gira en vez de ponerle el título de Alejo Stivel en vivo se me ocurrió poner 'Muy vivo Tour'. Estoy con muchas ganas de encontrarme con el público de Andalucía, de Sevilla, que tiene ese color especial. La gente reacciona de una forma muy efusiva y yo no doy un concierto, monto una fiesta. Hay una comunión desde la primera canción, saltamos, cantamos y bailamos todo el concierto. Si no se va agotada la gente yo no estoy contento.
-¿Eso se prepara o lo deja a la improvisación?
-Bueno, hay mucho de preparación, de ensayo y de años de tocar. Hay mucho de muy buenos músicos que me acompañan, son fabulosos. Y después siempre queda un margen a la improvisación. Es rock&roll, no es Beethoven. Hay un margen que viene dado por el público que es el que te alimenta y hace que cada noche sea diferente. Hay muchos artistas que dicen que están hartos de tocar la misma canción y no tocan las canciones que la gente quiere oír. Yo ofrezco nuevos temas pero también lo que el público quiere, tenemos un código común, esas canciones ya no son mías, son tan de ellos como mías.
-¿Cómo se ha visto en este reto?
-Me encanta, es un formato muy diferente a las grandes multitudes, que también me encanta esa energía del público masivo, pero en las salas hay una intimidad, hablo más, estamos a solas y se genera de alguna manera una comunión.
-¿Le ha sorprendido que hoy día todo ese público le siga?
-Tengo la capacidad de sorpresa muy viva todavía. Veo gente de mi edad que no se sorprende por nada. Yo sigo ávido por nuevas experiencias, me dejo sorprender por todo lo que me ofrece la vida, hasta por el pincho de tortilla que me voy a comer al salir de aquí. Cada día es un público nuevo, para ellos es una ocasión única, pero para mí también. Lo aprendí de mi madre, actriz (Zulema Katz). Ella hubo veces en las que interpretaba un texto todos los días por dos años. Un día le pregunté que si no se aburría de hacer todos los días exactamente lo mismo. Ella me dijo: «El verdadero artista lo que tiene es que buscar la diferencia que hay en cada representación, no repetir las canciones, sino recrearlas cada vez».
Concierto de Alejo Stivel en Sevilla
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Dónde: Sala X
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Dirección: José Díaz
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Cuándo: 1 de marzo
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Horario: A partir de las 21 horas
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Precio: Anticipadas 30 euros
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Entradas: ultimaentradas
-¿Es la curiosidad el secreto de la juventud?
-(Risas) No lo sé, si lo tuviera, tendría una cuenta bancaria más prominente. No sé si joven, pero me mantiene en actividad. No sólo soy curioso, estoy agradecido a la vida. Primero porque estoy vivo y segundo porque cada día que me levanto puedo hacer algo que me gusta. Sé que estoy en un pequeño porcentaje de la población que puede decir esto. Y vivir de ello. Además, no sólo la gran mayoría no hace lo que le gusta, es que encima no les vale para vivir y pagar sus facturas.
-Su libro 'Yo debería estar muerto' no tiene nada que ver con el documental 'Tequila. Sexo, drogas y rock and roll', ¿no? Lo digo porque uno parece la consecuencia del otro...
-(Risas) No, lo único que tienen que ver es que salgo en los dos. He cortejado varias veces a la parca, tengo dos gatos en mi casa, dicen que tienen siete vidas, ¿no? Pues yo creo que ya les he superado. Desde pequeño me han pasado cosas que me podía haber ido. Y no solo lo que sale en el documental, sino muchas otras cosas más. Desde escapar de una dictadura donde quedó media familia mía, hasta la drogas, hasta accidentes, enfermedades... Hasta hubo un día que me quiso pegar Mike Tyson.
-¿Qué pasó con Mike Tyson?
-Me lo encontré en el hall de un hotel de La Habana durmiendo la mona y yo me quedé mirándolo. Se levantó como un resorte, se me puso nariz contra nariz y me dijo, «what's the matter with you man?'», ¿qué pasa contigo, tío? Ni lo pensé, mi instinto de supervivencia me hizo salir de allí como el correcaminos. Cuando se lo conté a Carlos Tarque, que estaba en la habitación, me dijo: «Qué fantasioso eres, ¿no puedes inventarte algo un poco más creíble?»
-En ese libro habla del exilio, ¿cómo recuerda el traslado a Madrid?
-Como algo muy, muy traumático. No se lo deseo a nadie. Sé que este es un país que ha fabricado muchísimos emigrantes, exiliados en la época de la guerra y la posguerra, emigrantes en la época que tenían que ir a buscarse la vida a Europa para poder tener un salario digno. No es lo ideal. Lo ideal es que si tú naces en Sevilla, estés en Sevilla con tu entorno y desarrollarte, eventualmente irte a un lugar porque tienes una oportunidad de que te salió algo y te apetece. Pero no es lo ideal que te expulsen con una situación trágica donde parte de mi familia y amigos perdieron la vida y de un día para el otro, con 17 años, llegar a un lugar donde no conoces a nadie. Ahora es casi imposible imaginarse eso porque internet ha abierto tanto el mundo... Pero en esa época era llegar a la nada, era como si te mandaran a la luna. Mi madre y yo veníamos muy tristes, nos vinimos en un barco que tardó 15 días. Hice una canción entonces que se llama 'El barco' que la voy a tocar en Sevilla. Lo que pasa es que creo que el destino me tenía preparada una compensación. Yo no creo en Dios, pero creo en las energías universales y creo que ahí hubo algo. Este pobre chaval que lo echamos de su país, le matamos a la mitad de su familia y está triste, vamos a compensarle. Y en un año y pico de no conocer a nadie pasé a estar tocando en un lugar ante 30.000 personas con un disco grabado número uno, viviendo de eso, ganando dinero, viajando sin control parental, un libertinaje absoluto. Por eso estoy tan agradecido, conozco gente que le pasó lo mismo que a mí pero no tuvo compensación y siguieron tristes por el resto de su vida.
-Con una vida como la suya, ¿ha sido el exilio lo que más le ha marcado?
-No, el exilio me ha marcado mucho, pero no lo que más, no mucha gente puede decir que su vida cambió un día en concreto radicalmente. El 17 de agosto de 1976 mi vida cambió, no fue gradual como le ocurre a mucha otra gente. La gente tiene cambios que son más graduales, ¿no? A mí me cambió la vida un día y sí, me marcó muchísimo, pero por suerte tengo muchas más experiencias y muchas muy positivas que también me marcaron la vida y no me convirtieron en ese ser triste que podía haber sido, sino que soy una persona como te decía agradecida y cada día estoy moderadamente feliz.
-Es curioso, Argentina acogió a miles de españoles y usted acabó viniendo para España. ¿Añora su país?
-Recuerdo mucho a los españoles. Hay una historia muy curiosa a partir del libro. Yo tenía un compañero de banca que sentaron a mi lado el primer día de clase en primer grado. Él había nacido en Argentina, pero sus padres eran asturianos. Fue mi mejor amigo durante toda la Primaria, hasta que en tercer grado nos cambiamos de colegio y ya no nos vimos nunca más. Pero yo nunca le olvidé, cada vez que iba a actuar a Asturias o a Galicia, decía que mi mejor amigo de la infancia era de allí, de Ría de Navia. Y decía, donde quieras que estés Claudio Méndez, este concierto yo te lo dedico a ti. En el libro conté la misma historia y en vez de poner este concierto te lo dedico a ti, puse: «Si algún día este libro cae en tus manos por casualidad, te mando un abrazo». Cuatro meses después de salir el libro recibo por Instagram una foto con ese fragmento del libro y un mensaje: «¿Cuándo nos damos ese abrazo?» Conseguí verle en Buenos Aires 57 años después.
(A Alejo Stivel se le empañan los ojos en este momento, la primera de las varias veces que le ocurre durante la entrevista).
Siempre sentí ese capricho del destino de que si no fuera por la posguerra, él hubiera vivido en Asturias y si hubiese desarrollado en Asturias toda su vida y si no fuera por la dictadura, yo probablemente me hubiese quedado en Argentina y hoy seguiría viviendo en Argentina. Me parece trágico y maravilloso al mismo tiempo.
-En ese libro habla de los Roth, los Botto, pero también de otros compatriotas como Julio Cortázar. ¿Cuál fue su relación con él?
-Julio era muy amigo de mis padres. Él vivía en París y cada vez que iba a Argentina iba a cenar una noche a casa. Yo era un niño que participaba mucho con los adultos. Yo me quedaba dormido encima de alguien oyendo discusiones, charlas de política, de cultura, de arte... Por mi casa pasaban actores, escritores, pintores, artistas de todo tipo. En ese sentido yo era un niño muy original, ¿no? A Julio, que era un tipo también supercurioso y tenía un punto infantil, le gustaba hablar conmigo y se creó una relación independiente a la de mis padres con él. Yo salía del colegio, me tomaba un autobús y me iba a su casa a tomar el té. Yo no tenía mucha conciencia en ese momento de quién era Julio Cortázar, para mí era uno más, de hecho yo me impresionaba más si venía un jugador de fútbol de mi equipo o un actor, pero con los años me fui dando cuenta de quién era y apreciando también su obra. Después ya cuando vine a vivir a España él venía a Madrid siempre y nos veíamos, incluso yo fui de vacaciones algunas veces a su casa en el sur de Francia, en la Provenza. Ahora me siento superafortunado de haber tenido esa relación, es medio increíble, ¿no? A mí me daba mucho pudor decir que yo era amigo de él o de otra gente que era muy famosa en Argentina.
-¿Por qué sentía esta vergüenza?
-No sé, me pasaba mucho en el cole, yo los fines de semana iba a casa de mi padre, que era un director de televisión muy famoso, su mujer era una actriz muy famosa, ganaban mucho dinero. En casa de mi madre, que trabajaba en teatro, era clase media que llegaba justita a fin de mes y yo iba a un cole público que iba caminando todos los días a cuatro calles. Pero me quedaba a dormir en casa de mi padre el domingo y el lunes por la mañana ellos me ponían un coche tipo limusina con chófer. Y a mí me da una vergüenza tremenda llegar así al colegio. La verdad que el haberme criado en dos casas tan diferentes me dio una capacidad de adaptación a cualquier cosa increíble. El psicoanalista me dice que soy un sobreadaptado.
-Perdona que insista con el tema del libro, pero tiene capítulos dedicados a gente muy importante de la cultura en España como Antonio Flores o Pedro Almódovar. ¿Cómo fueron esas relaciones?
-Bueno, yo sumaría otra figura muy importante para la cultura española, Gila. Él se exilió en Argentina, aunque aquí le iba muy bien, pero no le gustaba el gobierno que había. Lo había pasado muy mal en la guerra y en la posguerra porque él combatió en el lado republicano. Un día caminando por Madrid nos detuvimos frente al colegio del Pilar y me dijo: «Yo estuve preso aquí». Hizo trabajos forzosos, tuvo varios simulacros de fusilamiento, y una vez llegaron a dispararle pero no lo remataron porque lo dieron por muerto. Fue un tipo que tuvo la capacidad de toda esa experiencia convertirla en humor y vivir de eso. En Argentina era un auténtico ídolo. Él produjo una obra en la que trabajó mi mamá en Buenos Aires y eran amigos y se veían a menudo. Fue una relación muy bonita la que tuve con él.
-¿Y eso de que pudo ser chico Almódovar?
-Fue también una relación muy estrecha. Mi mamá conocía a su pareja de cuando vivió junto a mi padre en Perú antes de que yo naciera, donde fundaron el Club de Teatro de Lima. 20 años después, cuando volvimos a Madrid, se reencontraron y ya era la pareja de Pedro, que todavía no había rodado ni siquiera su primer corto y era un empleado de Telefónica. Además, el fue una especie de Pigmaleón de Pedro porque él era un tío superculto. Pedro era muy jovencito y él le sembró también mucha cosas que después él ya solito desarrolló mucho.
Pero la anécdota a la que se refiere es que le dio el libreto de una de sus películas, creo que 'Laberinto de pasiones', a Cecilia Roth para ofrecerme un papel y yo le dije que no. Le dije que no por varias razones. Primero porque estaba en plena euforia de Tequila. Y después porque también yo estaba inseguro. Quizás hoy tendría un Oscar en mi estantería.
-¿Se arrepintió de decir que no?
-No vale de nada arrepentirse, pero me da la curiosidad de qué hubiera pasado. Quizás hubiera compatibilizado mi carrera de actor porque yo en principio iba a ser actor cuando era pequeño antes que un cantante o músico. Quizás hubiese hecho esa película y ninguna más o quizás me hubiese ido a Estados Unidos y sería Antonio Banderas. Nunca se sabe. Pero no me arrepiento porque tuve la vida que tuve y tengo y me gusta. En mi vida pasaron varios trenes a los que me subí. Y todavía confío en que hay varios trenes más por pasar en los que me voy a subir.
-Otro personaje vital en su carrera, y así aprovechamos para hablar de su último trabajo, es Joaquín Sabina. ¿Cómo se le ocurrió grabar su canción 'Yo era un animal' con él y hacer un videoclip a través de la inteligencia artificial?
-Bueno, primero se me ocurrió mostrarle la canción para ver si le apetecía cantarla conmigo. Él me dijo que parecía que la había escrito para él porque se sentía muy identificado, así que me dio el sí rápido. Sobre el videoclip he de decir que soy cero tecnológico, no tengo ni ordenador, no sé cómo se me ocurrió esa idea. Supongo que debió haber habido primero entonces una inteligencia natural para pensar en recurrir a la inteligencia artificial. Y la verdad que quedó genial, es algo divertido y emotivo también. Hay un momento que yo me abrazo conmigo mismo de joven que en el momento ese era un actor y me emocioné.
-¿Le dijo algo a ese Alejo de joven?
-Entonces no, pero si me encontrara con él le diría: «Repítelo todo igual lo has hecho. No cambies nada, ni lo malo, ni los errores, ni la desgracia y ni por supuesto los aciertos y los momentos felices, porque si cambiaras algo entonces cambiaría yo hoy. No sé si se saca una enseñanza de las cosas malas. Yo prefiero que no me pasen y ser un ignorante. No quiero aprender, yo quiero pasarlo bien.
-Pero de los errores de hacer daño a alguien sí se arrepiente uno, ¿no?
-Sí, sí, obvio. Yo no siento conscientemente que haya hecho daño a nadie, si hay alguien y lee esto que me llame y le pido disculpas, pero no soy consciente de haberle hecho daño a nadie, más que cuando compuse mi primera canción, 'Necesito un trago', a los 14 años. Se la mostré a mi madre y se llevó un disgusto. Pero rápidamente le aclaré, cosa que era verdad, que en ese momento no había probado el alcohol. Está fatal, beber cualquier gota de alcohol es un error. Le dije que era ficción, que esa frase la saqué de una película de Humphrey Bogart. Se me ocurrió hacer la canción porque estaba aburrido, creo que ha sido el único día en mi vida que he estado aburrido. Pues amorticé ese día de aburrimiento porque pasó algo que no ocurre casi nunca, que es que tu primera canción sea tu primer single años después. Hace poco estuve tocando en Buenos Aires por primera vez en mi vida y la toqué.
-¿Su primera vez en Buenos Aires fue hace poco?
-Sí, porque Tequila surgió en el momento la dictadura, mi apellido estaba en la lista negra del Ministerio del Interior. No podíamos entrar en los medios, nadie, ni mi padre, ni mi madre, la mujer de mi padre y el marido de mi madre, los cuatro estaban en una lista de 200 personas de la cultura. Bueno, finalmente fui a actuar y el teatro donde actué es el teatro que ahora que es de mi hermana, muy cerca de donde la compuse con 14 años. Dije: «Esta canción la compuse hace más de 50 años aquí a dos calles y hoy va a ser la primera vez que la cantó con la letra original: 'Estoy aquí, aburrido en Buenos Aires'.
En ese momento el músico vuelve a llorar, pero una llamada de teléfono corta la entrevista. Era la cantante y política Rosa León, «otra figura importante de la cultura española» a la que conoció a través de María Elena Walsh. Una amistad que se forjó a su llegada a Madrid y que esconde otro prodigio del destino. Ella le llevó como invitado de una de sus grabaciones en el mismo estudio en el que meses después grabaría su primer disco con Tequila.
-Se emociona mucho...
-Soy el hazmerreír de mis amigos por esto. Por suerte esto es una entrevista escrita, si no, no te hubiese contado las cosas como te las conté, en una televisión o en la radio me contengo más.
-Por cierto, hablando de inteligencia artificial. ¿Cómo ha cambiado su aplicación en la producción o, en su caso, ha influido a nivel compositivo?
-Ya digo que yo soy tecnológicamente un analfabeto, no la utilizo más que en este videoclip. Todavía se me ocurren cosas que escribir y melodías que cantar. No sé si algún día cuando esté seco le pediré ayuda a la inteligencia artificial. Creo que como todos los inventos y todos los adelantos tecnológicos tienen su lado oscuro y su lado claro, ¿no? Las redes tienen la cosa increíble de que te puedes conectar con todo el mundo, pero también que generan una adicción que te puedes deprimir y suicidarte. La inteligencia artificial creo que puede hacer tremendos desastres, creo que va a haber tragedias masivas por la inteligencia artificial, pero también como en este caso se puede hacer para emocionar y divertir a alguien.
-¿Le preocupa el mundo que estamos dejando?
-Sí, por supuesto, vamos, me preocupa no, estoy horrorizado. En el libro tengo un capítulo que se llama 'Optimista, pesimista'. Yo tengo una naturaleza optimista, me despierto optimista y creo que todo va a ir a mejor y que todo el mundo va a poder comer y que nadie va a morir y que todos vamos a vivir en armonía perfecta como en un cuento de Walt Disney. Pero va pasando el día y como soy muy adicto a la información veo que no hay muchas razones para ser optimistas. Me da mucha pena por las generaciones más jóvenes porque bueno, pues yo ya tuve una vida fantástica que quiero estirar hasta los 120, ¿pero ellos? Por un lado confío en que de repente salga un Einstein e invente la energía renovable, por ejemplo. El otro día fui a una charla de un español de Harvard, uno de los grandes especialistas en sostenibilidad, y pintó un panorama desolador. Porque el reciclaje es tan dañino como el no reciclar, los coches eléctricos producen tanta o más polución y derroche de energía que los coches a gasolina. El petróleo es igual de nocivo que la electricidad. Habría que parar ya la producción de ropa. Salimos todos para tirarnos por el balcón. Estamos en un punto de no retorno. Así que, bueno, por eso creo que la mejor lección de este horror es la de aplicar la frase de Woody Allen: «Disfruta cada día como si fuera el último, algún día acertarás».

-El primer disco de La oreja de Van Gogh se 'salvó' gracias a su intervención. ¿Volvería a 'salvar' al grupo ahora que está sin cantante?
-Estoy muy lejos ya de ellos. Les guardo cariño. Yo no sé si lo salvé, lo que sí sé es que si ese disco lo hubiera grabado con ellos tocando, nunca hubiese funcionado porque no lo hacían bien. Tendrían que haber ensayado al menos un año y teníamos 29 días para grabar el disco, por eso lo hicimos con los músicos de mi estudio. De hecho, ellos estuvieron en toda la grabación aprendiendo cómo tocar esas canciones bien y con el tiempo lo hicieron ellos solos.
Te voy a regalar otra anécdota muy divertida. Los músicos que hicieron ese disco fueron los mismos de '19 días y 500 noches'. En una fiesta de cumpleaños, justo antes de que saliera el álbum, alguien le preguntó a Joaquín que con quién había tocado. Y él les contestó que con 'La oreja de Van Gogh'. Sonó completamente bizarro. Fue otra de sus genialidades.
-De todos los músicos con los que ha trabajado habrá alguno de los que sí se arrepienta, ¿no?
-Sí, bueno, como te dije antes, no me arrepiento de nada. He hecho discos horrorosos con artistas que no me gustaban nada, pero yo en el momento de empezar a grabar hasta el momento que termino la grabación me pongo un chip y no hago solamente las cosas que a mí me gustan y que yo compraría y que yo iría a ver. Yo soy un profesional y produje 250 discos de los cuales hay muchos que yo no me compraría, que son artistas que no me interesan. No voy a dar los nombres porque no quiero ofender a nadie. Yo tengo muchos discos que muestro orgulloso, que oigo y me emocionan y estoy encantado y feliz de haberlos hecho y otros que no, pero forma parte de mi oficio.
-En su libro habla de los abusos en la industria musical, ¿qué tipo de abusos se producen hoy en día?
-Los mismos que ocurren en otras industrias. Por ejemplo, entre los médicos, observo que en los hospitales hay mucho maltrato. En la construcción hay una mafia espantosa donde se abusa. La música no es una isla en la que se produzcan abusos diferentes a los que se producen en la sociedad capitalista en la que nos movemos. Creo que obviamente tratan de sacar lo más posible hasta que el artista se da cuenta, intenta que no lo hagan y es como una especie de tira y afloja y cuanto más novato eres, pues más se aprovechan de ti; cuanto más éxito tienes y más experiencia, pues más puedes exigir, pero ya te digo, no creo que sea un hecho aislado de toda la sociedad.
-Usted fue jurado de la primera edición del programa de televisión más importante de principios de siglo. ¿Sigue la carrera de los triunfitos?
-El más visto, no el más importante. La verdad que no. Hombre, me entero de cosas porque a veces lo ves por la tele, Bisbal, Chenoa, Rosa... Pero no, no lo sigo porque no es el estilo de música que yo consumo. Yo sigo las carreras de M-Clan, de Dani Martín, que es un tío que me interesa mucho, de Carlos Tarque. Estoy muy orgulloso de esos discos, obviamente de Joaquín Sabina también. Hay cosas que uno hace y quedan ahí.
-Por usted se conoce a Rosa López como Rosa de España.
-Sí, sí, es que recuerdo que fue el programa de más audiencia, un delirio total. Y creo que mucha culpa fue de ella que captó mucho el cariño de la gente. Ese personaje tan curioso, tan original, que no había salido de Granada, todo el mundo quería que ganase ella. La productora tenía muy claro que Bisbal y Chenoa eran más profesionales, pero no podían hacer nada para favorecerles porque los votos populares a favor de Rosa fueron abrumadores.
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