por Mikel Labastida
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Meryl Streep, durante su trabajo en 'Julie and Julia'.
Sólo la interpretación de Streep salva a 'Julie & Julia' de caer en el olvido por un argumento con múltiples altibajos
Sería injusto que Meryl Streep ganase el Oscar por una película menor como es 'Julie & Julia' después de no alzarse con la estatuilla por trabajos más encomiables en películas como 'Adaptation', 'Los puentes de Madison' o 'Memorias de África', cintas que le propiciaron a la actriz algunas de sus 16 nominaciones a los Oscar, que se han convertido en galardón en sólo dos ocasiones, uno como actriz principal por 'La decisión de Sophie' y otro en el apartado de reparto por 'Kramer contra Kramer'.
Pero, por otro lado, sería justo que Streep subiese el 7 de marzo al escenario del Teatro Kodak a recoger este premio porque, si hay algo que merece la pena en la cinta de Nora Ephron, es la histriónica recreación de Julia Child, en perfecta sintonía con Stanley Tucci. Sólo esta interpretación salva a 'Julie & Julia' de ser una película que podría caer en el olvido por un argumento con múltiples altibajos.
Por pocas intérpretes se puede apostar tan seguro como por Meryl Streep. Prueba de ello es que lo mismo resulta creíble bajo los hábitos de una estricta monja en 'La duda', como entonando con dignidad el 'Dancing Queen' en '¡Mamma mia!'. Se quejan muchas actrices de los problemas que tienen para encontrar papeles con entidad una vez atraviesan la barrera de los 40 años. Y razón no les falta. Pero esa máxima se rompe en el caso de Streep, cuya versatilidad le ha procurado una carrera imparable con un currículum que destaca por el amplio abanico de papeles con los que ha lidiado.
Ha destacado en roles tan complejos como la frustrada Sarah Anna de 'La mujer del teniente francés', la vilipendiada madre de 'Un grito en la oscuridad' o la abnegada Lee, que fracasa como madre, hija y hermana en 'La habitación de Marvin'. Y supo salir airosa de la caricaturesca recreación de la vida de la editora jefe de la revista de moda más influyente de Manhattan en 'El diablo se viste de Prada' o del rocambolesco duelo con Bruce Willis y Goldie Hawn en la fallida 'La muerte os sienta tan bien'.
Por todo ello es lógico que no haya terna de premios anuales en los que su nombre no figure. A las ya citadas candidaturas a los Oscar, se suman las 25 nominaciones a los Globos de Oro (ha logrado siete).
No parece haber ocaso en la carrera de esta actriz que destacó con sólo dos secuencias en su debut en el cine, de la mano de Fred Zinnemann, en 'Julia', en 1977. Y que, un año después, consiguió enamorar a la crítica en 'El cazador' de Michael Cimino, filme en el que conocería al también actor John Cazale, por el que llegó a abandonar su profesión. Afortunadamente lo retomó para volcarse no sólo en el cine, sino también en el teatro y en la televisión. Sólo por verla dar vida en la pequeña pantalla a esa madre sin alas en 'Angels in America' hubiese merecido la pena el regreso. Pero hubo más, mucho más.
Un nuevo Oscar para su estantería (para disgusto de Sandra Bullock) sería un punto y seguido en una irreprochable trayectoria a la altura de grandes como Katherine Hepburn o Ingrid Bergman.
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