RTVE no es servicio público y '7291' no es documental
Una televisión pública no puede ser instrumentalizada de manera tan desacomplejada, ni puesta sin disimulo al servicio de los intereses partidistas de quien ostenta (y ostentaba en aquel momento) el poder
RTVE emitió simultáneamente el documental '7291' en La 2 y 24 Horas, excepción que hasta ahora se reservaba para cuestiones de Estado

El documental '7291' no es un documental. Ante un producto audiovisual, el espectador establece un pacto previo e irrenunciable con el director: te voy a creer. Nos dispondremos a pasar mucho miedo ante una peli de terror (aunque no creamos en los espíritus tocapelotas), a ... divertirnos con los enredos disparatados de una comedia o a echar una cabezadita bien rica si es film-ensayo. Si lo que se nos ofrece es un documental, si se nos dice que ese es el género en el que se enmarca la obra, nosotros asumiremos que lo que nos disponemos a ver es un ejercicio de aproximación a la verdad, riguroso e informado, que contemplará en toda su amplitud las versiones ofrecidas al respecto del tema elegido y que, con datos y argumentos, a la luz de las pruebas, descartará unas para concluir que otras son más acertadas.
Si no es así, si lo que el director nos ofrece es solo su visión propia e interesada, si se trata de una petición de principio orquestada para corroborar la propia tesis de partida, sin cuestionarla ni contrastarla, sin contemplar también aquellas otras circunstancias, hechos o datos que no le convienen, ni los argumentos que la refutan, ante lo que estamos es ante un ejercicio de propaganda. Y si en lugar de decirnos que se trata de eso, o del punto de vista personalísimo del director, si se empeñan en seguir llamándolo «documental», eso es deshonestidad intelectual, cuando no directamente engaño. Que además esto se haga desde la televisión pública y dándole a su estreno tratamiento de asunto de Estado, emitiéndolo de manera simultánea en La2 y en el Canal 24 horas, la cosa adquiere dimensiones de instrumentalización de una tragedia y de utilización de un servicio público con fines espurios. Porque el más de un millón de personas que, de media, vieron ayer '7291', se sentaron ante el televisor a ver un documental y les colaron un plurirreportaje. Y para todos esos ciudadanos, la turbia gestión de la pandemia del Covid-19 se vio reducida a un fenómeno local ajeno al gobierno central y 112.709 muertos no cuentan. Que qué suerte ser anciano fuera de Madrid. Que qué mala Ayuso. Y a mí me parece muy bien que Juanjo Castro cuente, en el formato que estime apropiado, su particular visión de un acontecimiento inusual, solo faltaba. A topísimo con su libertad creativa, de expresión y de pensamiento. Y ni medio problema habría si también se hubieran emitido, complementando la suya, otros productos similares que ampliaran la mirada. Pero cuando se opta por ir con todo al rojo de una sola versión, como si las otras no existieran, cuando se legitima que eso es lo único cierto, no porque se demuestre sino porque solo eso se muestra, y se hace al amparo de la probidad que presuponemos (o nos gustaría presuponerle) a una televisión pública, eso es preocupante.
Una televisión pública no puede ser instrumentalizada de manera tan desacomplejada, ni puesta sin disimulo al servicio de los intereses partidistas de quien ostenta (y ostentaba en aquel momento) el poder. Es impropio de una democracia y muy peligroso para esta. Una televisión pública, con vocación de servicio, debe ser útil para el ciudadano y debe ser plural, y debería ser rabiosamente rigurosa, independiente y neutral. Pero, cuando la televisión de todos solo es útil para el gobierno, deja de ser plural, rigurosa, independiente y neutral. O deja de ser todo eso precisamente para serle útil. Y en eso estamos. Pero no nos digan, entonces, que RTVE es un servicio público. Y no nos digan tampoco que '7291' es un documental.
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