Pocholo se sincera sobre el tumor que le detectaron mientras participaba en un 'reality': «No entiendo cómo estoy vivo todavía»

Aunque por primera vez el programa de La Sexta no obtuvo el permiso para entrar al colegio al que el invitado asistió de pequeño, sí que consiguió el reencuentro de personas que marcaron su niñez, como su 'teacher' de inglés, a quien le pedía que le enseñara palabrotas en el idioma de Shakespeare. Dándole clases particulares en verano al aristócrata, el docente se pagó un coche. También pudo ponerse al día con dos amigos que hace 40 años que no vivía.

Y por el camino a casa, el ex marido de Sonsoles Suárez, la hija del ex presidente Adolfo Suárez, hizo algunas de sus confesiones más íntimas. Como el origen de su apodo. Y es que, desde bien pequeño, nadie lo conoce por su auténtico nombre, José María Martínez-Bordiú. «Mi madre, a los 18 años fue a una fiesta a Madrid, mi padre la vio y le dijo que se iba a casar con ella dentro de nada. Se casó con ella y la dejó embarazada», relató.

Durante la gestación, su progenitora contrajo hepatitis por una negligencia. «La aguja que le dieron a ella, que se hervía en una cazuelita de hierro, tenía hepatitis porque estaba mal hervida. Le dio hepatitis y me la pasó a mí», continuó.

Nació sietemesino, «y en esa época tenía que ir un señor a pedir leche a otras madres porque no había leche en polvo, ni nada». Y le decían: «'Está pocho, está pocho'... Pocholo, que no me lo ha quitado nadie». Albert Espinosa, quien explicó que él también estuvo 'pocho' de niño, le pareció preciosa la anécdota.

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Así fue como descubrieron presentador e invitado que tenían más cosas en común de lo que creían. Como el escritor, Pocholo también estuvo al borde de la muerte y «siete años metido en el hospital». El empresario ha sufrido varios accidentes de moto, pero su peor momento lo vivió mientras participada en un 'reality'. «Cuando estaba en el hotel Glam me encontraron un timoma, una glándula y me tuvieron que abrir aquí», confesó, señalándose el tórax.

Con todo, aseguró que «no entiendo cómo estoy vivo todavía, no me cabe en la cabeza, después de las historias que me han pasado». La experiencia, sin embargo, no acabó con su optimismo contagioso y concluyó el relato resaltando un mensaje: «Estamos vivitos».