Carme Chacón fue criada como «una niña normal, porque no queríamos alguien enfermo y así se lo enseñamos desde pequeñita». Con cuatro años ella supo de su enfermedad y, pese a todo, «luchó por hacer cosas cotidianas, lo que le tocara por edad, y fue muy alegre y activa, siempre probando cosas nuevas». Si bien los especialistas le recomendaban una vida tranquila, ella apuntó maneras desde la más tierna infancia, apostando por su pasión, «el baloncesto», y con apenas 17 años entró a formar parte de las Juventudes Socialistas. Ya entonces tenía claro su lema de vida: «Moriré con las botas puestas». Vaya si lo hizo…
Sin lugar a dudas, en lo profesional, su gran hito fue llegar a convertirse en ministra de Defensa y ha dejado imágenes siempre recordadas para todos, como cuando visitó a las tropas desplazadas en Afganistán embarazada de siete meses. Ser madre «fue uno de esos sueños que consiguió. Cuando me lo contó yo pensé que estaba loca, por su enfermedad, pero ella siempre quiso vivir al máximo. Le dije que, además, estaban las elecciones a la vuelta de la esquina y ella me dijo que le daba igual, que lo importante era lo importante». «¿Prisa por vivir?», le preguntó Sonsoles Ónega en la entrevista. «Ella quería vivir al máximo y así lo hizo», ha contestado su madre, visiblemente emocionada al ver las imágenes de Chacón.
Sobre su despedida, los médicos le avisaron a ella y a su marido de que la muerte llegaría de repente, «como quien apaga la luz, quien le da a un interruptor». Ha recordado también cómo preparada a su hijo, Mikel, para ese momento. «Mi nieto ha sido el que me ha consolado a mi», ha terminado afirmando Esther Piqueras. «Siempre vivimos con el miedo de que muriese repentinamente, pero ella nos lo quitaba», ha sentencia al recordar a la ministra de Defensa.
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