Vidas robadas (e inventadas): de Rosa Peral a Magic Johnson
Con el 'Basado en hechos reales' las ficciones se atreven a cambiar la realidad y hacernos creer que fue así
Crítica de 'El cuerpo en llamas'
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Iniciar sesiónLa ficción, es lo que tiene, queda grabada en la memoria con más fuerza que la realidad vivida a distancia. Nadie que haya visto 'The Crown' puede imaginarse un pasillo de Buckingham o una discusión entre la Reina Isabel y Lady Di diferentes a ... como los mostró la serie de Netflix. Ahora tenemos a Úrsula Corberó de Mata Hari con el uniforme de Guardia Urbana para dar vida a Rosa Peral. Quien no leyera la prensa -o viera el 'Crims' de Carles Porta- se puede creer lo que 'El cuerpo en llamas' proponga como la verdad palmaria. El 'Basado en hechos reales' funciona como un gancho que nos saca directamente de la cueva de Platón para conocer la verdad en su más pura esencia. O eso promete.
Para una generación de amantes del baloncesto, Jerry West era el hombre que prestó su silueta al logo de la NBA. Una leyenda mayúscula. Para los que han visto en HBO 'Tiempo de victoria', Jerry West no es más que un loco desquiciado marcado por el gafe y el infortunio. De Jerry Buss, el empresario que levantó la dinastía de Los Lakers, apenas queda que era un amante de las mujeres y la droga al que le parecía normal masturbar a una «señorita» (sic) en un restaurante frente a una niña. Magic Johnson o Kareem Abdul-Jabbar tampoco salen mejor parados, desdibujados entre el sexo y el ego.
El crimen de la Guardia Urbana: «Una diabólica prueba de amor»
Elena BurésRosa Peral y Albert López cumplen condena por el asesinato de Pedro, cuyo cadáver apareció calcinado en el maletero de su coche. Los tres eran policías y ella mantenía una relación con ambos. Entre acusaciones cruzadas, defienden su inocencia
Al terminar cada capítulo, apenas dos segundos en pantalla, se lee: «Esta serie es una dramatización de ciertos hechos [...] Algunos nombres y acontecimientos se han modificado con fines dramáticos». Y listo. A partir de ahí, vía libre para «ficcionar» con nombres y apellidos las vidas de otros. Quien dice ficción dice invento. O injuria y hasta calumnia.
En 2018, Olivia de Havilland demandó a la serie 'Feud' por ponerla de desquiciada y manipuladora. Las escenas, decía la gran actriz, eran «falsas y ofensivas». Perdió en segunda instancia porque para el tribunal prevalecía la libertad de expresión al ser una personalidad pública. Una serie que rotule con «algunos eventos, personajes y circunstancias han sido cambiados con fines dramáticos» puede robar la vida de cualquier famoso e inventar lo que el guionista quisiera que fuera. Puede decir, por ejemplo, que Elon Musk es un chalado egocéntrico con ganas de comprar el mundo. Walter Isaacson, que acaba de escribir la biografía del fundador de Tesla, ha tardado 800 páginas y dos años pegado al empresario en descubrirlo. Para eso, mejor (y más rápido) inventárselo.
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