No lo verás en televisión

Reporteros sin guerra y tertulianos con sillón

De los años del 'Cada mesa, un Vietnam', el libro que coordinó Enric González cuando parecía que una nueva generación podía hacer las cosas de manera diferente, solo sobreviven los que se metieron a tertulianos

Un reportero bajo un helicóptero de guerra Reuters

Contaba Mikel Ayestarán en una charla organizada por Alfonso Armada que temía más por su vida cuando conducía por la A-8 de Bilbao que cuando veía la guerra en el horizonte. Si lo llega a escuchar un directivo de medios, le retira ... el pasaporte para mandarlo de corresponsal al arcén. Es la nueva normalidad del periodismo de 'magazine': entrevistas a expertos por zoom y reporteros desplazados a tiro de taxi. Y la conexión por videollamada, claro, que sale más caro un minuto de satélite que 1.000 palabras del 'freelance'.

Ayestarán, por suerte, puede seguir contando la guerra que ven sus ojos al fondo del cuadro. Pero cada vez es más una excepción, porque la norma ahora es que los reporteros de televisión se desplacen a sitios donde ya no haría falta una cámara para simular la sensación de que hay unos recursos que se retiraron hace años. La escena es de una mañana cualquiera: la presentadora en el plató saluda a los periodistas desplazados, que se superponen en pantalla como si fuera eso 'La tribu de los Brady'. En lugar de las sonrisas de la serie de los años 70, aquí están todos con la cara larga, muy compungidos, micrófono en una mano y móvil en otra, para hablar de un incendio en Getafe, de un muerto en un encierro popular o del drama de las 3.000 viviendas. El incendio se apagó hace un día, el toro ya ha pasado por la caldereta y de Sevilla apenas se ve a dos tipos al fondo arreglando una furgoneta que se puso a la venta el año que Carrascal volvió de Nueva York con la maleta llena de corbatas.

Y como no hay mucho que contar al otro lado de la conexión, desde plató se recoge el guante de los «compañeros» para que completen el tema los tertulianos, que a falta de información tienen verbos y adjetivos.

Es el periodismo 'low cost' que «solo sirve para rellenar el día a día». La cosa sería descubrir qué directivo prefiere dos minutos de reportaje bueno -que es sinónimo de caro- y cuál escoge el que lo parezca. De aquellos años del 'Cada mesa, un Vietnam' (Jot Down Books), el libro que coordinó Enric González cuando parecía que una nueva generación podía hacer las cosas de manera diferente, solo sobreviven los que se metieron a tertulianos. El resto está desaparecido en combate o retirado, que es una propiedad única de la profesión: se deja el periodismo como se dejan las drogas. Y eso da más miedo que la guerra.

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