El programa de refritos que acabó con la nostalgia televisiva
Hay gente que aparece en la reposición de 'Lo más TV' que ya habrá muerto
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Iniciar sesiónUna pareja se casó allá por abril de 1990. La cámara VHS de uno de los invitados dejó registrado para siempre la fecha y un momento entre lo absurdo y lo tierno: él se tropieza sobre la tarta, ella se ríe con cara de querer ... morirse y los asistentes se debaten entre la carcajada o la lágrima. Podría haber sido algo trágico, quizá hasta romántico. Quién sabe si la torpeza de él unió más al matrimonio o lo hirió de muerte a las pocas horas del enlace. Hoy ya da igual. Incluso podrían estar muertos. Nadie lo sabe ni nadie lo quiere saber. Y sin embargo, 33 años después, su gesta se volvió a ver en la televisión. Otra vez.
Pero no queda resto de nostalgia ni de emoción en el vídeo. Como tampoco la hay en ninguno de los que reúne 'Lo más TV', una mezcla de 'vídeos de primera' y 'mejores momentos' que Antena 3 emite los sábados y domingos de mañana. Es la reposición de una recopilación emitida una y otra vez desde hace años. Hay algo extraño en verlo, casi hipnótico: como mirar a lo peor del pasado con los ojos llenos de legañas. Es viajar en el tiempo con la mala suerte de aterrizar en el desierto. La nada. En el pasado, eso sí; pero la nada.
El programa no tiene ni el morbo de ver cómo se hacía la televisión antaño, como puede ser 'Viaje al centro de la tele' (La 1), ni de analizar cómo era la sociedad de la época con una mirada crítica ('Cachitos...'). Tiene una explicación: 'Lo más TV' se montó hace más de una década, y ya por entonces parecía antiguo. Desde entonces se emite en bucle casi, y ahí se mantiene, reuniendo al 5% de gente que se sienta ante la pantalla para desayunar el fin de semana. Es el epítome de la tele 'low cost' del momento, esa que ahora tira de falsa nostalgia y rebusca en las redes para rellenar minutos de parrilla.
Es fácil fantasear con esos anónimos que decidieron un día enviar un vídeo familiar a la cadena o ir al 'El diario de Patricia' para decirle a su madre que dejara el Bingo -sucedió tal cual- y que, tres décadas después, amanecen un sábado al azar viéndose en antena. Deberían exigir el derecho al olvido. Igual que la presentadora Mónica Martínez, que daba paso a los bloques forzando una voz sensual. Algunos son surrealistas. En el que emitieron hace un par de semanas, para introducir una serie de vídeos sobre «los tíos» (homenaje a Cristóbal Soria) recibiendo golpes allá donde usted sabe, celebraba que a ella le gustaba «ir de compras y leer a Paulo Coelho». «Vamos, ser mujer», sentenciaba. Y ahí moría la nostalgia.
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