Idealista en la ciencia ficción

Las casas de los protagonistas de las series españolas son menos reales que los golpes de Bud Spencer

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Fotograma de 'Valeria' Netflix

Decían que la tele engorda cuando lo que hace es alargar, estirar y dar de sí. O, en todo caso, no engorda a los actores: engorda sus casa. Da igual que sea una historia costumbrista que una comedia romántica o un drama perturbador: los pisos ... son de ciencia ficción, y no precisamente por sus diseños futuristas. Hay protagonistas con menos ingresos que un estudiante de primaria viviendo en un amplio y luminoso piso de catálogo con el portal en mitad de Chueca. Al cambio, para el lector de fuera de Madrid, sale –a ojo– a más de 1.000 euros de alquiler el mes. Le pasa a Valeria, escritora en paro que protagoniza la serie homónima de Netflix, que sufre con todos los problemas del mundo menos con el recibo de su moderno estudio.

Debe ser el desahogo del guionista, que parece vengarse así de la vida precaria que le toca vivir entre productores con exceso de 'firmitis' y presiones para contentar a todos los ejecutivos que facturan con sus historias. Pasa en 'Todo lo otro', también de Netflix, donde el grupo de treintañeros desnortados que no paran de hablar en pantalla tienen unos pisos que deberían curarles las penas. Dice la sinopsis que están «atrapados en unas vidas que no eran las que soñaban»; difícil quedar atrapados en esas amplitudes, diría cualquier precario.

Le pasa también al profesor de 'La casa de papel', que reúne a su famoso equipo en la finca El Gasco, valorada en 2 millones de euros. Le hubiera salido más barato vender el palacete y vivir de las rentas que ponerse a atracar el Banco de España. O quizá haberlo alquilado para bodas, pero ahí le hubiera hecho falta contratar a un equipo de gestores en lugar de atracadores.

Incluso en las apuestas más arriesgadas, o en las que juegan a estar muy pegadas a la realidad, como en 'Autodefensa' (Filmin), se da este fenómeno de protagonistas con poco oficio y menos beneficio. En la serie de Filmin, las chicas protagonistas que presumen de una libertad arrolladora y arrollante viven en un piso que tienen hecho un asco pero por el que alguien –papá y mamá– debe pagar el equivalente a una carrera en Estados Unidos.

Solo nos queda confiar en que 'Cuéntame cómo pasó' alcance nuestro presente y retraten el ahora con la fidelidad que recreó aquel salón español con su mueble caoba y su mesa camilla.

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