No lo verás en televisión
'Fábrica de morcillas S.L.': el 'true crime' se estira y retuerce, pero no inventa nada
Las plataformas llenan sus catálogos con un formato donde la novedad está en buscar el caso más truculento o mediático
El dolor de revivir tu tragedia personal en Netflix

Se paró el corazón en la televisión en abierto, pero la sangre sigue fluyendo a unas pantallas donde no faltan sesos, hígados y demás casquería humana con la que llenar de morbo el cajón del espectador, siempre insaciable por saber qué tragedia le ha pasado ... a la niña de Galicia, a la madre de Almería, a la estudiante italiana, al camarero escocés... La moda del 'true crime', que no es otra cosa que la crónica negra de toda la vida solo que con ínfulas, arrasa entre los espectadores y destroza a los supervivientes, cuyo relato de lo sucedido se les hurta de su vivencia personal para pasar a ser memoria colectiva, aséptica y lejana para unos, traumática para los que fueron sus protagonistas involuntarios.
«Demasiada gente haciendo lo mismo, no puede tener sentido», canta Estereotypo, y parece que habla de los catálogos de las productoras audiovisuales, todas buscando historias truculentas para alimentar de vísceras las pupilas desbordadas de amarillismo. Cuando HBO se puso a hacer series en serio, creó un modelo que le acabaron copiando todos. De su sello, aquel primer «No es televisión, es HBO», solo quedó la carcasa: no había fondo, solo estética. Ahora ha pasado lo mismo con estos 'true crime', reportajes alargados, manufacturados bajo un mismo esquema: que si los créditos con música de 'thriller', que si el plano de drone a cámara lenta, que si una línea temporal sobre la que ir «centrando» todas las investigaciones... La copia de la copia ha terminado por pervertir la originalidad de un formato que ya solo tiene como diferenciador el buscar el caso más extraño, más salvaje, como una fábrica de embutido con la casquería más selecta del cerdo, que es el ser humano dentro del viejo tubo catódico.
Y ahí está el viejo espectador de toda la vida, suscripción satisfecha, cenando un lunes cualquiera mientras la pantalla le devuelve con precioso encuadre y talonaje de cine los puntos exactos donde aquella pobre inocente recibió las 37 puñaladas y dónde se hallaron los restos de semen con los que luego los investigadores, siempre al filo del bien y del mal, pillaron al culpable. La fórmula es inagotable, siempre habrá sangre con la que alimentar la fábrica del morbo. «Hay veces que no me creo lo que veo», tararea con cinismo Estereotypo.
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