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Televidente

Lo que no vemos

«Ha de haber un limbo, tal vez un cielo, en el que las series que empezamos y nunca terminamos se emiten en sesión continua»

Ostras

Borges
Bruno Pardo Porto

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Igual que hay un lugar adonde van a parar las lenguas muertas por amor, en el que dos amantes que ya no son estarán intercambiando palabras que ya no existen, también ha de haber un limbo, tal vez un cielo, en el que las series ... que empezamos y nunca terminamos se emiten en sesión continua, con personajes al fin como personas, habitando universos paralelos y ampliando la vida allí donde no llega la realidad, que siempre se queda corta como una manta en invierno: es por donde entra el frío por donde entra, también, la fantasía, que es una forma de respirar fuera del cuerpo, lejos de la piel pero no del escalofrío, lejos de la herida pero no del dolor, lejos de unos labios pero no de la voz, no del susurro, no del secreto. Hay series, allí arriba, que abandonamos como se abandona un Titanic, mera supervivencia, y otras que nos cansaron por largas, o por estrechas, o por cortas, o porque sí (este es el criterio más sincero, el del capricho, aunque con eso no llenas ni una crítica ni una biografía), pero puede que continúen con más fuerza esas series que dejamos porque el motivo de verlas dejó de llamar a la puerta: a esas se les queda pegada la experiencia y las tramas se enredan de tal modo que quizás acaben prediciendo nuestro futuro más íntimo en el interior de un agujero negro. Hay series, sí, que nunca hemos visto, que nunca veremos (ese noir nórdico, esa comedia francesa, esa de HBO), y otras que de tanto soñarlas se han convertido en monstruos de proporciones míticas que nos esconden el mando a distancia, por nuestro bien. Y están las que parecen que han sido concebidas para el tonteo (hoy no, pero mañana tal vez), y las que sirven para quedarnos dormidos mientras pensamos en algo más serio que no podemos espantar despiertos. Hay quien sufre de ansiedad por no verlo todo, por no llegar a tanto desenlace, incapaces de aceptar no ya la inmensidad del cosmos sino de la imaginación, mucho más aterradora, más profunda. Borges deliró con un mapa tan grande como el mundo, un objeto perfectamente inútil. Pero hace tiempo que lo imaginado es más grande que lo existente. No es que la historia se repita. Es que ya estaba escrita en alguna de esas series que no estamos viendo. Que abandonamos.

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