José Mota: «En TVE jamás me han puesto ni una sola tacha con ningún Gobierno»
Con la edición de este año, el cómico suma 21 especiales de Nochevieja en La 1, siempre como líder de audiencia
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Iniciar sesiónJosé Mota (Montiel, Ciudad Real, 1965) llega apurado a la cita. Quedan pocos días para la emisión de su especial de Nochevieja en TVE, 'Un cuento de Vanidad' . Hasta el último instante lima detalles para volver a ser líder, ... algo que ha conseguido en veinte ocasiones, pero en su encuentro con ABC no mira el reloj. Habla de sus proyectos, del programa de La 1 y de momentos gloriosos en sus primeros años, como aquel día de 1986 en el pub Sausalito, que tenía Eugenio en Barcelona. «Nos meamos en los pantalones. La gente se coscó y la risa fue ya mayúscula. Es el momento de más brutalidad que recuerdo ».
Comentamos también la situación de Antonio Resines , «¡qué putada!», con quien ha trabajado en sus dos últimas películas, 'García y García' y 'De Caperucita a loba', aunque en esta última no coincidieron en ninguna escena. En la sinopsis de la cinta, dirigida por Chus Gutiérrez y pendiente de estreno, se dice una frase digna de reflexión: «la protagonista aprende que a la risa no se llega evitando el bosque del drama, sino atravesándolo hasta el fondo». «La comedia es el pataleo que tiene el ser humano, la válvula de escape», explica el cómico. «No se me ocurre mejor compañero de viaje en este vagón donde vamos subidos. No es solamente el humor de los profesionales. Gracias a ello podemos digerir mejor nuestras propias miserias. Decía Luis Piedrahita , con muy buen tino, que el humor es un arma de construcción masiva. Por eso en estos tiempos de pandemia, cuando le hemos visto un poquito el colmillo al lobo, lo apreciamos con más cariño y entendemos la gran importancia de la comedia. Por encima de todo, la comedia nos hace libres. Una sociedad que abraza el humor es una sociedad más madura, más sana».
Es difícil sorprender a Mota criticando a alguien. Enhebrando recuerdos, cita a Antonio Gala , «gourmet del verbo y de la palabra», y ensalza al director teatral Miguel del Arco , otro «artista maravilloso». Y cuenta quiénes le influyeron más para dedicarse al humor. «Yo de niño me eduqué con Tony Leblanc , con Pajares y Esteso , que han sido también dos grandes. Y por supuesto, con Martes y Trece , aunque ya era un poquito más mayor, pero llegaron arrollando, en un momento maravilloso de la transición, con aires de comedia nuevos…».
¿Imaginaba ya que hacer reír es un oficio tan duro?
Es duro porque requiere mucho tiempo, mucha dedicación, mucho esfuerzo. Tengo la gran fortuna de que sarna con gusto no pica, soy una persona muy apasionada con lo que hago. Pero con los años te va costando todo un poquito más, aunque me apasiona mi trabajo.
«La imperfección también es bella. El humor tiene que tener visceralidad, imperfección y organicidad para que te estimule»
José Mota
¿Con los años se aprende a dominar la obsesión por conseguir un resultado perfecto?
Es algo que me ha perseguido toda la vida y trato de evitarlo. Me engaño en algunos capítulos, pero no puedo evitarlo. Trato de dar lo máximo hasta el último momento. Lo único que he conseguido es preocuparme menos porque el 'sketch' tenga la ejecución exacta. Los años te enseñan que dentro de lo perfecto convive lo imperfecto. A lo mejor así le das un toque orgánico y humano. La imperfección también es bella. A veces recoges una serie de emociones que no hay cuando suenan las notas exactamente como las habías escrito. El humor tiene que tener visceralidad, imperfección y organicidad para que te estimule.
Este año el hilo conductor es el 'Cuento de Navidad' de Dickens, aunque se llama 'Cuento de Vanidad'. Recuerda a la frase de Al Pacino en 'La tapadera'.
Justo esa frase cierra mi especial. «La vanidad sin duda ninguna es mi pecado favorito». Siempre he procurado homenajear el cine, que es lo que más puedo amar del mundo.
¿Si tuviera un poder absoluto, cambiaría su carrera por la de un director o actor de gran éxito?
No, como decía Antonio Banderas sabiamente, que es un tío al que admiro profundamente, cuando miro atrás veo el largo camino recorrido, pero cuando miro hacia delante veo todo lo que me queda por recorrer. Yo no quiero ser quien no soy. Tengo mis anhelos y mis sueños y mis cosas por contar y esas son las que voy a perseguir ahora.
¿Y queda algún arrepentimiento?
Sí, hombre. Siempre hay cositas. Algún proyecto me lo hubiera pensado mejor… pero ¿quién tiene una carrera todo el tiempo en el 10? Nadie, nadie.
¿Qué sorpresas nos aguardan en el especial de este año?
Para mí la gran propuesta es coger el envase de personajes de Scrooge, Marley y Bob Cratchit, que es el escribiente, y convertir a Scrooge en una persona obsesionada con las redes sociales, que vive por y para los 'followers', los 'likes' y únicamente le importa eso. Se mezcla todo lo antiguo, esa Inglaterra victoriana y esos personajes perfectamente confeccionados por Dickens, con la modernidad de internet, respetando la estética y el vestuario. Pero he metido móviles y los he disfrazado con maderas antiguas para conseguir lo que yo quería: hablar de la vanidad. Las redes sociales no son ni buenas ni malas, pero cuando vivimos obsesionados por captar la atención y que nuestra autoestima dependa por completo de cuántos 'likes' tengo, me parece que algo está ocurriendo.
¿Ve demasiada vanidad a su alrededor?
Es verdad que en estos tiempos que nos ha tocado vivir se le rinde excesivo culto al becerro de oro. Nos importa más el continente que el contenido. Simplemente he querido hacer una reflexión: si de alguna manera todo nos divierte y nos entretiene está bien, pero cuando pasa a ser obsesivo, caramba, hay que hacer un punto de reflexión.
¿Se siente bien tratado y considerado? Recuerdo una entrevista con Santiago Segura en la que se percibía que, pese a su enorme éxito, le dolían algunas críticas.
Santiago es una de las personas más brillantes que me he encontrado en mi carrera. Estuvo muchísimos años siendo la más taquillera con Torrente y ahora vuelve a hacerlo con un registro absolutamente distinto. Esa capacidad es digna de mención. Me imagino que si habla de eso lo hará con la boca pequeña. Creo que es una persona profesionalmente muy satisfecha y razones tiene para serlo.
¿Y usted?
Me encuentro feliz y a gusto. Creo que hay que tener el ecualizador para utilizarlo en momentos en los que los halagos pueden ser excesivos, no emborracharte con eso. Casi nada es para tanto, ni para arriba y ni para abajo. Conviene vivir con equilibrio. Disfrútalo, pero que nada cambie. Y si es al contrario, intentar digerirlo lo mejor posible.
«La comedia es un valor injustamente denostado. En el fondo, por contra, también tenemos una fidelidad y un cariño extra del espectador»
Lo que sí ocurre es que la comedia sigue siendo un género peor tratado que otros. Lo vemos en los premios.
Siempre fue un valor mucho más denostado que el drama. Es un sentimiento a nivel mundial, porque a la risa, la comedia, se le trata como al amigo cercano que tienes y que te hace feliz permanentemente y al que no caes un día en decir: espera, este compañero me está haciendo la vida feliz y no he caído en apreciarlo en su justa medida. Es verdad. Pasa en el cine y en el teatro. Es como un valor injustamente denostado. Pero no hay nada más serio que el humor, nada más terapéutico. En el fondo, por contra, también tenemos una fidelidad y un cariño extra del espectador o del público que no siempre se produce en el otro género. La comedia es un lugar muy bello para habitar.
Las cifras de audiencia del especial del año pasado fueron tremendas: 37 por ciento de cuota, 4,6 millones de espectadores de media. Y sin embargo, muchos titulares destacaban que había bajado.
Claro que puedes bajar en 'share', la tarta está cada vez más repartida. Con eso cuento. Empezamos teniendo cuarenta y muchos, casi 50. Entonces no había plataformas. Ahora hay mucha gente que decide otras opciones y está bien que sea así. Eso no me preocupa. De lo único que uno se tiene que preocupar es de hacer un trabajo lo más honesto posible. Lo que pase luego, pues ya está. En la vida hay preocupaciones que merecen más nuestra atención que si he bajado o subido dos puntos.
Ocurre también que la televisión tradicional es una ventana más transparente a un mundo que a veces da miedo.
Es verdad que nos ha tocado vivir un momento complejo, pero echa la vista atrás. ¿Qué vivieron nuestros abuelos y nuestros padres? Yo con esa generación me quito el sombrero. Ninguna generación antes había recibido tan poco y ha dejado tanto a sus hijos como nuestros padres y abuelos. Vivieron la Guerra Civil, la posguerra, la hambruna… y se tiraron toda la puñetera vida trabajando después de la guerra para dejarnos hoy gran parte de la dignidad que nuestra generación tiene. Nos ha tocado vivir esto. Intentemos llevarlo con la máxima paciencia posible.
Tampoco nuestros padres y abuelos se han quejado demasiado ni nos han aburrido con batallitas .
No. Y yo recuerdo a mis padres con una sonrisa permanente. Para mí son mi referente absoluto. Beso por donde pisaban mis padres en educación, en valores, en cómo entendían la vida, en cómo entendían el respeto a los demás. Ya no están conmigo, pero no hay día que no les tenga conmigo. Yo por esa generación hago lo que haga falta.
Cuando empezó, ¿cómo asumieron el oficio elegido?
Con inquietud al principio. Yo estuve mirando en la Complutense para matricularme en Bellas Artes, porque me encanta la pintura. Habría coincidido con Santiago. Pero como siempre he intentado hacer las cosas un poquito con la mirada larga, me di un tiempo de recogida. Si en x tiempo no recojo parte de lo que espero en resultados, a lo mejor… Pero me gustaba demasiado esto como para abandonar el carro.
¿No hubo ningún momento de flaqueza?
A mi llegada a Zaragoza, solo, termino el servicio militar y me ofrecen hacer un fin de semana en un pub que se llamaba Bradbury en Residencial Paraíso. Fue lo primero profesional que hice, con los postizos que me había hecho yo en la mili, con látex y con arcilla, porque entonces no los vendían. Cogí mi cajita con mis caracterizaciones y mis guiones y me marché a Zaragoza a iniciarme. Recuerdo que esa noche actuaba un compañero ventrílocuo y me llevó a la pensión. Era una noche cerrada, golpeando la lluvia en el cristal del coche y los limpiaparabrisas. Me acuerdo que me dijo: «Esta profesión es una mierda. Yo no quiero continuar». Lo miré, se me quedó marcado, y le dije: «Yo voy a darme un plazo sensato de un par de años y quiero ver cómo funciona el tema. En vistas de lo que ocurra, así haré». Esa lluvia de negatividad absoluta, nada más llegar, se me quedó marcada. Y cómo yo aposté y dije: no, no, no, no, no, no. Quiero hacerlo, quiero hacerlo, quiero hacerlo, quiero hacerlo. Lo que nos lleva a conseguir las metas es la pasión. La mayor fortuna que puedes tener en tu trabajo es ser una persona ilusionada y apasionada. Aguanta, tira y llega. No he dejado de ser aquel niño que soñaba en Montiel, mi pueblo. Lo sigo sintiendo.
¿Hasta cuándo?
Estoy escribiendo mi peli y tengo proyectos muy bonitos. Siento que no debo de hablar de ello, pero es una cosa que me emociona mucho.
Ha hecho ya veinte especiales de Nochevieja. ¿Hay alguna marca que superar?
No me gusta trazarme esas metas. Trato el plazo corto, que esos proyectos me ilusionen lo máximo posible.
¿Cuántos chistes se descartan porque no encajan?
He tenido la gran fortuna en Televisión Española, y lo digo con la voz alta, que haya estado el Gobierno que haya estado, jamás me han puesto ni una sola tacha.
A lo mejor ha pecado de blando.
Trato de hacer crítica social y política y al ponerme en el monitor veo al cómico haciendo una parodia y hago un juicio de valor sobre el desempeño público de cualquier personaje, pero no me gusta cuestionar su lado personal o su vida privada.
Y cuando ve a otros cómicos, cuando son más agresivos, ¿siente a veces que se pasan?
No, el humor tiene que ser libre. ¿Cómo poner puertas al campo? Yo no creo en los prohibidos en la comedia. Cada uno es libre de hacer lo que considere oportuno. De ninguna de las maneras.
Cuando se dirige a un público familiar y amplísimo, es fácil que sí aparezca cierta autocensura.
Yo todo aquello que deseo contar lo cuento, teniendo en cuenta que es un programa que se ve masivamente. Pero no me quedo con la inquietud de que tenía que haber hecho o dicho otra cosa. Lo que cuento en fin de año tiene mucho que ver con lo que yo pienso y siento. A mí no me ocurre eso.
¿Se acuerda mucho de su etapa con Juan Muñoz en Cruz y Raya?
Fueron años maravillosos. En los tristemente desaparecidos estudios Buñuel estuvimos como 17 años, cada viernes. Son páginas estupendas de tu vida. Cuando ocurrió lo de las Torres Gemelas, nos pilló allí, comiendo. Hacíamos nuestra vida en los estudios. Por eso cuando se derribaron me afectó mucho. Ya sabíamos que desaparecían y volví para grabar un especial con Santiago Segura para Bustamante. Cogí mi móvil y lo grabé todo, aunque luego perdí la clave del móvil y lo perdí todo. Lo recuerdo como las cosas top de mi profesión.
¿Fue como un divorcio?
No, era un momento en el que decidimos cada uno…
Igual que las parejas sentimentales.
Ten en cuenta que son 18 años. También anhelábamos cada uno hacer cosas por separado y pusimos punto y final. Ya está, no pasa nada.
¿Echa en falta algo de lo que él aportaba?
Son momentos insustituibles. Ocurrió aquello y lo pasé muy bien trabajando con Juan. Fui sinceramente feliz. Tengo eso en el mejor sitio de mis recuerdos. Ese momento acaba e inicias otra etapa donde tú tienes el anhelo de escribir tus propias páginas y es lo que está ocurriendo, ni más ni menos.
Hablando de recuerdos, seguro que ha habido muchos momentos en los que no podían parar de reír.
Actuábamos en una sala de fiesta que se llamaba Caribiana, enfrente del Bernabéu. Había dos pases, uno a las diez y media y otro a la una de la madrugada, en los 80 o 90. Hacíamos un número de José María García, en el que él iba metido como en un artefacto pequeñito y yo hacía de Butragueño, con el balón botando, y me acuerdo que resbaló la banqueta de Juan y yo no sé si llevaba algo debajo, pero no podíamos parar de reír ninguno, Juan, yo y el público. Fue mítico. Y me acuerdo de otra actuación en el pub Sausalito, de Eugenio, en Barcelona, en 1986. Llegamos a mearnos en los pantalones. La gente se coscó y la risa fue ya mayúscula. Es el momento que recuerdo de más brutalidad. Era otro mundo. No había redes sociales, tenías que ir a las cabinas a llamar por teléfono…
Y luego con el paso del tiempo te das cuenta de una cosa: el progreso trae consigo un montón de cosas materiales, pero no lleva de la mano necesariamente más felicidad. Es increíble cómo el ser humano se adapta perfectamente a su realidad y cuando no tienes esas cosas, no solamente no las echa de menos, sino que además la imaginación se pone a trabajar. Cuando yo era niño jugábamos a las bolas, al guá, en la puerta de mi casa. Es lo bonito de la imaginación. Yo he disfrutado de una niñez absolutamente maravillosa. La llegada de la televisión, primero en blanco y negro. Hemos vivido unos años que han sido ilusionantes. Los 60, 70, 80..., la llegada de la democracia.
¿Vislumbra el horizonte con ilusión?
Soy optimista. Están ocurriendo un montón de cosas negativas, pero yo creo que el ser humano se adaptará y todo esto que nos desborda ahora que es internet, terminaremos por colocarlo en el sitio que tiene que estar. El metaverso, por ejemplo. Da un poquito de miedo. ¿Nos va a hacer imbuirnos en un mundo paralelo y abandonar el que tenemos? No creo, pero estoy seguro de que va a haber gente que se va a tener que desenganchar. Dentro de diez años estará funcionando y será lo mismo de siempre: maravilloso por un lado y horrible por otro, si no se le da el uso adecuado.
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